Un informático que trabaja en redes neuronales ha inventado una “Máquina de la creatividad” que le ha permitido registrar hasta ahora una docena de patentes, algunas de las cuales han sido inventadas por la propia máquina.
El informático se llama Steve Thaler, presidente de la empresa Imagination Engines, Inc. Thaler destapó su invento en 1995, a través de un artículo publicado en la revista Neural Networks en el que explicaba las bases de funcionamiento de la Máquina de la Creatividad, y del que se hizo eco en su momento Newscientist.
En la actualidad Thaler se propone extender a Internet la Máquina de la Creatividad, con la finalidad de que pueda conocerla todo el mundo para de esta forma generar a través de la red una inteligencia sintética a nivel de la especie.
Tal como explica al respecto St. Louis Post, gracias a la máquina de la creatividad Thaler ha escrito más música que ningún otro compositor, ha inventado el más famoso cepillo de dientes, la más potente herramienta para detectar terroristas a través de Internet, ha descubierto sustancias más duras que el diamante, ha creado más de un millón y medio de nuevas palabras en inglés y formado a robots con forma de cucarachas.
A la sombra de la máquina
Pero Thaler en realidad no es sino la figura en la sombra, ya que el artífice de toda esta proeza es un programa de ordenador denominado Máquina de la Creatividad, que puede definirse como un sistema que desarrolla nuevas estrategias a partir de la información recibida.
Thaler se adentró en este Universo de la Inteligencia Artificial enseñando a redes neuronales a reconocer diferentes diseños de automóviles. Para conseguirlo, introdujo en el sistema informático una representación digitalizada de un modelo de automóvil.
A continuación entrenó a la red para que reprodujera por sí misma el modelo introducido. Una vez repetida la experiencia con otros modelos de automóviles, descubrió que algunas conexiones de las redes neuronales comenzaron a especializarse para cumplir mejor su cometido.
El descubrimiento no terminó ahí, ya que la red, a partir de la experiencia acumulada con los modelos de automóviles que le fueron introducidos, fue capaz de clasificar los diferentes estilos sin que nadie se lo solicitara, lo que desveló su capacidad natural, como ocurre con los sistemas vivos, para adaptarse al entorno desarrollando nuevas estrategias.
Ruido en el sistema
Fue suficiente para que Thaler avanzara en el conocimiento de las posibilidades de las redes neuronales y descubrió otra característica en este sistema artificial que emula el funcionamiento del cerebro: una alteración en el sistema provoca una autoorganización y la aparición de nuevas ideas o estrategias.
La alteración del sistema la consiguió Thaler introduciendo ruido, es decir, desorden, mediante la modificación del peso de las conexiones. Como resultado, el sistema de inteligencia artificial generó información inédita, sin necesidad de un programa que la desencadenara o solicitara.
En consecuencia, una cierta dosis de desorden introducido en el sistema de redes neuronales permitió la creación de nuevos diseños de automóviles, totalmente inéditos, que son el reflejo combinado de los modelos almacenados en su memoria.
Además de alumbrar nuevos modelos de automóviles totalmente concebidos por una inteligencia artificial, Thaler estableció que las grandes ideas son el resultado de alteraciones en el funcionamiento habitual de las neuronas, lo que señala un camino para la exploración de los mecanismos de la creatividad humana.
Duplicada la muerte cerebral
Según esta hipótesis emanada del funcionamiento de la inteligencia artificial, las redes nerviosas funcionan como programas de ordenador que modelan nuevos objetos y generan nuevas ideas que son útiles para la vida de las personas, cuando se produce una alteración del sistema (como el impacto sufrido por una adversidad).
Thaler llegó a plantearse incluso que, si queremos conocer lo que ocurre en el cerebro en el momento de la muerte, no hay más que repetir el proceso en una red neuronal. Creó un programa específico para provocar la muerte de esta inteligencia artificial, con la misión de repetir en la Máquina de la Creatividad el papel que juegan las neuronas enfermas en el cerebro.
Introdujo en el sistema villancicos y a continuación desató el programa destinado a provocar la muerte, lo que le permitió presenciar un duplicado del proceso de la muerte cerebral: desajuste progresivo de la red neuronal, pérdida paulatina de la capacidad creativa, generación incontrolada de nuevas ideas… Todo desencadenado por efecto de una perturbación en el sistema. La muerte también es un proceso creativo, estima Thaler.
El ruido o el desorden es necesario para que el cerebro funcione correctamente e incluso para que muera. La labor de Thaler es descubrir los modos de ruido que son más eficaces para provocar la creatividad, la innovación, las nuevas ideas y estrategias para la supervivencia. Incluso ha descubierto el equivalente matemático de las señales que mueven a las neuronas biológicas.
11.000 canciones
La Máquina de la Creatividad tiene muchas posibles aplicaciones, además de las desarrolladas por Thaler, particularmente en el campo de la seguridad. Pero no todas son perfectas: de las 11.000 canciones creadas por este programa informático, sólo algunas son buenas o aceptables, como la que puede escucharse aquí.
La ventaja de la Máquina de la Creatividad es que es capaz de resolver por sí misma problemas de adaptación que en otros casos requieren la introducción de nuevas instrucciones: si un robot, por ejemplo, tropieza con un obstáculo, es incapaz de sortearlo si no dispone de un programa específico. La Máquina de la Creatividad, en este supuesto, encuentra por sí misma la alternativa.
Las consecuencias de estas investigaciones sobre las ciencias del conocimiento se presentan prometedoras. El desorden es lo que permite a un sistema crear y evolucionar, según la experiencia de la Máquina de la Creatividad. Y lo más probable sea que nuestro cerebro funcione de la misma forma.
Tal como reflexiona al respecto Benoit Hardy-Vallée, la red desordenada es en la práctica un centro caótico en el que residen los deseos y la imaginación. Y la red que asegura el control, ¿no es acaso un superyo que viene a moderar el desorden? Este superyo, mediante la programación de Thaler, integra esquemas de la misma forma que el superyo del niño integra a los de sus padres.
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