Científicos del Instituto Nacional de Estándares y Tecnología (NIST), del Departamento de Comercio de los Estados Unidos, afirman haber encontrado la fórmula para descubrir si existe vida extraterrestre o no en otros planetas, sin tener que esperar a que los alienígenas vengan a visitarnos.
Según publica el NIST en un comunicado, la técnica desarrollada por los investigadores para detectar vida en el espacio no divisará a los extraterrestres directamente.
En lugar de eso, los instrumentos de rastreo empleados buscarán una señal inequívoca de la existencia de vida en algo mucho más abstracto: los efectos que provoca la biología en cualquier entorno, a nivel molecular.
Marca química reveladora
Para ello, los científicos analizarán una propiedad denominada “quiralidad” en las moléculas de planetas lejanos. Esta propiedad la presentan algunas de las moléculas clave de la biología, como los aminoácidos y los azúcares, y consiste en que dichas moléculas, al incidir sobre ellas la luz, favorecen una dirección de rotación de ésta.
Así, según la dirección que propicien, las moléculas pueden ser “diestras” o “zurdas”. Una molécula diestra tiene la misma composición que su “prima” zurda, pero los comportamientos químicos difieren entre ambas.
Según explica Tom Germer, uno de los autores de esta investigación, dado que muchas sustancias esenciales para la vida propician una dirección particular de rotación de la luz, la quiralidad podría convertirse en una “marca” que revele la presencia de vida en lugares muy alejados de la Tierra.
Ampliación de posibilidades
Para tratar de detectar dicha quiralidad, los científicos han creado un artefacto específico que les permitirá no tener que limitarse sólo a buscar materiales concretos vinculados a las formas de vida terrestres, como el oxígeno.
Según Germer, ahora las posibilidades de detección de vida extraterrestre se amplían porque los aminoácidos, los azúcares o el ADN son sustancias que se encuentran en cada organismo vivo, y todos son zurdos o diestros.
Lo cierto es que muchas moléculas no relacionadas con la vida exhiben también la propiedad de la quiralidad, pero la clave estaría en que, cuando los organismos se reproducen, su descendencia hereda la quiralidad de las moléculas de sus predecesores.
Así, a medida que la vida se expande, según la hipótesis de los científicos, el entorno en que se da esta expansión llega a albergar una gran cantidad de moléculas “zurdas” o “diestras”.
Detección de procesos de autoensamblaje
Si la superficie estudiada sólo presenta una colección de moléculas aleatoriamente quirales significará que la vida no se ha desarrollado en ella, explica Germer.
Pero si, por el contrario, en ese espacio se han desarrollado los procesos de autoensamblaje característicos de la vida, esto podrá constatarse en la tendencia de las moléculas estudiadas a ser más zurdas que diestras o viceversa.
De hecho, según Germer, es difícil imaginar que en la superficie de un planeta puedan preponderar un tipo u otro de moléculas sin que eso implique que en él se han producido procesos de autoensamblaje y, por tanto, seres vivos.
Los procesos de autoensamblaje son un componente esencial de la vida, y consisten básicamente en la organización autónoma que da lugar a la aparición de nuevos organismos.
Desde un telescopio o una sonda espacial
Dado que las moléculas quirales reflejan la luz de una forma que indica su cualidad de “zurdas” o de “diestras”, el dispositivo creado por los investigadores permite verter luz sobre plantas vivas y bacterias, para detectar posteriormente la polaridad del reflejo que éstas emiten como respuesta.
En la actualidad, los investigadores trabajan en mejorar el detector para que pueda abarcar grandes superficies. Una vez que se demuestre que funciona correctamente, esperan poder incorporarlo a un gran telescopio o a una sonda espacial.
Las primeras pruebas se realizarán siguiendo las señales moleculares que emiten los organismos de nuestro propio planeta, para luego empezar a “mirar” en otros más alejados.
Los fondos para esta investigación proceden del Space Telescope Science Institute de la NASA y de la Agencia Espacial Europea (ESA).
Una realidad para la ciencia
La búsqueda de vida extraterrestre cada vez se aleja más de la ciencia ficción a medida que la ciencia se adentra en el cosmos.
En los últimos años, se han ido incrementando las evidencias que apuntan a la posibilidad de que no estemos solos en el universo. Así, por ejemplo, se sabe ya que más de la mitad de las estrellas similares a nuestro sol en la Vía Láctea podrían tener sistemas planetarios parecidos al nuestro orbitando alrededor de ellas. Los astrónomos consideran, por ello, que podría haber cientos de «tierras» aún por descubrir más allá de nuestro sistema solar.
Por otro lado, en los últimos tiempos hemos sabido, por ejemplo, que los científicos han ampliado la búsqueda de vida extraterrestre a planetas denominados “Super-Tierras”, que son planetas fríos de sistemas solares muy lejanos, o que recientemente el Telescopio Espacial Hubble detectó dióxido de carbono en la atmósfera de un planeta que orbita alrededor de una estrella distante, lo que demuestra que la química biológica básica puede hallarse en otros lugares del espacio.
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