En 2012 se publicaba en Science el genoma de un homínido de Denisova –especie de Homo encontrada en Siberia– que era, con 80.000 años, el más antiguo secuenciado hasta la fecha.
Ahora, un equipo internacional de científicos publica en Nature el genoma de un caballo que vivió hace 700.000 años, en el Pleistoceno Medio. Una marca casi diez veces más antigua que la anterior.
El ADN fue recuperado de un hueso conservado en permafrost ártico –hielo permanente– en Thistle Creek (Canadá). “Estaba fragmentado y degradado, pero bien conservado”, explica a SINC Ludovic Orlando, investigador del Centro de Geogenética de la Universidad de Copenhague (Dinamarca), y autor principal del estudio.
“Los cromosomas tienen entre 50 y 220 millones de nucleótidos. El de nuestro caballo tiene menos de 160 nucleótidos”, aclara Orlando. “Tuvimos que unir las piezas como en un puzle antes de poder leer el genoma completo”.
Para comprender mejor el hallazgo, los investigadores lo compararon con el de un équido del Pleistoceno Tardío –hace 43.000 años– y con un caballo de Przewalski, el único salvaje que queda en la actualidad. También se cotejó con cinco razas de caballo doméstico y un burro.
Los científicos han calculado que el ancestro común más reciente de cebras, asnos, caballos y todas las especies del género Equus, incluidos los ya extintos, vivió hace unos 4 millones de años, el doble de tiempo de lo que se había estimado hasta ahora.
El estudio de las poblaciones de los últimos 2 millones de años también les ha permitido encontrar tres periodos de expansión y declive de este género, relacionados con cambios climáticos. “Esto sugiere que los cambios en el clima realmente moldean las poblaciones”, añade Orlando.
Comparación
Al comparar el genoma del caballo primitivo con el del doméstico, en este último los científicos han encontrado regiones genéticas que han sufrido selección positiva durante el proceso de domesticación. Además, el genoma del caballo Przewalski, en peligro de extinción, demostró conservar una alta diversidad genética, algo que podría ser clave para su futuro.
Las implicaciones de este trabajo trascienden la evolución de los équidos, ya que plantea un nuevo límite en la supervivencia del ADN. Hasta ahora se pensaba que era imposible recuperar material genético tan antiguo, incluso en temperaturas bajas, por la rápida degradación del ADN tras la muerte.
Sin embargo, estudios recientes sugieren que el ADN podría sobrevivir hasta 1 millón de años en ambientes extremadamente fríos. “Nuestro ADN estaba bien preservado, ya que pudimos detectarlo, pero comparado con otros ejemplos en permafrost estaba muy dañado”, afirma Orlando.
El frío extremo, unido a los avances en la tecnología de la secuenciación, permite soñar con recuperar ADN de otras especies del Pleistoceno Medio, incluso de ejemplares humanos primitivos como Homo heidelbergensis y Homo erectus.
Referencia bibliográfica:
Orlando L. et al. Recalibrating Equus evolution using the genome sequence of an early Middle Pleistocene horse. Nature (2013). DOI: 10.1038/nature12323.
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