El sueño es una parte integral de la vida cotidiana, una necesidad biológica que permite restablecer las funciones físicas y psicológicas esenciales para un pleno rendimiento.
El sueño ha sido y sigue siendo uno de los enigmas de la investigación científica. De ser considerado un fenómeno pasivo en el que parecía no ocurrir aparentemente nada, se ha pasado a considerar -gracias a su análisis con técnicas de medición de la actividad eléctrica cerebral- un estado de conciencia tan dinámico como el de la vigilia, en el que ocurren grandes modificaciones del funcionamiento del organismo, como cambios en la presión arterial, la frecuencia cardiaca y respiratoria, la temperatura corporal o la secreción hormonal.
Cada noche, mientras dormimos, pasamos por diferentes fases o estadios de sueño que se suceden a lo largo de cuatro a seis ciclos. Todos estos estadios se incluyen en dos grandes fases de sueño, con grandes diferencias en cuanto a actividad muscular, cerebral y movimientos oculares.
Las diferentes fases del sueño tienen diferentes funciones. El sueño no REM está relacionado con la reparación de tejidos corporales y la conservación y recuperación de energía. En el sueño REM predominan los procesos de reparación cerebral (reorganización neuronal, consolidación y almacenamiento de recuerdos relevantes y eliminación y olvido de los que no lo son).
Recuerdos mentales… y físicos
Hace más de un siglo que los científicos demostraron que el sueño es compatible con la conservación de recuerdos de acontecimientos vividos.
Estudios posteriores han demostrado asimismo que el sueño de onda lenta es importante para transformar los recuerdos de hechos recientes en memoria a largo plazo. Ahora, en un artículo publicado en la revista Trends in Neuroscience un equipo de investigadores propone que el sueño profundo también puede fortalecer memorias físicas: las del sistema inmune acerca de patógenos con los que este ha estado en contacto anteriormente.
«Si bien se ha sabido durante mucho tiempo que el sueño es compatible con la formación de la memoria a largo plazo en el ámbito psicológico, esta otra idea sobre la formación de la memoria biológica es un punto de vista totalmente nuevo», explica el autor principal de la investigación, Jan Born, de la Universidad de Tuebingen en un comunicado difundido por Eurekalert!
«Consideramos que nuestro enfoque hacia un concepto unificador de la formación de memoria biológica a largo plazo, en el que el sueño juega un papel fundamental, es un nuevo desarrollo en la investigación del sueño y la investigación de la memoria», añade Born.
«Agentes» de vigilancia
El sistema inmunológico «recuerda» un encuentro con una bacteria o virus mediante la recopilación de fragmentos del microorganismo para crear células T de «memoria». Estas células duran meses o años, y ayudan al cuerpo a reconocer una infección previa y a responder rápidamente a ella.
Estas células T de memoria tienen «información esencial» acerca de los patógenos, dado que son las únicas que almacenan información sobre los fragmentos más pequeños de ellos.
Asimismo, la selección de la «información esencial» permite que las células T de memoria puedan detectar nuevos patógenos que son similares, pero no idénticos, a bacterias o virus encontrados previamente.
Relación con el sueño
Pues bien, estudios en seres humanos han demostrado que los aumentos a largo plazo de las células T de memoria están asociados con el sueño profundo de ondas lentas, en noches posteriores a una vacunación, por ejemplo.
En conjunto, estos resultados respaldan la idea de que el sueño de onda lenta contribuye a la formación de recuerdos biológicos a largo plazo y, en consecuencia, a respuestas adaptativas, conductuales e inmunológicas. La implicación obvia es que la falta de sueño puede poner al cuerpo en peligro.
«Si no dormimos, el sistema inmune podría centrarse en las partes equivocadas del patógeno», explica Born. «Por ejemplo, muchos virus pueden mutar fácilmente algunas partes de sus proteínas para escapar a la respuesta inmune. Si muy pocas células antígenas identificadas (las células que presentan los fragmentos a las células T) están disponibles, entonces éstas pueden necesitar defenderse contra el patógeno. Además, existen pruebas de que las hormonas liberadas durante el sueño benefician a la diafonía entre antígeno -presentado y antígeno-identificado, y algunas de estas hormonas pueden ser deficientes si hay falta de sueño”.
Implicaciones clínicas
Born dice que la investigación futura deberá examinar la información que se selecciona durante el sueño para el almacenamiento en la memoria a largo plazo, y cómo se logra esta selección. Con el tiempo, la investigación podría tener importantes implicaciones clínicas.
«Con el fin de diseñar vacunas eficaces contra el VIH, la malaria y la tuberculosis, que se basan en la memoria inmunológica, debemos conocer el modelo correcto de memoria» (inmunológica), señala Born. «Esperamos que, a través de la comparación de los conceptos de memoria neuronal e inmunológica, se pueda desarrllar un modelo de memoria inmunológica que integre los datos experimentales disponibles y sirva como base útil para el desarrollo de vacunas».
Referencia Bibliográfica:
Westermann et al. System Consolidation during Sleep–A Common Principle Underlying Psychological and Immunological Memory Formation. Trends in Neurosciences (2015). DOI: 10.1016/j.tins.2015.07.007.
Hacer un comentario