Muchos pescadores suelen jactarse, y posar para la foto, tras sacar del agua a un dorado de determinadas dimensiones.
Paleontólogos argentinos han rescatado un ejemplar de hace ocho millones de años que pudo haber superado los 50 centímetros, aunque lo más importante no es su talla, sino que permite conocer el pasado de estos peces tan importantes dentro de la fauna de los ríos sudamericanos.
El investigador del Museo de la Plata (MLP) y del Conicet (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas) Alberto Luis Cione comenta a la Agencia CTyS que “el estado de conservación de la cabeza hallada es muy bueno y, por eso, permitió hacer un estudio minucioso y poder identificar a este dorado como una nueva especie”.
Actualmente, viven cuatro especies de dorado en América del Sur. “Es uno de los peces de agua dulce más importantes de Argentina y Sudamérica; se encuentra también en Brasil y en Colombia, por ejemplo, pero hasta ahora nunca había aparecido en el registro fósil”, añade el paleontólogo Cione, que realizó este estudio publicado en la revista científica Journal of Vertebrate Paleontology junto a la doctora María de Las Mercedes Azpelicueta, de la División Zoología de Vertebrados del MLP.
La nueva especie fue bautizada como Salminus noriegai, en reconocimiento al paleontólogo Jorge Ignacio Noriega, especializado en el estudio de aves y que fue quien encontró este cráneo de 9 centímetros de longitud al noreste de la ciudad de Paraná.
En la época inmediatamente anterior a que viviera este dorado, cuyo cuerpo midió cerca de 60 centímetros, el océano Atlántico entraba hasta la provincia de Entre Ríos, formando un gran golfo. “Luego, el mar se retiró y se formaron una serie de ríos”, cuenta Cione, que añade: “Es por ello que en dicho yacimiento se encuentran especies de agua dulce y también de agua salada; asimismo, se han descubierto huesos y dientes de los mamíferos que vivían a orillas de los ríos”.
De los fósiles encontrados en esta formación del Paraná, el Salminus noriegai está entre los de mejor conservación, por lo que se pudieron estudiar tanto los huesos externos como internos de la cabeza y compararlo con los dorados actuales.
Cione especificó que el dorado ancestral “se diferencia por la forma de los huesos en sus mejillas y por la longitud de los huesos que bordean su boca, como el maxilar y el premaxilar; además, la órbita ocular es proporcionalmente alargada”.
Por otra parte, se observó que sus dientes tienen una forma muy peculiar, similar a un ocho en la zona que se aferra a la mandíbula. “Esta es una cualidad que comparten con los dorados actuales, pero que nunca se había descrito hasta ahora, ni siquiera en los vivos”, explica el especialista en peces.
Casi igual
No son tan distintos los dorados vivos a los que habitaron el Paraná y Sudamérica hace millones de años. “Los cambios son pequeños, de sutiles proporciones en los huesos, lo cual indica que la velocidad evolutiva de estos peces es bastante lenta en comparación con los mamíferos, por ejemplo”, señala Cione.
El investigador del MLP-Conicet asegura que la tasa evolutiva de la fauna terrestre es mucho mayor, puesto que los mamíferos que habitaban el continente americano durante el Mioceno eran bastante distintos, un fenómeno que se pronunció aún más cuando, hace más de 2 millones de años, emergió el istmo de Panamá, uniendo América del Sur y América del Norte, lo que provocó que hubiera un intercambio biótico entre los animales de ambos hemisferios.
En cambio, los dorados mantuvieron hasta su forma de alimentación. “Por la morfología de los dientes y de la boca no hay ninguna razón para suponer que se alimentaran de manera distinta”, asegura Cione.
Sin embargo, hay peces que sí hay tenido alteraciones mayores en este lapso de tiempo. En estos yacimientos, hace pocos años, el doctor Cione también presentó otra nueva especie: la megapiraña, que era un eslabón perdido, es decir, un organismo intermedio entre los ancestrales pacúes, que tenían (y aun conservan) un modo de vida orientado hacia los vegetales y frutos, y que terminó derivando, a través de la megapiraña, en un descendiente totalmente carnívoro y más pequeño, como son las pirañas.
En los momentos en que vivieron el Salminus noriegai y la megapiraña, había una fauna muy diversa que los acompañaba, pero que era muy similar en toda Sudamérica. “Esto se debe a que había conexiones hidrográficas entre los ríos y lagos del Paraná y las cuencas ubicadas en Brasil, Colombia y Venezuela”, explica Cione.
“En cambio, en la actualidad, la cuenca del Río de la Plata esta casi aislada del Amazonas; sólo hay una pequeña conexión y eso reduce la mezcla entre sus faunas, que hasta ahora había generado, con el tiempo, divergencias evolutivas que hicieron que las formas del Amazonas hoy sean distintas a las que habitan en la cuenca del Paraná”.
Esperanza
Queda pendiente saber en qué momento se originó el grupo de los dorados, y los paleontólogos confían en que la formación del Paraná pueda proveerles de más fósiles en el futuro.
En opinión de Cione, “estos yacimientos son cruciales para entender la evolución de la fauna de peces de la Sudamérica austral, tanto de los marinos como de los de agua dulce, y nos está dando muchos elementos nuevos que nos permiten comprender el origen de la extraordinaria biodiversidad de peces sudamericana actual”.
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