Una vez que ha cubierto nuestras necesidades más básicas, la capacidad del dinero para hacernos felices parece bastante limitada. Al menos, así lo han constatado numerosos estudios; aunque otros (menos) hayan indicado lo contrario: por ejemplo, una investigación de 2009 reveló que manejar o contemplar dinero puede aliviar tanto el dolor físico como la angustia por el rechazo social; y otra de 2010 que el dinero puede hacernos más felices, si mejora nuestro estatus social.
Pero, como decíamos, la lista de investigaciones con resultados opuestos a estos es bastante más larga. De ellas emerge a menudo la siguiente explicación: el dinero no da la felicidad porque con él no podemos comprar ni el amor ni a los amigos; y se ha demostrado que en la buena calidad de las relaciones sociales radica, en gran parte, la felicidad humana.
Un equipo de científicos de la Universidad de Baylor (EEUU) se ha empeñado ahora en ir más allá para comprender la cuestión. Por ello, se ha preguntado lo siguiente: por qué ser ricos no nos hace más felices.
Materialismo y satisfacción vital
Por un lado, tenemos el materialismo; y por otro, la satisfacción vital. El primero depende del dinero que se tenga y del uso que se le dé; y el segundo, como se ha dicho, depende en gran medida de nuestras relaciones sociales.
Partiendo de ambas premisas, los investigadores se preguntaron si moderando de algún modo esas relaciones sociales, las personas materialistas podían ser menos infelices, y pasar a estar más satisfechas con su suerte.
Los investigadores explican, en un comunicado difundido por AlphaGalileo, que dada la relación negativa entre el materialismo y las emociones sociales positivas -como la gratitud-, era lógico pensar que este tipo de emociones puedan modelar o cambiar la forma en que los materialistas perciben su satisfacción vital.
Intentar ser felices, a pesar de ser ricos
Para probar su teoría, realizaron un cuestionario especialmente diseñado a 249 estudiantes universitarios. Los resultados fueron los esperados: «Las personas que perseguían la felicidad a través de la ganancia material tendían a sentirse peor; algo que quedó constatado en las evaluaciones negativas de su satisfacción con la vida», señalan.
Sin embargo, los resultados también demostraron que la gratitud y otros afectos positivos eliminaban los efectos negativos del materialismo. Así, las personas más agradecidas estaban más satisfechas con sus vidas, aunque fueran materialistas.
«Los individuos agradecidos y con otros afectos positivos mostraron una relación menor entre materialismo y afectos negativos. Además, los individuos muy materialistas mostraron una satisfacción vital disminuida, si su gratitud y otros afectos positivos eran bajos».
Los científicos concluyen que, para superar los efectos nefastos del materialismo excesivo en la psique humana, se han de potenciar los comportamientos prosociales.
Las parejas materialistas tienen más problemas afectivos
Especialmente negativo parece ser el materialismo para la vida en pareja que, como relación social profunda, es considerada otro de los pilares de la satisfacción vital.
Así, según una investigación llevada a cabo en 2011 por especialistas de la Brigham Young University de Estados Unidos, con un total de 1.734 matrimonios de todo el país, las parejas que creen que el dinero no es importante presentan un porcentaje entre un 10 y un 15% mayor de estabilidad matrimonial que las parejas más materialistas.
Por el contrario, aquellas parejas en las que ambos miembros son materialistas van peor en casi todos los factores relacionados con la calidad de la vida en pareja: comunicación mermada, capacidad pobre para la resolución de conflictos, y una baja sensibilidad ante sus compañeros. Además, en estos casos, el dinero resultó ser una importante fuente de conflicto dentro de la pareja.
Referencia bibliográfica:
James A Roberts, Jo-Ann Tsang, Chris Manolis. Looking for happiness in all the wrong places: The moderating role of gratitude and affect in the materialism–life satisfaction relationship. The Journal of Positive Psychology (2015). DOI:10.1080/17439760.2015.1004553.
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