Las termitas son unos insectos fascinantes, y no solo porque generen (según se ha dicho) círculos de hadas. También porque son capaces de levantar termiteros, esas construcciones “de alta tecnología” en los que habitan sus colonias, se cuida a la reina, nacen las larvas, etc.
Comúnmente, una parte de los termiteros sobresale de la tierra y la otra constituye una cámara subterránea que es la parte principal de toda la estructura y en la que las termitas hacen su vida.
¿Cómo se ventila esta zona?, se han preguntado los científicos desde hace tiempo. Sobre todo teniendo en cuenta que, para fabricar sus hogares, estos insectos usan solo sus cuerpos, la tierra y su saliva. A pesar de estas limitaciones, han logrado desarrollar estructuras eficientemente ventiladas (algo que aún sigue siendo todo un reto incluso para los inteligentes constructores de nuestra especie).
El termitero-pulmón
Ahora, investigadores de la Universidad de Harvard (EEUU) han logrado describir por vez primera con detalle cómo son ventilados los termiteros.
El sistema resulta asombroso, pues actúa de manera similar a un pulmón, inhalando y exhalando una vez al día, a medida que estas estructuras se calientan y se enfrían en función de la temperatura exterior.
Para llegar a su conclusión, los científicos de Harvard midieron la velocidad del aire y su dirección dentro de los termiteros. También la temperatura y la concentración de CO2 en el interior de estas construcciones.
Así fue como descubrieron que las oscilaciones de temperatura exterior -asociadas con el día y la noche- eran aprovechadas para dirigir la ventilación dentro de los termiteros, de una manera no muy diferente a como lo hace un pulmón. “Así que el montículo ‘respira’ una vez al día, por así decirlo «, afirma L. Mahadevan, el director del estudio, en un comunicado de la Universidad de Harvard.
Aprovechando los cambios en la temperatura exterior
Los termiteros están construidos alrededor de grandes chimeneas centrales que van desde las galerías subterráneas hasta la parte más alta de los montículos que sobresalen. Mientras que el interior de los termiteros cuenta con grandes muros estructurales, el exterior es mucho más fino, con paredes que, aunque son impermeables, permiten el intercambio de gases.
Mahadevan explica que, durante el día, la luz del sol calienta las paredes exteriores del montículo exterior de los termiteros, y en consecuencia también el aire interior de su chimenea.
Este aire caliente baja entonces hacia las galerías del subsuelo. Durante la noche, en cambio, como el exterior se enfría, el flujo del aire se revierte: el aire caliente del interior del termitero sale hacia el exterior. Y así es como los termiteros están siempre bien ventilados, pues el CO2 entra y sale con el aire que sube y baja, manteniendo concentraciones adecuadas a lo largo de todo el día.
Para realizar sus mediciones, muy complejas dado que se trataba de analizar pequeños flujos de aire circulante dentro de un espacio confinado, los científicos utilizaron una serie de sondas específicamente diseñadas. Con ellas se realizaron registros de día y de noche, tanto en termiteros habitados como en termiteros abandonados. Su estudio aparece publicado en la revista PNAS.
Otros aspectos fascinantes de las termitas de los que ya hemos hablado son, por ejemplo, las “tendencias suicidas” de sus trabajadoras más viejas (cuando estas son atacadas por enemigos, rompen la pared de su cuerpo para lanzar una gota de veneno y acabar con ellos) o la capacidad de estos insectos de autoorganizarse y trabajar en equipo sin recibir órdenes; una capacidad que incluso ha inspirado la fabricación de robots bastante peculiares.
Referencia bibliográfica:
Hunter King, Samuel Ocko, L. Mahadevan. Termite mounds harness diurnal temperature oscillations for ventilation. PNAS (2015). DOI: 10.1073/pnas.1423242112.
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