Todos nosotros controlamos consciente e inconscientemente nuestro cerebro cada vez que iniciamos cualquier actividad, tenemos cualquier pensamiento o sentimos cualquier emoción o sensación. Hasta hace poco, no estaba muy claro hasta qué punto podía controlarse la actividad cerebral (o más concretamente la actividad en algunas regiones del cerebro muy específicas), ni el impacto que ese control podría tener sobre nosotros.
En el cerebro hay regiones muy bien definidas que son las responsables de nuestras percepciones de dolor. Un estudio realizado por un grupo de investigadores norteamericanos ha intentado responder a dos cuestiones básicas: ¿podemos aprender a controlar una región del cerebro llamada la corteza cingulada anterior, relacionada con nuestra percepción del dolor? ¿Este control aprendido afectaría tanto a enfermos con dolores crónicos como a gente sana a la que se ocasionara un dolor puntual?
El experimento ha contestado a ambas cuestiones afirmativamente: se puede enseñar a controlar la actividad de las regiones del cerebro relacionadas con el dolor, y reducir de esta forma esta desagradable sensación. Esta prueba ha sido realizada por Chistopher de Charms, investigador principal de Omneuron, una empresa de San Francisco especializada en conocer con imágenes de resonancia magnética la actividad cerebral para entrenar a los pacientes en su control, en colaboración con la Universidad de Standford, que explica el experimento en un interesante artículo.
Los investigadores han puesto de manifiesto que si un individuo puede aprender directamente a controlar la activación de ciertas regiones localizadas de su cerebro, eso puede darle control sobre los mecanismos neurofisiológicos de comportamiento y conocimiento, y puede convertirse en una nueva fórmula de tratamiento de enfermedades.
Imágenes de resonancia magnética
El experimento de Charms consistió en utilizar la llamada imaginería de resonancia magnética (IRM) para visualizar la actividad de una zona del cerebro implicada en la percepción del dolor: la corteza cingulada anterior. En medicina, la resonancia magnética nuclear es una técnica de obtención de imágenes internas del organismo, gracias al fenómeno físico de la resonancia.
Estas imágenes se utilizan como fuente de información en numerosos diagnósticos. La resonancia magnética utiliza fuertes campos magnéticos que provocan que las células del cuerpo emitan ondas de radio. Los diferentes tejidos emiten diferentes ondas en función de su densidad y de su contenido en agua. Una computadora traduce los patrones de estas ondas en imágenes muy detalladas de las partes del cuerpo en las cuales se pueden identificar anomalías que pueden ser utilizadas para un diagnóstico médico.
Sesiones de entrenamiento
En las imágenes tomada por los investigadores, aparecía en pantalla una especie de “llama” que reflejaba el nivel de actividad del área de la corteza cingulada anterior, lo que permitió a los voluntarios visualizarla. Entonces, los investigadores le pidieron a los pacientes que controlaran la activación de esa zona o bien concentrando su atención en el dolor o, por el contrario, distrayéndose de él para pensar en otra cosa.
Después de algunas sesiones de entrenamiento, algunos pacientes fueron capaces de reducir la actividad de esta parte del cerebro, experimentando al mismo tiempo una reducción del dolor. Los resultados han sido publicados por la revista Proceedings of the Nacional Academy of Sciences.
Tal como se explica en el mencionado artículo, los pacientes que consiguieron controlar el dolor contemplaron la imagen de sus cerebros durante 39 minutos y en ese tiempo intentaron varias estrategias mentales para aumentar o disminuir la actividad cerebral de la zona afectada por el dolor.
La técnica mental empleada consistía básicamente en distraer la atención del sujeto del dolor experimentado, tratando de que su mente pensara en otra cosa. Cuando lo conseguían, contemplaban cómo disminuía la actividad de la corteza cingulada anterior y al mismo tiempo la sensación de dolor en la zona del cuerpo que formaba parte del experimento.
Para verificar que el hecho de pensar en otra cosa no es suficiente para explicar tanto la reducción de la actividad cerebral como el dolor en sí mismo, otro grupo de voluntarios emplearon la misma técnica mental con otra región del cerebro, lo que no produjo ningún cambio en la sensación de dolor.
Se realizaron, por tanto, experimentos que demostraron que el control del dolor no se observa después de un entrenamiento similar si los sujetos no contemplan las imágenes de su cerebro y si estas imágenes no corresponden a la corteza cingulada anterior. De esta forma, se demostró la importancia de la visualización en la consecución de los objetivos del experimento.
Nuevo mecanismo clínico
Según los expertos, el control sobre el sistema modulador del dolor es un objetivo muy importante porque podría suponer un mecanismo clínico único de control del dolor. Utilizando imágenes a tiempo real de la actividad del cerebro captadas con resonancia magnética, se puede guiar a los pacientes para que aprendan, mediante entrenamiento, a controlar la corteza cingulada anterior, un región del cerebro que se relaciona con la percepción y con la regulación.
Cuando los participantes indujeron deliberadamente un aumento o un decrecimiento de la activación de esta región, este control en dicha actividad produjo un cambio correspondiente en la percepción del dolor ocasionado artificialmente por un estímulo térmico nocivo.
El experimento se aplicó a ocho pacientes sanos y a otro grupo más de pacientes con dolores crónicos de entre 18 y 37 años de edad. En ambos casos, los voluntarios consiguieron reducir su dolor después del entrenamiento. Estos descubrimientos demuestran que los individuos pueden controlar voluntariamente la actividad de determinadas regiones del cerebro si son entrenados para ello, lo que exige más experimentos que estudien esta vía como fórmula médica paliativa del dolor.
No es la primera vez que algunas personas consiguen controlar su actividad cerebral a través de una experimento. DeCharms se ha asociado con un especialista del dolor de la Universidad de Stanford, Sean Mackey, para transformar esta técnica en terapia, particularmente de los dolores crónicos. Sin embargo, los resultados varían mucho de una persona a otra, sin olvidar por otra parte que la imagen de resonancia magnética es cara, lo que lo que limita su generalización a menos a corto plazo y para cualquier circunstancia.
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