Sabemos que si se inyecta en una determinada región del cerebro de una oveja virgen una cantidad extremadamente pequeña de una hormona, la oxitocina, se pueden inducir en la hembra animal unos comportamientos característicamente maternos hacia crías que no son suyas (seguramente también en una mujer). ¿Origen químico de los instintos?
El problema de fondo es el mismo sobre el que escribí recientemente, en un artículo sobre la bioquímica del amor. ¿Se puede postular que el enamoramiento sea pura y solamente bioquímica?
Una respuesta cerradamente reduccionista socava los viejos cimientos del edificio filosófico que cobija al pensamiento cristiano clásico. Aparte de que el reduccionismo materialista nos aboca a un existencialismo de desesperación, absurdo y sin sentido.
Entiendo que el pensamiento occidental, y particularmente el cristiano, tiene que ser capaz de afrontar con valentía las bases de cuestiones eternas, partiendo de los datos de la ciencia contemporánea. Hay muchas cuestiones, especialmente las relativas al cerebro y al espíritu que convendría tratar de reformular.
Materia y vida
Menciono alguna de las características más simples que diferencian la materia inerte por ejemplo, un trozo de metal de la materia viva (que compone a un organismo cualquiera).
Por una parte, en la materia inerte, incluso considerando las estructuras de los cristales, no se dan ni el mismo grado de unidad ni el mismo nivel de integración “arquitectural” de componentes que en la materia viviente.
En esta unidad del organismo vivo se pueden destacar varios, más bien múltiples, sistemas jerárquicamente organizados, que funcionan secuenciados con controles muy finos de los parámetros directores.
Por otra parte, en la materia inerte hay una estabilidad en el conjunto de sus partes átomos, moléculas , desplegadas en el espacio y mantenida gracias a fuerzas físicas; mientras que en la materia viva lo que hay es una estabilidad funcional en continua autoconstrucción: despliegue en el tiempo, replicación, metabolismo, mecanismos de selección natural, etc.
Estas diferencias -que todo el mundo percibe- parece que bastarían para asentar la proposición de que una cosa es la materia, y otra es la vida y los fenómenos que conlleva.
Paralelamente, diríamos que una cosa son las moléculas de las hormonas de oxitocina y otra los comportamientos maternales de la hembra oveja.
Y, sin embargo, la ciencia contemporánea continua explorando la « a-bio-poiesis» que eliminaría las diferencias ontológicas entre la materia inerte y la materia viviente
Con ese nombre, a-bio-poiesis, derivado del griego, se designan hoy los estudios de los orígenes de la vida, en particular en el planeta Tierra. Excluyendo, bien entendido, la intervención directa de un Agente Divino (Dios).
(Un tratamiento científico de este tema lo pueden encontrar en un libro bien documentado y muy equilibrado: Sobre el origen de la vida, de Manuel Martínez Luque-Romero, un investigador que posee amplios conocimientos tanto científicos como filosóficos).
Últimos descubrimientos sobre la vida
Han quedado establecidos por la investigación actual, de manera teórica y a veces empírica pero siempre con solidez y coherencia, los elementos de doctrina siguientes:
• De todas y cada una de las características que se atribuyen a la vida: replicación, metabolismo, mecanismos de selección natural, etc… es constatable científicamente que existen amagos – más que eso – inicios, ensayos evidentes, en la materia inerte prebiótica. No es aquí el lugar apropiado para apuntalar estas afirmaciones. Me remito a una amplia literatura que se puede encontrar hasta en Internet (o en la obra de Manuel Martínez citada más arriba).
• Tan es así que es más que plausible que la aparición de la vida se pueda ya explicar a partir de la química en términos teóricos, aunque por ahora parcialmente.
• De ahí se puede inferir también, con cierta probabilidad, que tiene que haber vida de una forma u otra en los espacios interestelares, puesto que la química y sus leyes son idénticas en cualquier lugar y tiempo del universo. Con tal de que, en ese lugar y tiempo, se den las condiciones físicas y químicas apropiadas para la emergencia del material biótico.
• Geólogos y paleontólogos han hecho ya un inventario de una serie de acontecimientos susceptibles de propiciar los procesos de biogénesis, basado en la ocurrencia de esas condiciones favorables en la historia del planeta Tierra.
• Si el Big Bang aconteció hace 13,8 Ga (mil millones de años), el origen del planeta Tierra se sitúa hace unos 4,54 Ga. Los primeros indicios de vida, fósiles bióticos, han sido localizados hace 3,5 Ga en Akilia, Groenlandia.
• Por consiguiente, tratamos aquí de enunciados relativos a eventos históricos. No de meras construcciones metafísicas de valor epistemológico cuestionable. Contra facta non valent argumenta.
Queda la eterna pregunta sobre el sentido
No se puede, de ninguna manera, ignorar estos datos de la ciencia. Como no se puede ignorar, en nombre de mitos y creencias, la existencia de los dinosaurios, la teoría darwiniana u otra variante de la evolución de las especies, Lucy, la existencia de homínidos, etc. Es ceguera, quizás confortable, pero no intelectualmente honrada.
Como dice Manuel Martínez, estas teorías nos explican incompletamente pero de manera plausible el cuándo, y el cómo de los orígenes de la vida. Pero no el para qué. Falta el sentido, y el impulso, cuando no una forma de diseño.
Al interrogarnos sobre el sentido y el para qué, nos adentramos ya en la metafísica. Un dominio en el que los científicos no tienen derecho a entrar y, si desean hacerlo, habrán de quitarse la bata blanca de científicos y despojarse de la autoridad que tenían antes de entrar en ese terreno.
Un axioma oculto en los argumentos reduccionistas
El punto de partida implícito – un axioma oculto que subyace a los razonamientos cerradamente reduccionistas de ciertos científicos- es que no hay pregunta que no pueda ser respondida en términos de física y química.
El fallo grave de este axioma, o presupuesto, es que no hay manera de probarlo. Para creer en él hay que asumirlo sin más interrogación. Se ha cambiado una fe por otra fe, dado que fe es suspender la acción de la inteligencia y someterse pre-críticamente a una manera de ver el mundo (Teilhard de Chardin).
En conclusión. Los señores, que viven instalados en arcaicas visiones del mundo pre-darwinianas, ¡tendrán que buscar otras explicaciones!
Es tarea del hombre del XXI, buscar nuevas y radicales formulaciones, so pena de caer en el nihilismo más negro. ¿O es que hay que vendarse los ojos?
Abanico de actitudes ante el conocimiento y la realidad
1. Los creacionistas ingenuos. Tanto los que se atienen a la literalidad de la Biblia, como los que son prácticamente dualistas, cartesianos in saberlo. Son actitudes cómodas, porque proveen con respuestas “prêt-à-porter” para todo.
2. Los que ya lo saben todo porque han oído campanas sobre la evolución, la teoría atómica, el Big Bang, etc. En razón de esos conocimientos, más o menos profundos, se dicen materialistas convencidos y se autoproclaman ateos satisfechos.
3. Los que saben que la ciencia actual nos ofrece conocimientos fragmentados, parciales y descosidos de lo real. Vamos en la buena dirección, pero asintóticamente. Nunca llegaremos al Todo. Pero seguiremos buscando. “Voy todavía” (Oscar Varela). Haciendo camino al andar.
4. Los que se sienten frustrados porque no se resignan a aceptar nuestra irrevocablemente limitada condición humana. “Acudan a otra ventanilla” (Rafael Blasco Plà) es siempre la respuesta que encuentran por el camino de la ciencia. En consecuencia, fieles a su búsqueda de absoluto y de sentido, se tornan hacia la vía mística o la ética del Amor universal.
5. Los que pasan de la cuestión. Donde no hay respuesta, no existe el problema.
(*) Blas Lara ha sido catedrático de la universidad de Lausanne y Jefe del departamento de Informática, Investigación Operativa y Estadística de Nestlé (Vevey). Es editor del Blog Negociación de Tendencias21.
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