Un informe presentado en la reciente reunión del Arctic Climate Impact Assessment, proyecto internacional especializado en evaluar los cambios climáticos e integrado por delegaciones de Canadá, Dinamarca, Finlandia, Islandia, Noruega, Rusia, Suecia y Estados Unidos, ha advertido que el deshielo puede romper los oleoductos que cruzan la región ártica.
Según este informe, realizado durante cuatro años por más de 250 científicos de ocho países, la temperatura invernal ha aumentado en los últimos 50 años cerca de 4 grados en Alaska, Oeste de Canadá y Este de Rusia, lo que según este informe ha provocado la pérdida de un millón de kilómetros cuadrados de superficie helada desde 1974.
Si esta tendencia perdura, advierte el informe, la masa helada del norte perderá entre el 50% y el 100% de su superficie actual antes de finales de siglo, dependiendo de la intensidad del calentamiento global, lo que significa que el Ártico está mucho más afectado por el impacto humano sobre la naturaleza que otras regiones del globo.
El informe, si bien confirma otras apreciaciones anteriores, añade las consecuencias previsibles de esta evolución del clima, cuya temperatura puede aumentar entre 4 grados y 13 grados Celsius más en los próximos cien años. Los escenarios varían en intensidad según se considere una evolución moderada o radical de la temperatura ártica, pero el informe señala como una consecuencia previsible el aumento de los niveles del mar en más de siete metros durante las próximas décadas.
Riesgos energéticos
Lo que más ha llamado la atención de los políticos, sin embargo, es la posibilidad de que una central nuclear rusa, situada cerca de Mourmansk, resulte amenazada, así como que los oleoductos de Alaska y Rusia se pongan asimismo en peligro por la posibilidad de que el suelo helado actual se vuelva inestable.
Menos Finlandia, todos los países limítrofes del Ártico poseen terminales petrolíferas que son fundamentales para el suministro de petróleo en Occidente. Abundando sobre esta realidad, el Consejo Ártico ha señalado los riesgos ecológicos graves que se derivarían de eventuales rupturas en los oleoductos árticos, ya que el impacto afectaría incluso a regiones alejadas.
Los antecedentes de estos episodios son elocuentes: en 1994 se produjeron fugas de petróleo en la región rusa de Usinsk que arrojaron 116 millones de toneladas de petróleo bruto, causando grandes daños a la región.
En latitudes tan extremas los ecosistemas de la tundra y la taiga son altamente sensibles a la contaminación por crudo. Los oleoductos de la región están dispuestos en la superficie de tierras agrícolas, mal construidos y con pobre mantenimiento, por lo que ya sufren fugas regulares. Los efectos de este tipo de contaminación por crudo se prolongan durante décadas.
Región sensible
En el Ártico el petróleo contamina más tiempo debido a las bajas temperaturas, que disminuyen la evaporación del crudo. Además, la ausencia de luz durante una gran parte del año polar disminuye la radiación de las rayos ultravioletas necesarios para la descomposición del petróleo.
Todo se conjuga para aumentar el daño en una región tan sensible. Durante el invierno, el hielo y la nieve mantienen estable el petróleo, pero a partir de la primavera el deshielo libera al crudo, fenómeno que se amplifica con el aumento de la temperatura invernal denunciado por el Consejo Ártico.
En el medio marino, el hielo polar reduce la acción de las olas que ayuda a diluir la marea negra. Cuando el petróleo se quema, las nubes se concentran en las capas inferiores de la atmósfera debido al efecto de las corrientes de aire inversas, lo que retroalimenta el calor de la superficie, disminuye aún más la penetración de los rayos solares y aumenta la nocividad de la contaminación sobre la población humana, animal y vegetal.
La sensibilidad política respecto a estos riesgos es algo mayor. Los gobiernos, empresas y organismos internacionales se esfuerzan en preparar a la región ártica ante posibles catástrofes, ya que a las amenazas derivadas del cambio climático se suman los desechos nucleares que proliferan en la región.
El Consejo Ártico es uno de los ingredientes de esta red de alerta, por lo que su informe sobre las consecuencias del cambio climático no deben ser tomadas a la ligera, particularmente cuando señala que el impresionante ritmo adquirido por los cambios climáticos confirma su relación con las causas artificiales, como el uso intensivo de carburantes fósiles, lo que constituye una llamada de atención a la clase política respecto a las consecuencias de la actividad industrial.
Sin embargo, ya habido algunas reacciones: el conservador The Washington Times ha descalificado con ironía el informe del Consejo Ártico, al mismo tiempo que el Senado de Estados Unidos ha tenido una sesión especial a instancias de John McCain, quien se ha mostrado decepcionado por la posición de la Casa Blanca ante estas advertencias, tal como ha reflejado The Washington Post.
Nuevas vías marítimas
El cambio del clima ártico tiene un efecto que puede sin embargo ser positivo: las rutas árticas quedan disponibles para la navegación. Se cree que dentro de cinco años los barcos puedan atravesar las rutas árticas que comunican Rusia con Europa durante al menos dos meses al año, algo reservado en la actualidad a navíos especialmente equipados.
Esta eventualidad abre la posibilidad a que el petróleo siberiano, cuya producción aumentará considerablemente en los próximos años, pueda ser transportado por barcos en vez de por oleoductos. La industria se prepara para estos cambios.
Ello no impide que el aumento de la temperatura en la región continúe representando una amenaza múltiple para la sociedad.
Hacer un comentario