Con la finalización del siglo y los grandes acontecimientos de sus últimas décadas, han surgido fenómenos diversos, desde milenarismos clásicos hasta defensas múltiples del final de la historia, del final de la ciencia y, por supuesto, del final de la tecnología. El mundo es considerado por algunos autores y estudiosos tan avanzado tecnológicamente que resulta difícil prever nuevos y trascendentales avances. Sin embargo, estudiando a fondo al hombre y a su tecnología, es más fácil creer que lo que hemos visto es sólo una ínfima parte de lo que el hombre puede llegar a conseguir en términos tecnológicos.
Los estudios de previsión tecnológica y la identificación de las tendencias que nos llevan en el terreno de la tecnología, muestran un futuro potencial para el mundo mucho más espectacular y “mágico” que el creado por el hombre hasta la fecha.
Publicaciones como, Visiones, de Michio Kaku, uno de los padres de la teoría física de las supercuerdas, dejan al lector anonadado sobre lo que es posible conseguir todavía. La marcha de la humanidad hacia las estrellas no es sólo un proyecto voluntarista del hombre, según indica Kaku, sino un proceso inevitable simplemente para conseguir la energía que nuestra civilización necesitará.
Tres modelos de civilización
En su libro se explica el paso de la civilización de tipo 0, en la que estamos actualmente, a las civilizaciones de tipo I, II y III, hacia las que evolucionaremos. Las civilizaciones de tipo 0 se terminarían con el descubrimiento de los elementos químicos de la tabla periódica y con el acceso a la manipulación del elemento 92 (uranio), así como con el agotamiento de los recursos energéticos convencionales, incluyendo los combustibles fósiles localizados en zonas geográficas determinadas.
Una civilización de tipo I se caracteriza por su dimensión planetaria. La energía necesaria se explotará globalmente y se obtendrá de los océanos, la atmósfera y las profundidades del planeta. El cambio y control del clima y otras dimensiones de la naturaleza estarán todavía lejos de esta civilización, pero no su utilización con objetivos energéticos, y no olvidemos, como Kaku recuerda, que un huracán puede liberar más energía que cien bombas de hidrógeno.
Una civilización de tipo II debe sustituir a la anterior cuando se agoten todos los recursos energéticos planetarios. La energía procederá entonces del Sol y para ese momento debe existir una Federación Unida de Planetas, parecida a la que hizo popular la serie de televisión Star Trek.
El tipo siguiente de civilización, tipo III, resulta ya casi inabarcable para nuestra mente actual. La energía utilizada sería «energía Planck», la energía necesaria para rasgar el tejido del espacio y del tiempo. Los viajes interplanetarios a velocidades cercanas a la de la luz serían comunes y sondas Von Neumann, similares a las descritas por Arthur Clarke en sus obras 2001 y 2010, serían una realidad. También se llegan a insinuar en el notable libro de Kaku, las civilizaciones de tipo IV, las cuales sí que son, decididamente, un sueño de la razón.
Revoluciones previas
Lo importante en relación con estas cuestiones, extrañas y lejanas en el tiempo, es la necesidad de pasar previamente por las revoluciones informática y genética, muy cercanas a nosotros, al objeto de llegar a ellas.
Kaku indica que la sonda Von Neumann, avanzadilla necesaria para la exploración de las galaxias, será producto de la inteligencia artificial y de la biotecnología. Tendrá así inteligencia para reaccionar y desenvolverse ante las circunstancias más adversas y capacidad de «alimentarse» energéticamente de las sustancias más dispares encontradas en los planetas y satélites de galaxias lejanas e, incluso, de reproducirse, dando a luz a «hijos» que ampliarán la exploración interestelar.
Dichas revoluciones, junto con la visión cuántica del mundo, darán lugar en la segunda mitad del siglo a la nanotecnología y a las máquinas moleculares, así como a los sistemas micro-electromecánicos. Y, antes quizás, a los superconductores a temperatura ambiente, a la fusión nuclear, a los reactores reproductores y a la energía solar masiva y efectivamente utilizada.
Michio Kaku formula además una tesis, popular y muy aceptada, según la cual nuestro futuro está fuertemente condicionado por la interacción de tres grandes áreas de actividad, investigación, y reflexión, a las que él llama revoluciones: la revolución informática, la revolución biomolecular y la revolución cuántica.
Las tres se interrelacionan, interactúan y se complementan para hacer avanzar tecnológicamente a nuestra sociedad en un siglo, el siglo XXI, en el que nos esperan innumerables avances. En uno de los últimos capítulos de su libro el autor escribe: «…estos tres pilares de la ciencia moderna han dejado de estar envueltos en un velo de misterio, pues en el siglo XX se han descubierto las leyes básicas de la teoría cuántica, el ADN y los ordenadores. Seremos testigos asimismo de la intensa polinización cruzada entre estos tres campos, que caracterizará a la ciencia del siglo XXI».
Tecnobergs
No es necesario insistir demasiado en cuanto a los enormes avances tecnológicos necesarios para, incluso, acercarnos lejanamente a esas etapas posibles de evolución.
Muchas áreas de actividad tecnológica precisarán avanzar de forma muy considerable, comenzando por las que a corto plazo se consideran más activas en la actualidad, indicadas a continuación bajo el acrónimo TECNOBERGS:
· “T” de Telecommunications
· “E” de Electronics
· “C” de Computers
· “N” de New Materials
· “O” de Optoelectronics
· “B” de Biotechnology
· “E” de Energy
· “R” de Robots
· “G” de Genetics
· “S” de Space
También se podría aprovechar para listar algunas tendencias actuales de carácter espiritual y ético tales como:
· Nueva importancia de la mente, la conciencia y la espiritualidad
· Restauración de la primitiva unidad entre conciencia y materia
· Difusión de las ideas holísticas sobre el hombre y la naturaleza
· Conciencia de que vivimos en una sociedad de riesgo y que las catástrofes y colapsos sociales son posibles
· Cambio global de mentalidad
· Evolucionismo consciente
· Preocupación generalizada por el medio ambiente
· Fuerte sensibilidad mundial por la desigualdad, la injusticia, la miseria, la marginalidad y otros problemas sociales
· Interés renovado por el control social de la tecnología
· Fuerte resurgir de la ética en nuestro mundo
Contrapeso humanista
Por las mismas razones dadas antes, relativas a las ideas que se difunden y captan la atención de las gentes, estas tendencias de carácter más “soft”, pueden terminar por afectar a la manera en que el hombre se enfrente en el futuro cercano al desarrollo tecnológico.
Sabemos que en el mundo no hay nada preestablecido, pero da la impresión de existir un plan muy general de evolución cargado de lógica y fuertemente influido por la tecnología, el cual, por cierto, resulta a veces aterrador.
Dicho plan anuncia, y en esto coinciden muchas tendencias, la colonización de las estrellas. Para lo cual el desarrollo tecnológico necesario es impresionante, como se ha dicho ya, y, pasa probablemente, por la simbiosis hombre-máquina.
Existe en ese sentido una concatenación entre la revolución tecnológica de la información y los conocimientos y la próxima revolución biomolecular. La primera, llevará al hombre a pasar un número elevado de horas ante el ordenador recibiendo increíbles experiencias virtuales, que desarrollarán las zonas “infrarroja” y “ultravioleta” de su cerebro humano, preparándolo así para la vida en el exterior del planeta. La actualización sobre su fisiología que la revolución genética y biotecnológica permitirá, será asimismo imprescindible para los viajes y estancias en el espacio.
Adolfo Castilla es catedrático de Economía Aplicada.
Hacer un comentario