Una investigación desarrollada en la Universidad de Pennsylvania ha descubierto que la deshumanización de otros grupos humanos no procede de un sentimiento de odio hacia esos colectivos, sino que ambos tienen sustratos cerebrales diferentes y derivan de dos procesos psicológicos distintos.
Los resultados, publicados en el Journal of Experimental Psychology, sugieren que la aproximación entre grupos deshumanizadores y colectivos afectados debe comenzar por el reconocimiento de que todos somos seres humanos, primer paso para que la empatía pueda surgir en las relaciones entre ambos grupos.
Esta investigación ha comprobado que la deshumanización y el odio son procesadas por dos regiones del cerebro completamente separadas que generan procesos psicológicos paralelos. Según los autores de este estudio, reconocer esta diferencia biológica puede contribuir a restablecer el diálogo entre diferentes grupos de población.
La finalidad de esta investigación pretendía conocer los mecanismos cerebrales que están detrás la tendencia a deshumanizar a otros grupos de personas con la finalidad de justificar acciones o comportamientos hacia ellos.
Es el caso, relativamente frecuente en la historia humana, de opresores que consideran a las víctimas como menos evolucionadas e incluso biológicamente inferiores. Esta mentalidad justificó en el pasado, entre otras, el racismo norteamericano, las persecuciones religiosas, las de los judíos durante la segunda guerra mundial o al apartheid sudafricano (que estuvo vigente hasta 1992).
Deshumanización de inmigrantes
Esta mentalidad ha tomado fuerza en los últimos años, entre otros motivos, debido al fenómeno migratorio. La extrema derecha europea habla de “carne humana” para referirse a los inmigrantes y Trump equipara inmigración con delincuencia. A veces también se habla de los inmigrantes como animales, favoreciendo así la deshumanización de este colectivo.
Comprender cómo el cerebro establece una división entre “nosotros” y los “otros” puede ayudar a entender mejor el comportamiento humano y a establecer puentes entre diferentes comunidades, señalan los investigadores.
Los psicólogos se han preguntado desde hace mucho tiempo si este tipo de razonamiento tiene su origen en el odio, esa emoción opuesta al amor y al afecto que se caracteriza por expresar un sentimiento de antipatía, aversión, enemistad o repulsión hacia una persona o un colectivo. Esos sentimientos negativos pueden llevar a desear e incluso provocar la destrucción de la persona o el colectivo odiado.
«Cuando las personas deshumanizan a otros, movilizan diferentes regiones cerebrales que cuando registran su aversión», explica el co-autor principal Emile Bruneau, en un comunicado. «Las regiones cerebrales sensibles a la deshumanización de otros grupos no registran la antipatía. Y las regiones cerebrales que se activan cuando perciben odio hacia esos grupos, no se activan cuando pensamos en lo humanos que son esos grupos».
En el experimento, los investigadores utilizaron imágenes de resonancia magnética funcional (fMRI) para observar la actividad cerebral de los participantes mientras evaluaban cómo se sentían ante 10 colectivos diferentes, constituidos por estadounidenses, europeos, árabes, mexicanos, así como colectivos profesionales como cirujanos, grupos itinerantes (sin domicilio duradero), y animales, como perros, gatos y ratas.
Procesos psicológicos diferentes
Los participantes debían indicar si estos grupos les inspiraban reacciones afectivas o de aversión. Mientras lo hacían, sus cerebros eran observados mediante imágenes de resonancia magnética.
De esta forma los investigadores observaron que, cuando se le pedía a un participante si consideraba uno de los grupos como evolucionado o no, las regiones del cerebro que se activaban eran las mismas regiones relacionadas con el lenguaje y el reconocimiento facial.
Pero si se les pedía si notaban odio o aversión hacia alguno de los grupos, las regiones cerebrales que se activaban eran las implicadas en las emociones y la memoria.
Esta constatación es la que señala claramente que la deshumanización no procede necesariamente del odio y que ambos son procesos psicológicos diferentes que terapéuticamente deben ser tratados por separado.
Según los autores, si se relacionan estos resultados con la separación de niños de sus padres en la frontera entre México y Estados Unidos, una deshumanización de ese calibre puede conducir al argumentario paternalista asumido por la Administración Trump: que es bueno separar a los niños de sus padres sin papeles. Hay deshumanización, pero no odio.
Esta investigación también puede explicar la falta de empatía cuando se banaliza la tortura o el rechazo a ayudar a los inmigrantes que perecen en el Mediterráneo, porque si realmente todos nos consideráramos iguales, lo cual es una verdad objetiva, la reacción social sería otra.
Referencia
Denying humanity: The distinct neural correlates of blatant dehumanization. Bruneau, E., Jacoby, N., Kteily, N., & Saxe, R. (2018).Journal of Experimental Psychology: General, 147(7), 1078-1093. DOI:http://dx.doi.org/10.1037/xge0000417
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