Al igual que las palomas mensajeras, los seres humanos usan la nariz para navegar en el espacio, porque nuestros cerebros están diseñados para convertir olores en información espacial, según una nueva investigación de la Universidad de California en Berkeley (EE.UU.).
Aunque los seres humanos pueden carecer de la sofisticación en el seguimiento de olores de, por ejemplo, un perro de rescate, podemos movernos a través del olfato, con los ojos vendados, hacia un lugar cuyo olor hemos olido sólo una vez antes, según el estudio publicado el miércoles en la revista PLoS ONE.
Investigaciones similares se han llevado a cabo en torno a aves y roedores, pero esta es la primera vez que la navegación basada en olores se ha probado sobre el terreno con seres humanos. Los resultados evocan un superpoder tipo-GPS al que se podría llamar «sistema de posicionamiento olfativo».
«Lo que hemos encontrado es que los seres humanos tenemos la capacidad de orientarnos utilizando sólo nuestro sentido del olfato», dice en la información de UC Berkeley la autora principal del estudio, Lucia Jacobs, profesora de psicología que estudia la evolución y la cognición en animales y seres humanos.
El olfato es un sentido primitivo que nuestros primeros antepasados utilizaron para buscar comida, cazar y aparearse, entre otras habilidades necesarias para la supervivencia. Los primeros marineros y aviadores informaron anecdóticamente de la utilización de los olores para navegar, pero no ha habido estudios científicos experimentales sobre esto hasta ahora.
El proceso
El proceso de oler, u olfato, se desencadena por las moléculas de olor que viajan a través de las fosas nasales, donde son identificadas por los receptores que envían señales al bulbo olfatorio, que se encuentra entre la cavidad nasal y el lóbulo frontal del cerebro, y que procesa la información. Una clave para la conexión entre el olfato, la memoria y la navegación es que los bulbos olfatorios tienen un fuerte vínculo neural con el hipocampo del cerebro, que crea mapas espaciales de nuestro entorno.
«El olfato es como una estructura en segundo plano de nuestro mundo de la que puede que no seamos conscientes, pero que estamos usando para mantenernos orientados», dice Jacobs. «No podemos ver una arboleda de eucaliptos cuando pasamos por ella por la noche, pero nuestro cerebro está codificando los olores y creando un mapa.»
Las palomas y ratas, por ejemplo, se sabe que se orientan utilizando mapas de olor, pero los seres humanos con visión se basan más en puntos de referencia visuales, por lo que el estudio presentó algunos resultados sorprendentes.
Ojos vendados
Dos docenas de adultos jóvenes fueron puestos a prueba en tareas de orientación y navegación en varios escenarios en los que se les bloqueó el oído, la vista o el olfato. La ubicación de la prueba era una habitación de 7,5×6 metros, alrededor de cuyo borde se colocaron 32 contenedores con esponjas. Dos de las esponjas fueron impregnadas con aceites esenciales como abedul dulce, anís o clavo.
En el experimento de sólo oler, los participantes fueron conducidos, de uno en uno, a la sala, con los ojos vendados, tapones para los oídos y auriculares, y caminaron en círculos para desorientarse. Pasaron un minuto en un punto específico de una cuadrícula, donde inhalaron una combinación de dos fragancias. Después de caminar en círculos de nuevo, se les encargó volver de nuevo al punto inicial, donde habían olido las dos fragancias.
En general, los participantes del estudio navegaron hasta relativamente cerca de la ubicación objetivo usando sólo su sentido del olfato.
«Nunca hubiéramos pensado que los seres humanos pudieran tener un sentido del olfato suficientemente bueno para esto», dice Jacobs. «Pero en retrospectiva, los resultados son tan evidentes como la nariz de mi cara».
Jacobs será explorando este mecanismo aún más en un laboratorio de ideas sobre el olfato organizado por la Fundación Nacional para la Ciencia, que se celebra este verano.
También detecta las grasas
Una investigación de científicos de EE.UU. y Holanda reveló hace un año otra habilidad inesperada del olfato humano: sirve para detectar grasas en los alimentos y su cantidad. El hallazgo fue realizado usando la leche. Los participantes en este otro estudio fueron capaces de distinguir los distintos niveles de grasa presentes en la leche, según esata fuera entera, desnatada o semidesnatada, sólo por el olor.
Como el olor de los alimentos casi siempre se detecta antes que el gusto, una de las razones por las que las personas deciden tomar un alimento con mucha grasa es precisamente el olor, señalaban los investigadores, que consideraban que conseguir que los alimentos bajos en grasa tengan un olor más atractivo ayudaría a reducir la ingesta de grasas por parte de la gente.
Referencia bibliográfica:
Lucia F. Jacobs, Jennifer Arter, Amy Cook, Frank J. Sulloway: Olfactory Orientation and Navigation in Humans. PLOS ONE (2015). DOI: 10.1371/journal.pone.0129387.
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