Las grandes ciudades están condicionando el clima de zonas situadas a más de 1.000 kilómetros de distancia de ellas, revela un estudio reciente del que se ha hecho eco la University Corporation for Atmospheric Research (UCAR) de Estados Unidos, en un comunicado.
La investigación muestra hasta qué punto las actividades humanas están influyendo en la atmósfera, y concluye que el calor generado por las actividades diarias en las áreas metropolitanas está modificando el carácter de la corriente en chorro y otros sistemas atmosféricos importantes.
Esta alteración afectaría a las temperaturas de lugares remotos, concluyen los autores de el estudio cuyos resultados han aparecido publicados en la revista Nature Climate Change.
El calentamiento remoto en grados
El «calor residual» extra generado por edificios, automóviles y otras fuentes en las principales zonas urbanas del hemisferio norte está provocando el calentamiento durante el invierno de grandes zonas del norte de América del Norte y del norte de Asia.
Al mismo tiempo, los cambios en la circulación atmosférica causados por este calor residual calientan las áreas frías de Europa también 1ºC, señalan los datos arrojados por el estudio, que fue realizado por científicos de la Scripps Institution of Oceanography, de la Universidad de California en San Diego, de la Universidad Estatal de Florida, y del National Center for Atmospheric Research de Estados Unidos.
La investigación ha constatado asimismo que, aunque el efecto neto de las grandes ciudades en la temperatura media global sería casi insignificante (con un aumento promedio mundial de sólo 0,01ºC dado que el total de producción de calor residual por parte de los humanos constituye sólo un 0,3% del calor transportado por la circulación atmosférica y oceánica a través de las latitudes más altas) este notable impacto en las temperaturas regionales podría explicar por qué algunas zonas del planeta están experimentando un mayor calentamiento durante el invierno de lo proyectado por los modelos climáticos informáticos.
Por eso, los científicos sugieren que estos modelos deberían ajustarse para tener en cuenta la influencia del calor residual. «La quema de combustibles fósiles no sólo provoca la emisión de gases de efecto invernadero, sino que también afecta directamente a la temperatura debido al calor que se escapa de fuentes como los edificios y los coches», afirma el científico del NCAR, Aixue Hu, co-autor del estudio.
«Si bien gran parte de este calor residual se concentra en las grandes ciudades, puede cambiar los patrones atmosféricos aumentando o disminuyendo la temperatura a través de distancias considerables», continúa Hu.
Trastornos en la circulación atmosférica
Los investigadores puntualizan que el efecto del calor residual difiere del efecto llamado “isla de calor”, que se da en las ciudades por la acumulación de calor por la inmensa mole de hormigón y demás materiales absorbentes de energía presentes en las urbes.
El calor residual de las ciudades, en cambio, es generado por los medios de transporte, y las unidades de calefacción y de refrigeración, así como por otras actividades.
Hu y sus colaboradores, Guang Zhang y Ming Cai, analizaron concretamente el consumo de energía –de calefacciones y vehículos propulsados- que genera la liberación de calor residual. Constataron que el consumo mundial total de energía en 2006 fue equivalente a una tasa de uso de 16 teravatios o TW (1 teravatio es el equivalente a un trillón de vatios). De ese total, un promedio de 6,7 TW fue consumido en 86 áreas metropolitanas del hemisferio norte.
Utilizando un modelo informático de la atmósfera, los autores descubrieron que la influencia de este calor residual puede ampliar la corriente en chorro. «Lo que encontramos es que el uso colectivo de energía, en múltiples zonas urbanas, puede calentar la atmósfera desde lejos, afectando a zonas distanciadas por miles de kilómetros de las fuentes principales de consumo «, dice Zhang. «Esto es posible gracias a los cambios en la circulación atmosférica», añade el investigador.
La liberación de calor residual es diferente de la energía que se distribuye naturalmente en la atmósfera, según los científicos. La mayor fuente de calor, la energía solar, calienta la superficie de la Tierra y redistribuye las circulaciones atmosféricas de una región a otra. El consumo humano de energía, por su parte, distribuye energía que había permanecido en estado latente y secuestrada durante millones de años, principalmente en forma de petróleo o carbón.
Aunque la cantidad de energía generada por el ser humano constituye solo una pequeña parte de la transportada por la naturaleza, está altamente concentrada en áreas urbanas. En el hemisferio norte, muchas de estas áreas se encuentran directamente bajo grandes depresiones atmosféricas y corrientes en chorro.
«Las regiones metropolitanas más pobladas del mundo, con un consumo de energía intensivo, se encuentran a lo largo de las costas este y oeste de América del Norte y Eurasia, bajo los canales de circulación más importantes de la atmósfera», afirma Cai. «La liberación de esta energía residual concentrada provoca trastornos en los sistemas de circulación atmosférica normales, dando lugar a cambios en la temperatura superficial en regiones muy alejadas del origen de ese calor residual”, concluye el científico.
Referencia bibliográfica:
Guang J. Zhang, Ming Cai, Aixue Hu. Energy consumption and the unexplained winter warming over northern Asia and North America. Nature Climate Change (2013). DOI: 10.1038/nclimate1803.
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