En su búsqueda de otros mundos habitables en el universo, los astrónomos han empezado a fijarse en las llamadas ‘exolunas’, que son aquellas lunas que orbitan planetas externos a nuestro sistema solar o exoplanetas.
En esta dirección, los investigadores René Heller, del Instituto Leibniz de Astrofísica Potsdam (Alemania) y Rory Barnes, de la Universidad de Washington y del Instituto de Astrobiología de la NASA, han descubierto que las exolunas tienen la misma probabilidad de sustentar vida que los exoplanetas o planetas extrasolares. Los resultados de su investigación aparecerán publicados en la revista Astrobiology, informa el Instituto Leibniz en un comunicado.
Actualmente, se conocen alrededor de 850 planetas extrasolares. La mayoría de ellos son gigantes gaseosos y estériles, similares a Júpiter, y solo unos pocos poseen una superficie sólida y orbitan alrededor de su propia estrella, en lo que se denomina una zona de habitabilidad.
Como tal, los astrofísicos definen a la región situada alrededor de una estrella en la que, de encontrarse ubicado un planeta rocoso con una masa determinada, la luminosidad y el flujo de radiación incidente permitirían la presencia de agua en estado líquido sobre su superficie.
Se ha teorizado sobre si esos exoplanetas podrían albergar vida, pero Heller y Barnes abordaron otra cuestión teórica: ¿podrían albergarla sus satélites? ¿Podría hallarse una exoluna habitable?
Aunque para contestar a esto con total certeza primero habría que encontrar alguna exoluna, Heller y Barnes señalan que no existen razones para asumir que estas lunas no existan. De hecho, astrónomos del proyecto HEK -Hunt for Exomoons with Keplerélite) o ‘Caza de exolunas con Kepler’, que dirige el astrónomo David Kipping, se afanan en la actualidad por hallarlas.
De cualquier manera, ¿cómo serían estos satélites? Según los científicos, tendrían unas condiciones climáticas diferentes a las de los exoplanetas que orbitan porque las lunas tienen dos fuentes de luz –la de la estrella de sus sistemas y la de su planeta anfitrión-, y están sujetas a eclipses que pueden alterar significativamente sus climas, al reducir la iluminación estelar.
Así, según explica Heller: “Un observador situado en la superficie de una exoluna experimentaría el día y la noche de manera completamente distinta a como lo hacemos en la Tierra. Por ejemplo, los eclipses estelares podrían provocar una oscuridad total a mediodía”.
El cálculo de la habitabilidad de las exolunas
Para calcular la habitabilidad de las exolunas, Heller y Barnes analizaron el calentamiento de estas por fuerzas de marea. Este recurso energético adicional estaría condicionado por la distancia entre la luna y su planeta anfitrión: las lunas que orbiten demasiado cerca de sus planetas estarían sometidas a un fuerte calor de este tipo, y podrían sufrir un efecto invernadero catastrófico que vaporiozaría el agua de su superficie y las volvería inhabitables para siempre.
Los científicos idearon asimismo un modelo teórico para estimar la distancia mínima a la que debería estar una exoluna de su planeta anfitrión para mantener su habitabilidad o lo que ellos llaman un “margen habitable”.
“Este concepto permitirá a futuros astrónomos evaluar la habitabilidad de las lunas extrasolares. Hay una zona de habitabilidad para las exolunas que es solo ligeramente distinta a la zona de habitabilidad de los exoplanetas”, afirma Barnes.
La exquisita precisión fotométrica del telescopio especial Kepler de la NASA hará posible la detección de luna extrasolares del tamaño de la Tierra o de Marte. Lanzado en 2009, este telescopio ha permitido ya a los científicos identificar miles de nuevos planetas extrasolares candidatos. Desde 2012, Kepler se ha dedicado también a localizar exolunas.
Referencia bibliográfica:
René Heller, Rory Barnes. Exomoon Habitability Constrained by Illumination and Tidal Heating. Astrobiology (2013). http://arxiv.org/abs/1209.5323.
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