Desde hace décadas los investigadores sociales sospecharon que podía existir una relación entre la religiosidad y la ideología política de las personas.
Especialmente en los Estados Unidos, y en menor medida en Europa y Australia, se han efectuado centenares de estudios buscando asociaciones estadísticamente significativas de la religiosidad con diversos aspectos de la ideología política.
Estos estudios, que terminaron muestreando a millones de personas, encontraron fuertes conexiones entre religión y política:
Algunas son obvias, como la fuerte asociación existente entre ser religiosos y ser creacionistas, estar en contra del aborto, de las relaciones prematrimoniales, del divorcio, del control de la natalidad y del matrimonio homosexual.
Otras no lo son tanto, e incluso resultan muy incómodas de aceptar, por más que los resultados sean irrefutables: por ejemplo, hay una asociación significativa entre ser religioso y considerarse partidario de la pena de muerte, de la superioridad de los varones y de los blancos o del derecho a portar armas de fuego. También la hay entre religiosidad y estar en contra de la investigación con células madre o no creer en el cambio climático.
Incluso se dan asociaciones significativas en cuestiones sorprendentes, por ejemplo, entre ser religiosos y creer en el terraplanismo o en los horóscopos.
Antes de seguir vale la pena aclarar qué significa todo esto: una de las asociaciones estadísticas más significativas se da entre ser religioso y ser terraplanista. Así la gran mayoría de los terraplanistas encuestados (sino todos) manifiestan ser religiosos. Concordantemente a esto, prácticamente ningún terraplanista se considera ateo.
Esto no quiere decir que todos los que se sienten religiosos crean que la Tierra es plana, ni mucho menos: muchísimas personas religiosas saben que la Tierra es redonda.
Pero no se puede obviar el hecho de que la enorme mayoría de los terraplanistas son religiosos (y a tenor de los resultados de las encuestas puede que todos). Por el contrario, resulta extremadamente difícil (y a tenor de los resultados de las encuestas casi seguro que imposible) encontrar algún ateo que piense que la tierra es redonda.
Tres hipótesis erróneas
Ante esta asociación tan estrecha encontrada entre religiosidad e ideología política, los sociólogos intentaron explicarla siguiendo una tradición establecida durante décadas en humanidades para explicar la naturaleza humana.
Se basa en tres hipótesis estrechamente relacionadas entre sí: la primera de ellas, la tabla rasa, defiende que la mente humana no tiene ninguna característica innata; la segunda, el buen salvaje, sostiene que las personas siempre nacen buenas pero la sociedad puede llegar a corromperlas; la tercera, el fantasma en la máquina, asegura que todos tenemos una mente que toma decisiones sin depender de la biología.
Así, las mentes educadas en un ambiente religioso, conservador y crédulo terminaban siendo religiosas, conservadoras y crédulas.
Pero el método científico planteó una hipótesis alternativa sorprendente y la demostró experimentalmente: la idea de que la religión y la política constituyen conjuntos de creencias separados cuya asociación se explica mediante la tabla rasa, el buen salvaje y el fantasma en la máquina, es errónea.
Evidencia científica: cuestión de genética
Por el contrario, una parte significativa de la relación entre las creencias religiosas y políticas es el resultado de influencias genéticas compartidas.
Además de desarrollar procedimientos que permiten estimar el valor de la heredabilidad, la genética cuantitativa generó metodologías muy rigurosas para medir con precisión la correlación genética existente entre dos caracteres: un mismo grupo de genes puede influir sobre más de un carácter. Así, si dos caracteres diferentes están codificados por el mismo grupo de genes, entonces van a mostrar correlación genética.
Numerosos trabajos han demostrado que un componente muy elevado (a menudo por encima del 50%) de las asociaciones observadas entre religiosidad e ideología política se deben a la correlación genética existente entre ambas.
Así, las personas religiosas son significativamente más partidarias del creacionismo, el terraplanismo o los horóscopos que las no creyentes no solo por su educación, sino también porque la genética influye significativamente.
Tampoco las personas religiosas son más partidarias de la pena de muerte, de la superioridad de los varones y de los blancos y están más en contra del divorcio, del control de la natalidad y del matrimonio homosexual que las no religiosas, solamente por educación. La genética tiene su parte de influencia.
Por supuesto no tenemos genes que nos hagan ser creacionistas, terraplanistas o crédulos con los horóscopos. Pero los genes sí pueden configurar en parte una mente más o menos crédula o más o menos inquisitiva.
Tampoco hay genes para ser partidarios de la pena de muerte, de la superioridad de los varones y de los blancos o estar en contra del divorcio, del control de la natalidad o del matrimonio homosexual. Pero los genes sí pueden configurar mentes más o menos tendentes al autoritarismo.
Predisposiciones y psicología
Diversos estudios han indagado en las causas últimas de la correlación genética entre lo religioso y lo político: hay fuertes evidencias de que existe un conjunto de predisposiciones genéticas que está detrás de estas actitudes, principalmente las que tienen que ver con satisfacer determinadas necesidades psicológicas.
En este sentido, hay dos componentes bien diferenciados en el sentimiento de la religiosidad:
Por una parte, está la certeza existencial, tal vez el componente más clásico de las religiones. La creencia en un Dios todo poderoso que crea y controla todo, reduce la incertidumbre.
Es un poderoso amortiguador de factores de estrés, como la dificultad para entender el mundo o el miedo a la propia muerte. Y genera una sensación tranquilizadora de que, finalmente, todo será justo.
Por otra, las religiones tienen gran influencia como integradores comunitarios. El deseo de ser aceptados y valorados en una comunidad y de tener amigos, resulta ser especialmente fuerte en las personas más religiosas.
Muchos estudios demuestran una correlación positiva significativa entre las necesidades sociales y la religiosidad de las personas. En este sentido, las estadísticas demuestran rigurosamente que las personas cambian de religión mucho más porque no se sienten aceptados socialmente que por cuestiones de creencia o teológicas.
Análisis científicos rigurosos demuestran asimismo que la heredabilidad de este componente de integración comunitaria de la religión es muy fuerte: 0.45. Casi la mitad de las diferencias poblacionales para esta necesidad de integración tiene una base genética.
Por el contrario, la heredabilidad para los componentes de certeza existencial es de solo el 0.11.
La religión bien pudiera estar en relación a la necesidad humana de vivir en comunidad. Una religión modifica a su comunidad de creyentes: favorece a aquellos que muestran tanto el pensamiento doctrinal como la conducta social correcta, tendiendo a eliminar a aquellos cuyos comportamientos no cumplen las normas y prácticas tradicionales aceptadas por la mayoría.
De esta manera las conductas religiosas co-evolucionan con las mentes más propensas a la religión.
En buena parte, esto llevó a que exista una asociación estadísticamente significativa entre la religiosidad e ideología política.
Este artículo es la cuarta entrega de una serie denominada ¿Cómo la ciencia explica a la religión?
El primer artículo se titula: La religiosidad está asociada al nivel de inteligencia
El segundo artículo se titula: No somos la única especie religiosa
El tercer artículo se titula: Religiosidad e inteligencia tienen similar importancia genética
Referencias
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