El beneficio que los bebés prematuros obtienen del contacto de su piel con la de sus madres es mensurable incluso 10 años después de su nacimiento, ha revelado un nuevo estudio publicado en la revista Biological Psychiatry.
En general, ya se sabía que el contacto físico con los bebés es esencial para el desarrollo físico y psicológico de los pequeños. Esto había quedado demostrado a través de efectos constatados en recién nacidos abandonados en hospitales u orfanatos, con problemas de desarrollo posteriores, como depresión o incapacidad de prosperar. Pero, ¿qué tipo de contactos es necesario y cuál beneficioso para el bebé?
En el presente estudio, Ruth Feldman, profesora del Brain Research Center de la Universidad Bar-Ilan de Israel, y sus colaboradores, analizaron los efectos de diferentes niveles de contacto físico en bebés nacidos antes de tiempo.
«En este estudio, que ha durado una década, se ha demostrado por vez primera que el contacto entre la madre y el recién nacido piel a piel durante el período neonatal mejora la funcionalidad de los niños diez años más tarde», afirma Feldman en declaraciones publicadas por Elsevier.
Efectos una década después
Más concretamente, los investigadores compararon a bebés prematuros atendidos en incubadora estándar con otros a los que se les aplicó una técnica conocida como «cuidado canguro» (KC), que consiste en mantener el contacto piel a piel entre el bebé y un adulto unas horas al día.
La KC se desarrolló inicialmente para atender a bebés prematuros en regiones donde no se disponía de incubadoras. El método, en esencia, consiste en aprovechar el calor del cuerpo de la madre para mantener a los bebés calientes, y evitar así el riesgo de que sufran hipotermia.
En esta investigación, Feldaman y su equipo pidieron a 73 madres que practicaran el contacto piel a piel con sus bebés prematuros durante una hora al día, durante 14 días consecutivos. A modo de comparación, los investigadores también evaluaron a 73 recién nacidos prematuros que recibieron atención en una incubadora estándar. El seguimiento a los niños se realizó en siete ocasiones, durante los diez primeros años de sus vidas.
Así pudo constatarse que durante el primer semestre de los niños, las madres del grupo KC fueron más sensibles y manifestaron un comportamiento más maternal hacia sus hijos. Los niños del grupo KC mostraron además mejores habilidades cognitivas y habilidades ejecutivas en las pruebas repetidas entre esos seis meses y los diez años.
A esa edad, los niños que recibieron el contacto materno de la KC en la unidad de neonatología presentaron asimismo una respuesta neuroendocrina al estrés mejorada, un funcionamiento más maduro del sistema nervioso autónomo, y un mejor control cognitivo.
«Este estudio nos recuerda una vez más las profundas consecuencias a largo plazo del contacto materno», afirma el doctor John Krystal, editor de la revista Biological Psychiatry. «El mayor nivel de estimulación proporcionada por este contacto parece influir positivamente en el desarrollo del cerebro».
Feldman concluye que «la KC es una herramienta de fácil aplicación, con un coste mínimo, y con un impacto multidimensional a largo plazo sobre el desarrollo del niño, lo que señala que debería integrarse en la atención de los recién nacidos prematuros de todo el mundo».
La importancia del apego
Los partos prematuros son un problema de salud en todo el mundo. En las sociedades industriales, aproximadamente el 12% de los bebés nacen antes de tiempo, y en los países en desarrollo ese porcentaje es aún más elevado.
Aunque la medicina moderna ha aumentado considerablemente la supervivencia de estos niños, muchos de ellos sufren secuelas neurológicas, sensoriales, respiratorias, de inteligencia o de psicomotricidad, tanto a corto como a medio plazo.
Gracias a la medicina se sabe también que la evolución del bebé prematuro y la aparición o no de problemas depende en gran medida del entorno familiar, sobre todo de cómo interactúa la madre con su hijo en sus primeros meses de vida.
Por ejemplo, un estudio realizado en 2010 por el investigador de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU), Fernando González, con casi un centenar de recién nacidos, reveló que cuando se da un modelo de apego inseguro de una madre respecto a su hijo prematuro, los resultados son más bajos en el índice de desarrollo mental. Este resultado fue similar con niños nacidos a término.
González apuntó entonces la necesidad de evaluar lo antes posible las reacciones de las madres (y de los padres, en general) de niños prematuros, en cuanto a estrés y apego inseguro se refiere, con el objetivo de ofrecerles apoyo específico para minimizar los efectos de sus reacciones en el desarrollo de los niños. Se trataría, por lo tanto, de facilitar el desarrollo del apego durante la estancia hospitalaria, además de ofrecer programas de seguimiento para una vez se esté en casa.
Otra investigación de 2011 demostró el estrés que suponía para todos los neonatos (prematuros o no) la separación de sus madres para colocarlo en una cuna cercana o para asearlo, una práctica exclusiva de nuestra especie: la actividad autónoma neonatal era un 176% más alta y el sueño un 86% menos calmado cuando los niños estaban solos, en comparación con el rato que éstos estaban pegados a sus madres.
A raíz de estos resultados, los científicos señalaron que los médicos deberían incorporar el contacto piel a piel de madres e hijos dentro de las rutinas de tratamiento de los neonatos.
Referencia bibliográfica:
Ruth Feldman, Zehava Rosenthal, y Arthur I. Eidelman. Maternal-Preterm Skin-to-Skin Contact Enhances Child Physiologic Organization and Cognitive Control Across the First 10 Years of Life. Biological Psychiatry (2014). DOI: 10.1016/j.biopsych.2013.08.012.
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