Correr puede ser muy bueno para el cerebro, según un estudio de la Universidad de Arizona (EEUU). En este, se realizaron escáneres de resonancia magnética a dos grupos humanos: Por un lado, a varones adultos jóvenes corredores de fondo y, por otro, a jóvenes adultos varones con una vida más sedentaria.
Todos los participantes tenían entre 18 y 25 años, índices de masa corporal comparables y niveles educativos similares. Las exploraciones fueron realizadas en estado de reposo, esto es, con los participantes despiertos pero sin hacer ninguna tarea específica.
Las mediciones revelaron lo siguiente: Los cerebros de los corredores tenían mayor conectividad funcional que los cerebros de los otros jóvenes. Dicha conectividad incrementada se halló entre distintas regiones cerebrales, incluida la corteza frontal, que es importante para el desarrollo de funciones cognitivas como la planificación, la toma de decisiones y la capacidad de cambiar la atención entre tareas.
Medida de prevención
El hallazgo sienta las bases para una mayor comprensión de cómo el ejercicio afecta al cerebro de adultos jóvenes. Además, dado que la conectividad funcional a menudo parece estar alterada en adultos envejecidos, y particularmente en aquellos con Alzheimer u otras enfermedades neurodegenerativas, es una medida importante a considerar.
En los últimos años, diversos estudios ya habían demostrado que la actividad física y el ejercicio pueden tener un impacto beneficioso en el cerebro. Por ejemplo, en 2013 dos estudios revelaron que la actividad física reorganiza el cerebro, de tal forma que su respuesta al estrés se reduce.
Pero, en general, estas investigaciones han estado centradas en los adultos mayores, como este estudio realizado en 2016 y que señaló que la gente mayor que hace ejercicio regularmente, a un nivel de moderado a intenso, es menos propicia a sufrir pequeñas lesiones cerebrales o “infartos cerebrales silenciosos”, primer signo de enfermedad cerebrovascular.
«La cuestión de lo que está ocurriendo en el cerebro a edades más tempranas (al hacer deporte) no se ha explorado realmente en profundidad, y es importante», afirma David Raichlen, uno de los autores de la presente investigación.
La importancia de esta información, según Raichlen radica en que lo que hacemos a lo largo de la vida puede afectar lo que sucede en nuestro cerebro a medida que envejecemos.
«Una de las preguntas clave que estos resultados plantean es si lo que se ha constatado en los adultos jóvenes -en términos de las diferencias de conectividad cerebral- supondrá algún beneficio más adelante en la vida», siguen diciendo los investigadores. Ellos creen que ser físicamente activos durante la juventud podría ser beneficioso para el cerebro a largo plazo, y contrarrestar los efectos del envejecimiento y la enfermedad en este órgano.
Referencia bibliográfica:
David A. Raichlen, Pradyumna K. Bharadwaj, Megan C. Fitzhugh, Kari A. Haws, Gabrielle-Ann Torre, Theodore P. Trouard, Gene E. Alexander. Differences in Resting State Functional Connectivity between Young Adult Endurance Athletes and Healthy Controls. Frontiers in Human Neuroscience (2016). DOI: 10.3389/fnhum.2016.00610.
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