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La aceptación de los niños transgénero minimiza sus psicopatologías

Según un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Washington (EEUU) aquellos niños transgénero que realizan la llamada “transición social” sufren tres veces menos depresión y ansiedad. El estudio sugiere que los problemas de salud mental no son inevitables en este grupo y que el apoyo familiar puede amortiguar la aparición de problemas graves. Algo que sucede más a menudo en aquellos niños, que en la misma situación, no realicen tal transición. Por Anabel Paramá.

La aceptación de los niños transgénero minimiza sus psicopatologías

Cada uno de nosotros tiene una opinión sobre los adolescentes o adultos que se identifican con un cuerpo de un sexo diferente a aquel con el que nacieron. En consecuencia, también tenemos concepciones distintas sobre lo que ello implica a nivel legal, familiar, médico o social.
 
Alrededor de estas personas se ha ido generando un enorme debate, sobre todo en lo que respecta al papel de los padres: ¿deben o no deben los progenitores de niños o jóvenes transgénero apoyar el deseo de sus hijos de vivir como realmente se sienten, y no como biológicamente son?
 
Cada vez es más frecuente la publicación de historias de personas transgénero, en esa franja de edad: son los niños o preadolescentes “transgénero”. Algunos de estos casos muestran que los padres suelen tomar decisiones sobre sus hijos sin poder contar con una investigación empírica sólida que les permita estar adecuadamente asesorados (sobre todo a nivel psicológico).
 
Un equipo de investigadores de la Universidad de Washington (EEUU) ha proporcionado ahora nuevas pruebas sobre el tema. Estas señalan que los niños transgénero que han realizado la «transición social» (vestirse y comportarse en su entorno social como el género al que sienten que pertenecen), tienen unas tasas de psicopatologías muy bajas. Y que ello conlleva también unos niveles de hospitalización muy bajos.

Los resultados muestran por tanto claramente que, en su origen, los niños transgénero tienen unos niveles de ansiedad y depresión que no difieren mucho de los de sus hermanos y compañeros no transgénero. Algo que contradice a lo que se ha venido pensado desde hace tiempo.
 
El hallazgo, publicado en la revista Pediatrics es realmente impresionante y crucial, puesto que demuestra que los niños transgénero socialmente en transición son niños totalmente felices y presentan unos niveles de depresión y ansiedad tres veces menores que aquellos niños en la misma situación, pero que todavía no han realizado la transición social.
 
Estos resultados arrojan serias dudas sobre la idea previa, que señalaba como inevitables los problemas de salud mental de los niños transgénero y que ser transgénero era, en sí mismo, un tipo de trastorno mental.
 
Debate social
 
Hay personas que desde niños insisten en que el sexo que ellos sienten no se corresponde con la apariencia de su cuerpo. Es entonces cuando comienzan los conflictos de identidad sexual en la infancia. Esto puede continuar hasta que estos niños llegan a adolescentes e, incluso, hasta que son adultos.
 
Pero, ¿qué sucede cuando un niño o una niña siente que está en un cuerpo que no le corresponde y se siente extraño al mirarse al espejo? Los niños y niñas quieren que su apariencia y su sentimiento interno vayan acordes. De ahí que deseen entrar en lo que, técnicamente, se ha llamado «proceso de transición social».

Es decir, quieren ser criados y presentados en función del género con el que se identifican, en lugar del género con el que nacieron. Esto implica el cambio de pronombres que se emplean para describir al niño/a, su propio nombre y, generalmente, el corte de pelo y la ropa.
 
Evidentemente, ante un tema tan controvertido y que genera tanta discusión a nivel internacional, existen detractores y defensores de un aspecto u otro. En ambos casos existe argumentación. Así, los que están a favor exponen que la transición social aporta un enorme beneficio al niño. Según ellos, ésta le da libertad para explorar la vida en el otro género y hacerlo, de manera totalmente reversible, antes de someterse a algún tipo de intervención médica.
 
Por otro lado, los que están en contra argumentan que los niños, debido a su corta edad, no son capaces de saber todavía cuál es realmente su género. Y, por tanto, la transición social lo único que haría es fomentar que estos niños busquen un tratamiento quirúrgico posterior.  Pero, ¿sabemos cuáles son las consecuencias -a favor y en contra- sobre la salud y bienestar mental de los implicados? ¿Qué dice la medicina sobre ello?

Las investigaciones hablan
 
La mayor parte de los estudios realizados sobre la salud psíquica de las personas transgénero están basados en exámenes realizados a adolescentes y a adultos. Estos dan a conocer las altas tasas de síntomas psicopatológicos (ansiedad, depresión y tendencias suicidas) que padecen las personas transgénero.
 
Sin embargo, estas tasas tan elevadas, tal y como exponen los investigadores de la Universidad de Washington, probablemente sean  el resultado de años de prejuicios, discriminación y estigmatización. Los conflictos a nivel personal entre una apariencia y lo que realmente se siente, así como la existencia del rechazo general al que se ven sometidas estas personas por parte de su entorno social, también juegan un papel muy relevante en este proceso. Algo que, además, incluye el fenómeno de rechazo o extrañeza dentro del entorno familiar.
 
Este es el primer estudio que examina la salud mental de niños cuyas identidades han sido afirmadas y apoyadas por sus familias. Ha confirmado la existencia de evidencias, cada vez más fuertes, que vinculan el apoyo social y familiar con una mejora de la salud mental entre las personas transgénero. Ahora bien, dichos apoyos deben darse conjuntamente.
 
No son infelices por naturaleza
 
Los resultados obtenidos fueron sorprendentes, y es que estos niños presentaban unos niveles de ansiedad y depresión muy bajos. Unos resultados que contradicen estudios previos sobre la denominada disforia de género (trastorno de identidad de género) y que muestran una elevada tasa de ansiedad y depresión en niños transgénero y socialmente en transición.
 
Cuando se trata de adultos, factores como la falta de vivienda, abuso de sustancias estupefacientes, depresión, ansiedad, autolesión y la tendencia al suicidio son mucho más elevados que en la población general. Consecuencias que se consideran son debidas al rechazo por parte del entorno familiar y social.
 
El equipo ha aportado además pruebas a favor del proceso de transición social. Ellos consideran que se trata de un proceso de intervención totalmente reversible, que lleva asociada una menor tasa de depresión y ansiedad en niños transgénero preadolescentes. De hecho, hay familias, a menudo guiadas por profesionales de la salud mental, que toman esta decisión basándose en pruebas de observación. Es decir, las familias detectan que el sufrimiento de sus hijos/as puede aliviarse al permitir que el niño/a exprese su propio sentido de género. Lo que demuestra que la familia juega un papel clave.
 
En ocasiones, no se produce la aceptación familiar que las personas transgénero esperan. En este caso, los autores del estudio analizaron la transición social como sustituto de la aceptación familiar. Asimismo puede darse el caso de que las familias acepten la situación pero la oculten socialmente. En este caso, aunque el apoyo familiar sea fundamental, el hecho de no permitir la transición social también se vuelve determinante, pues esta última es un proceso de afianzamiento para el niño que permite su autoafirmación a través del apoyo de los demás.
 
A tener en cuenta
 
Los investigadores estadounidenses proporcionan por último nuevas pruebas sobre las bajas tasas de psicopatologías en algunos niños jóvenes transgénero. Concretamente, en aquellos que han dado el paso de mostrar su identidad a los demás tal y como la sienten. Jóvenes que a su vez se han visto apoyados en este complicado proceso interno de reordenación mental y socio-afectivo.
 
La información de este trabajo desmiente la identificación establecida previamente entre la inadaptación de género y la existencia de psicopatologías (ansiedad, depresión, autolesión, etc.) Ahora bien, el proceso no es sencillo. Como hemos visto, implica el necesario apoyo emocional por parte del entorno más directo del niño. Sin él, ellos -y cualquier persona- se encontrarían en situación de inestabilidad o fragilidad social.
 
Este hallazgo es de gran relevancia para los profesionales de la mente, así como para las familias de los jóvenes trasngénero. Podría ser utilizado para ayudar a educar a los padres de estos jóvenes con el fin de fomentar un ambiente de aceptación, tanto en el hogar como en el entorno que les rodea. Ahora bien, es evidente que necesitamos mayor investigación y todavía queda mucho trabajo por hacer para poder llegar a determinar si dicha transición social debe ser recomendada como una intervención completamente beneficiosa.
 
El seguimiento de la vida de los niños transgénero apoyados por sus familias, a medida que van creciendo (sobre todo en la transición a la adolescencia) podría mejorar la comprensión de los desafíos emocionales a los que se van enfrentando estos jóvenes, así como ayudaría a comprender mejor los patrones de su salud mental.

Referencia bibliográfica:
 
Olson KR, Durwood L, BA, DeMeules M, McLaughlin KS. Mental Health of Transgender Children Who Are Supported in Their Identities. Pediatrics (2016). DOI: 10.1542/peds.2015-3223.
 

RedacciónT21

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