Entre 2031 y 2060 podrían producirse interrupciones en el suministro de energía en Europa y Estados Unidos, debido a un importante descenso en la producción de las centrales termoeléctricas. El problema se originaría por la ausencia de agua para refrigeración, una consecuencia directa del cambio climático. La reducción de la producción energética oscilaría entre un 4 y un 19%.
Estas son algunas de las conclusiones de un estudio en el que han participado el International Institute for Applied Systems Analysis (IIASA) de Austria, el Earth System Science and Climate Change Group de la Wageningen University and Research Centre de los Países Bajos, el Departamento de Ingeniería Civil y Ambiental de la Universidad de Washington (Estados Unidos) y el Institute of Energy and Climate Research–System Analyses and Technology Evaluation del Forschungszentrum Jülich (Alemania).
Además, la investigación contó con el apoyo de la Comisión Europea mediante distintas iniciativas enmarcadas en el Water and Global Change programme (WATCH). Los resultados del estudio han sido difundidos mediante una nota de prensa del IIASA, como así también a través de un artículo publicado en el medio especializado Nature Climate Change.
El problema analizado ya se evidencia en la actualidad, si tenemos en cuenta que el aumento de la temperatura del agua y la disminución de los flujos de los ríos en Europa y Estados Unidos se ha traducido en los últimos años en la reducción de la producción o en el cierre temporal de varias plantas termoeléctricas, propiciando un incremento en los precios de la electricidad y una mayor preocupación sobre el futuro de la seguridad energética en el marco de un clima cambiante.
Un panorama complejo
Las plantas termoeléctricas, esto es, las nucleares o las alimentadas por combustibles fósiles, suministran el 78% en los Estados Unidos y el 91% en Europa, del total de la electricidad requerida, por lo tanto la interrupción de su funcionamiento es una preocupación significativa para el sector energético.
La falta de agua de refrigeración podría provocar entre 2031 y 2060 una disminución en la capacidad de generación de energía termoeléctrica de entre un 6 y un 19% en Europa y entre un 4 y un 16% en los Estados Unidos. Al mismo tiempo, el riesgo de una carencia energética grave (casi total) se triplicaría.
En comparación con otros sectores que emplean agua, como por ejemplo la industria, la agricultura o en el caso del uso hogareño, el área de la energía termoeléctrica es uno de los mayores usuarios de agua en los Estados Unidos y en Europa, concentrando el 40 y el 43%, respectivamente, del total de las extracciones de agua superficial.
Las plantas de energía requieren volúmenes constantes de agua a una temperatura particular, para evitar el sobrecalentamiento de las centrales eléctricas. Una menor disponibilidad de agua y el aumento de la temperatura de la misma, fenómenos asociados con el cambio climático, podrían provocar graves consecuencias en el suministro de electricidad.
Problemas ecológicos
Según los responsables de la investigación, las centrales eléctricas que toman el agua directamente de ríos, lagos o el mar para enfriar los condensadores de las turbinas son las más vulnerables. Asimismo, como el agua es devuelta al medio a temperaturas mayores que las originales se genera otro inconveniente: el impacto ambiental sobre los ecosistemas implicados.
En consecuencia, los altos precios de la electricidad y la posible interrupción del suministro son preocupaciones importantes para el sector de la energía y para los consumidores, pero otro motivo de preocupación cada vez mayor es el impacto ambiental de la temperatura del agua en los ecosistemas de los ríos, afectando por ejemplo los ciclos de vida de los organismos acuáticos.
Tanto Estados Unidos como Europa tienen estrictas normas ambientales en relación con el volumen de agua extraída y con la temperatura del agua que las centrales eléctricas devuelven al medio. Sin embargo, los bajos caudales de los ríos y los cambios en el clima puede dar lugar a conflictos entre los objetivos ambientales y los relacionados con la producción de energía.
Una estrategia de adaptación a esta nueva realidad supone reducir la dependencia de las fuentes de agua dulce y reemplazarlas con agua salada. Sin embargo, dada la expectativa de vida de las actuales plantas de energía y la imposibilidad de ubicar fuentes alternativas de agua esto no es una solución inmediata, pero debería tenerse en cuenta en la planificación de infraestructuras a futuro.
Otra opción es cambiar a las nuevas centrales eléctricas a gas, que son más eficiente que las nucleares o que las que emplean combustibles fósiles y utilizan menos agua.
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