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El cerebro separa el habla de la escritura, revela un estudio

Aunque la capacidad humana de escribir evolucionó a partir de nuestra capacidad de hablar, ambas acciones se relacionan hoy día con sistemas independientes del cerebro. Por eso, alguien incapaz de escribir una frase de manera gramaticalmente correcta, puede que sea capaz de decirla bien en voz alta, y viceversa. Esto es lo que han constatado investigadores de la Universidad Johns Hopkins de EEUU. Por Marta Lorenzo.

El cerebro separa el habla de la escritura, revela un estudio

Aunque la capacidad humana de escribir evolucionó a partir de nuestra capacidad de hablar, ambas acciones se relacionan hoy día con sistemas independientes del cerebro. Por eso, alguien incapaz de escribir una frase de manera gramaticalmente correcta, puede que sea capaz de decirla bien en voz alta, señalan investigadores de la Universidad Johns Hopkins de EEUU.

Estos científicos han descubierto que es posible presentar daños en la parte del cerebro relacionada con el habla sin afectar la parte vinculada a la escritura,  y viceversa; incluso en cuanto a lo que se refiere a los morfemas, que son los componentes más pequeños de la lengua con significación (un ejemplo, en la palabra “niñas”, niñ sería el lexema o raíz; la vocal a un morfema que indica género femenino y la letra s, un morfema que indica plural).

Problemas opuestos

El presente estudio partió del interés por comprender cómo organiza el cerebro el conocimiento de la lengua escrita -lectura y ortografía- . Más específicamente, los científicos querían saber si el lenguaje escrito depende de la lengua oral en adultos alfabetizados.

De ser así, cabría esperar encontrar errores similares en el habla y en la escritura. De lo contrario, la gente no necesariamente escribiría como habla.

Para tratar de desvelar esta cuestión, el equipo estudió a cinco personas que habían sufrido un accidente cerebrovascular y padecían afasia, un trastorno que conlleva la pérdida de capacidad de producir o comprender el lenguaje.

En concreto, cuatro de los pacientes tenían dificultades para usar los morfemas adecuados al escribir frases pero, cuando hablaban, no tenían tantas dificultades en este aspecto.  El último individuo tenía el problema opuesto: presentaba problemas al hablar, que no afectaban a su escritura.

Mal uso de los morfemas

Los investigadores mostraron a los cinco participantes una serie de imágenes en las que aparecían individuos realizando acciones, y les pidieron que las describieran. Ellos dijeron, por ejemplo, “el niño está caminando”, pero escribieron: “el niño está caminado”. O dijeron “David está comiendo una manzana”, pero escribieron “David está comido una manzana” (es decir, que se equivocaban, bien hablando bien escribiendo, al añadir los sufijos).

Según explican los investigadores en un comunicado de la Universidad Johns Hopkins, estos resultados revelan que la escritura y expresión oral son impulsadas por diferentes partes del cerebro, y no sólo en términos de control motor de mano y boca, sino también en los aspectos de construcción de las palabras.

«Hemos descubierto que el cerebro conoce las partes de las palabras y cómo estas encajan entre sí y que, cuando hay daños en el cerebro, estos pueden afectar al uso de ciertos morfemas en la escritura y no en el habla; y viceversa», explican los autores del estudio.

La comprensión de cómo el cerebro distingue partes de las palabras podría ayudar a los educadores que enseñan a niños a leer y escribir; e impulsar el desarrollo de mejores tratamientos para las personas que sufren afasia.

¿Una diferencia fruto de la evolución?

Los resultados del presente estudio tienen sentido si tenemos en cuenta que la lectura, al contrario que el habla, no es una capacidad innata sino que es fruto de un “reciclaje neuronal” a lo largo de los siglos, tal y como defiende Stanilas Dehaene, un profesor de psicología cognitiva experimental del Collége de France y director del laboratorio UNICOG, autor de una obra titulada Les neurones de la lecture.

El habla, por el contrario, hunde sus raíces en un periodo mucho más primitivo de la evolución pues, según estudios recientes, sería fruto de la combinación de dos formas de comunicación también presentes en el resto del reino animal: por un lado, el canto de las aves, y por otro, las formas de expresión más utilitarias y portadoras de información, observadas en otros animales.

Sin embargo, otra investigación de 2009, vinculó tanto el lenguaje hablado como el escrito con una misma área del cerebro: la llamada área de Broca. Gracias a la aplicación de una técnica de registro de imágenes cerebrales, este estudio reveló los procesos de dicha área mientras un grupo de pacientes hablaba y leía; y constató que el área de Broca resulta clave para el procesamiento, en cuestión de milisegundos, de la gramática, el léxico y la fonética.

Estos hallazgos contradicen una común idea -más relacionada con el reciente trabajo de la Universidad Johns Hopkins-: que el área de Broca se ocupa sobre todo del procesamiento del lenguaje expresivo (el habla) mientras que la llamada área Wernicke (situada en el cortex cerebral) se encarga de la recepción del lenguaje (lectura y comprensión).

Referencia bibliográfica:

B. Rapp, S. Fischer-Baum, M. Miozzo. Modality and Morphology: What We Write May Not Be What We Say. Psychological Science (2015). DOI: 10.1177/0956797615573520.

RedacciónT21

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