La estimulación cerebral protagoniza un nuevo capítulo en la historia del dopaje. Esta tecnología emergente en neurociencia reduce la fatiga después de un entrenamiento, hace más rápida la reacción inmediata al pistoletazo de salida y mejora la capacidad de aprendizaje.
Ya hay kits de estimulación a la venta en Internet y hasta webs donde explican cómo construirlo uno mismo, señala un reportaje de Núria Jar publicado por la plataforma SINC.
Fármacos y transfusiones de sangre siguen siendo los métodos más utilizados en el dopaje, pero los avances en biomedicina han acelerado la innovación también a la hora de hacer trampas, como es el caso del dopaje genético.
Y aún hay más triquiñuelas; por ejemplo, “con un microestimulador debajo del muslo, un deportista podría pasar del puesto 25 en una competición a conseguir un lugar en el podio”, afirma Jordi Porta, catedrático de Instituto Nacional de Educación Física de Cataluña (INEFC).
El cerebro como objetivo
El próximo objetivo del dopaje es el cerebro. Las técnicas de estimulación neuronal podrían convertirse en la nueva artimaña para aumentar la fuerza muscular, reducir la fatiga y potenciar la concentración durante los entrenamientos y el campeonato.
El psicólogo y neurocientífico cognitivo Nick J. Davis, investigador en estimulación cerebral no invasiva de la Universidad de Swansea (Reino Unido), es uno de los primeros en plantear las ventajas deportivas que se conseguirían con las estimulaciones magnética transcraneal (TMS) y eléctrica transcraneal (tDCS).
“Este tipo de estimulación cerebral ya ha mostrado que puede ayudar a personas con problemas neurológicos; ahora falta ver cómo la utilizarían los deportistas para mejorar”, responde a SINC el autor del artículo, publicado en la revista Sports Medicine.
Según Davis, estimular el córtex prefrontal puede fomentar el aprendizaje, mientras que excitar las áreas motora y sensorial durante el ejercicio optimizaría las reacciones rápidas.
Los tratamientos de estimulación cerebral no invasiva se han convertido en una nueva opción para tratar a pacientes que no reaccionan a los fármacos convencionales, con problemas que van desde la depresión a las lesiones medulares. Aún están restringidos a la investigación y sus efectos sobre el córtex motor son transitorios.
La estimulación magnética transcraneal, TMS, es una técnica que se utiliza para tratar depresiones, dolor crónico, trastornos de ansiedad y enfermedad de Parkinson. Se aplica con el contacto directo de un objeto parecido a una moneda sobre la cabeza del sujeto.
La estimulación eléctrica, tDCS, que tiene aplicaciones similares, es mucho más asequible. Uno puede comprarse un kit en internet o aprender a construirse uno propio.
Fatiga
El joven investigador Marc Elmeua cuantifica los niveles de fatiga de los deportistas con TMS en la Universidad de Northumbria (Reino Unido).
Con la misma técnica es capaz de excitar las neuronas del córtex motor para que la sensación de agotamiento disminuya y mejore el aprendizaje de los patrones motrices.
“La TMS tiene un gran potencial para el dopaje en deportes que no solo dependen de la forma física, como el tiro con arco”, cuenta Elmeua. “En deportes de equipo, como el fútbol o el baloncesto, los atletas resolverían igual de bien las jugadas, pero de forma más rápida”.
Experimento
Ocho ciclistas le bastaron a Markus Amann para demostrar el protagonismo del cerebro en la fatiga muscular durante un rendimiento de alta intensidad.
En un experimento diseñado con doble ciego, este investigador de la Escuela Médica de la Universidad de Wisconsin-Madison (EE UU) propuso a los ciclistas tres carreras de cinco kilómetros. El pelotón de laboratorio pedaleó en condiciones de placebo por un lado y bajo los efectos del fentanilo, un opiáceo con una potencia anestesiante cien veces mayor que la morfina, por otro.
Los efectos del narcótico bloquearon la señal que el cerebro envía a los músculos para evitar la fatiga muscular. De la misma forma y sin sustancias, métodos de estimulación cerebral no invasiva pueden incidir en el mismo recorrido neuronal. La excitación repetitiva de la corteza motora refuerza la señal que el cerebro manda al músculo para que continúe trabajando y dé más de sí en una competición.
El neurólogo Valls Solé asegura que la estimulación neuronal no deja huellas en el cerebro: “Hay pequeños cambios metabólicos, pero ninguno que se pueda detectar como fenómeno diferencial”, responde.
De momento, estos métodos no han conseguido unos efectos tan duraderos como para convertirse en una nueva artimaña del dopaje. A pesar de ello, los psicólogos pronostican que las mejoras en la cognición representan un nicho de mercado por explotar.
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