Cuando el tsunami de 2004 azotó el sur India, las más golpeadas fueron las islas Andamán y Nicobar, ubicadas entre la Bahía de Bengala y el mar de Andamán. Las comunidades locales viven bastante aisladas desde hace siglos, evitando todo tipo de “desarrollo” y viviendo de la pesca. Pero cuando el tsunami las golpeó de […]
Por Malini Shankar
CAR NICOBAR, India, Sep 8 2014 (IPS)
Cuando el tsunami de 2004 azotó el sur India, las más golpeadas fueron las islas Andamán y Nicobar, ubicadas entre la Bahía de Bengala y el mar de Andamán. Las comunidades locales viven bastante aisladas desde hace siglos, evitando todo tipo de “desarrollo” y viviendo de la pesca.
Pero cuando el tsunami las golpeó de forma imprevista y arrasó las chozas tradicionales de madera sobre pilotes de bambú, los sobrevivientes no tuvieron más remedio que incorporar algunos cambios a su estilo de vida ancestral, en especial en Car Nicobar, capital y centro administrativo de las islas Nicobar.
Uno de los cambios más notables tuvo que ver con el saneamiento, pues hasta entonces la selva oficiaba de gran retrete al aire libre.
Antes de que se pusiera en marcha una gran operación de asistencia y rehabilitación tras el tsunami, muchas comunidades se negaban a las iniciativas que pretendían ofrecerles agua potable, como las plantas de desalinización en la aldea de Chaura, donde unas 1.200 personas dudaban si consumir el líquido “de una máquina”.
Entonces, había muy pocos retretes y la mayoría de los residentes “respondían al llamado de la naturaleza yendo al monte”, relató Benedict, funcionario del Ministerio de Deporte en la división de Kakana que no quiso dar su nombre completo.
Cuando IPS visitó un refugio en ese lugar en 2007, la situación apenas si había mejorado algo. El “inodoro” comunal estaba un poco alejado del albergue, pero era un agujero en la tierra de difícil acceso, al que se llegaba saltando un montículo de tierra, caminando por el húmedo suelo selvático y, encima, había que evitar toparse con víboras.
La única “mejora” era que su profundidad y que estaba cubierto por un pedazo de plástico. Pero no tenía techo ni grifo ni luz.
A la población local todavía le costaba asumir que sus fuentes de agua dulce, un recurso natural ilimitado procedente de los manantiales de estas islas volcánicas, quedaron muy contaminadas tras el tsunami.
Un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre la situación del saneamiento en la isla en 2005 reveló varios casos de diarrea entre los sobrevivientes albergados en campamentos temporales, lo que afectó a varios cientos de personas de los 1.300 residentes.
En la actualidad, la mayoría de las casas en casi todas las aldeas tienen retretes y saneamiento y la población local aceptó la necesidad de contar con sistemas de gestión de agua.
Las personas entrevistadas por IPS en cinco aldeas de varias de las islas Nicobar, Car Nicobar, Kamorta, Campbell Bay, Pequeña Nicobar y Katchall, reconocieron que la infraestructura de agua y saneamiento, así como los refugios permanentes diseñados y construidos por el gobierno de India, fueron mejoras positivas.
“Hay algunos problemas como la escasez de agua y la incomodidad que se vive en los húmedos meses de verano”, indicó Munir Ahmed, de 46 años, el jefe de Pilpillow, en Kamorta. “Los techos de zinc y las casas de concreto son difíciles de soportar porque no son sensibles al clima, comparados con las chozas”, explicó.
“Pero estamos agradecidos por la mayor seguridad”, precisó, reflejando la idea prevalente de que regresar a sus antiguas casas, pese a la proximidad de la playa, de la que la mayoría depende para sobrevivir, sencillamente ya no es una opción, pues el recuerdo de las devastadoras olas todavía está fresco en sus memorias.
Lo mismo ocurre con el agua y el saneamiento. Las comunidades locales utilizan la infraestructura suministrada por el Departamento de Trabajos Públicos, explicó a IPS el subcomisario de Nicobar, Sakshi Mittal. “Ya no la rechazan”, remarcó.
Los pescadores de las costas de Nagapatnam y Cuddalore, en el sureño estado indio de Tamil Nadu, también se benefician de programas similares, muchos de ellos supervisados por la Agencia Suiza para el Desarrollo.
“Tenemos baños con techo de cerámica, ventilación e inodoros occidentales con bidé”, contó la pescadora Vanitha, de Nagapatnam, a IPS.
Las mejoras en la infraestructura son fundamentales en el marco de las negociaciones de la comunidad internacional para fijar los nuevos Objetivos de Desarrollo Sostenible, que reemplazarán a los Objetivos de Desarrollo del Milenio, que vencen en 2015.
Entre las nuevas metas para erradicar la pobreza, se destaca la inclusión de los sectores sociales más marginados.
Las comunidades pesqueras de Tamil Nadu y Puducherry se vieron muy perjudicadas por el tsunami, que dejó a unos 150.000 pescadores sin hogar. En las islas Andamán y Nicobar, unas 10.000 personas murieron y muchas más quedaron en situación sumamente precaria.
El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) construyó unas 8.500 letrinas en las islas tras el desastre, pero todavía hay un déficit de instalaciones sanitarias de 35 por ciento.
La mayoría de los indicadores de salud en estas islas son mejores que en otras partes de India. La mortalidad materna, por ejemplo, está por debajo del promedio nacional de 250 muertes cada 100.000 nacidos vivos.
La esperanza de vida también era mejor en Kerala, 67, 6 por ciento, y en las islas Andamán y Nicobar, 73,4 por ciento, pero el tsunami trajo nuevos problemas como brotes de malaria (paludismo) y enfermedades transmitidas por vectores como el dengue.
Varias organizaciones internacionales, organismos gubernamentales y agencias de las Naciones Unidas encabezaron la respuesta sanitaria y se esforzaron por eliminar los lugares de reproducción del mosquito, distribuir mosquiteros y fumigar vastas áreas, además de insertar en los cursos de agua un pez con apetito por las larvas de mosquito.
Editada por Kanya D’Almeida / Traducido por Verónica Firme
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Fuente : http://www.ipsnoticias.net/2014/09/tsunami-dejo-me…
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