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La gran convergencia tecnológica es la base del nuevo materialismo

La gran convergencia tecnológica es la base del nuevo materialismo

El actual desarrollo de las nuevas ciencias y tecnologías no tiene precedentes y da la impresión de que alumbra un mundo que las religiones, las filosofías, las diferentes morales, no habían previsto. Este mundo emergente necesita, para ser comprendido, el recurso a formas de pensamiento en la que no tienen sitio las creencias tradicionales. Por eso es preciso crear un nuevo materialismo, basado en la gran convergencia tecnológica, y evitar que los fundamentalismos religiosos perjudiquen el alumbramiento de este nuevo momento de la especie. Por Jean-Paul Baquiast.

La gran convergencia tecnológica es la base del nuevo materialismo

Cada día es más difícil proclamarse materialista, incluso en la ciencia. Sin embargo, es indispensable defender esta posición filosófica que, desde el Siglo de las Luces, ha caracterizado a Europa y fundamentado su cultura.

El postulado materialista reposa en la idea de que el Universo en su conjunto, incluido el hombre y su espíritu, muestra una evolución espontánea de sus constituyentes físicos, materia y energía, sin intervención de una potencia divina, en cualquiera que de las formas en que pueda presentarse. Se opone al espiritualismo, que postula lo contrario.

Para el espiritualista, más allá o más acá del universo material, existe una fuerza espiritual que es responsable de la aparición y de la organización de la materia, la vida y el pensamiento.

En las ciencias, el materialista rechaza explicar por medio de la intervención divina los fenómenos que no es capaz de comprender. Por el contrario, el espiritualista, sin poder demostrarlo, cree descubrir en todo el papel fundador u organizador de lo divino.
Se dice también que el materialismo es monista. El monismo es una concepción metafísica que afirma que el mundo se compone de una única sustancia, que esta sustancia se encuentra en todas las cosas y que es todas las cosas.

Sustancia y materia

Para el monismo materialista, esta sustancia es la materia. La definición de la materia ha variado a través del tiempo, pero el objeto de la ciencia materialista es precisar el contenido en función de la evolución de los conocimientos.

El espiritualismo por el contrario es dualista. Para el dualismo, el mundo está constituido no de una sustancia, sino de dos. El dualismo espiritualista (ya que existen diversas formas de dualismo en la tradición filosófica) distingue dos sustancias, la materia y el espíritu, este último irreductible a la materia y vinculado (para los espiritualistas religiosos) a lo divino.

El materialismo científico, en aplicación del postulado materialista y con la finalidad de verificar su pertinencia, se esfuerza por desvelar las causas físicas que permiten explicar los fenómenos, incluidos los fenómenos espirituales.

Siempre que puede, extrae leyes que cada vez más se organizan en un amplio conjunto de conocimientos. Estas leyes son constantemente revisadas y adaptadas para incorporar las nuevas experiencias de la observación. No pretenden describir directamente una realidad que existiría fuera del hombre.

Sólo son construcciones realizadas a partir de la interacción entre los cerebros humanos, los instrumentos, y un “real” cuya verdadera naturaleza permanece desconocida.

Consenso científico

Pero estas construcciones presentan, para los científicos y para los que creen en el valor de la ciencia, el inmenso interés del hecho de que a cada momento son el producto de un consenso en el seno de la comunidad científica internacional.

De esta forma, el materialismo no se contenta con las explicaciones que recurren a lo sobrenatural, incluso si estas explicaciones son aceptadas por muchas personas.

El recurso a lo sobrenatural rechaza el uso de los instrumentos de observación, que constituyen la base del trío “cerebro-instrumentos-real hipotético” evocado más arriba. No es demostrable por la experimentación científica, objetiva y reproductible, que fundamenta el conocimiento científico.

Se acusa al materialismo de desencantar al mundo, ya que rechaza los mitos e impone una visión a ras de tierra. Pero nosotros pensamos que en realidad no es nada de eso.

El materialismo concibe el mundo como un espacio abierto a todas las posibilidades, siempre que estén sujetas a los límites de la ciencia, unos límites que no paran de ampliarse en la medida en que progresan los conocimientos bajo el estímulo de la imaginación creativa.

Las religiones, en cambio, tienden a arrastrar al hombre a una concepción ancestral del mundo, no susceptible de cambiar y que es preciso admitir sin discusión posible.
Incluso en el mundo de las ciencias, no está bien visto llamarse materialisma. Es mejor calificarse de reduccionista, si no de cientifista.

Ventajas e inconvenientes del reduccionismo

El reduccionismo es un método científico que consiste en descomponer un objeto complejo en elementos más simples, de los cuales se analizará su naturaleza y función con la esperanza de comprender el funcionamiento del conjunto.

El método reduccionista es indispensable, pero tiene el inconveniente de perder la perspectiva de que la combinación de elementos simples crea una complejidad que no se puede percibir si no se la sitúa al nivel del conjunto, es decir, del todo. La consideración del todo, calificada en ocasiones como método “holista”, debe desarrollarse en paralelo con el análisis reduccionista.

El cientifismo designa la tendencia de algunos científicos a querer aplicar el método de análisis científico, incluyendo el recurso a las matemáticas y las estadísticas, a problemas muy complejos para resumirlos en algunas fórmulas. El cientifismo es desde luego un defecto del espíritu que resulta un poco irritante, pero que refleja una fe en la ciencia que sólo puede ser estimulada.

El recurso a las creencias

Siempre se puede discutir racionalmente con un cientifista y llevarlo a matizar sus hipótesis o deducciones. Esto no puede ocurrir cuando nos encontramos con un espíritu que rechaza sistemáticamente la visión científica argumentando que no está adaptada al tratamiento de los problemas. En este supuesto sólo es posible recurrrir a las creencias.

Cuando los enemigos del materialismo lo califican de reduccionista o cientifista, quieren decir también que el materialismo rechaza tomar en consideración el lado invisible de las cosas, el espíritu, el alma, que según ellos está en la naturaleza de las cosas y que se traduce a través de los mitos. Esta crítica es inacapetable para el materialista.

De un lado, el materialismo no pretende reducir todos los conocimientos humanos al conocimiento científico. Una gran parte de los conocimientos, incluidos los del mundo occidental, toman una forma intuitiva o empírica, a falta de haber podido ser objeto de suficientes trabajos científicos. El materialismo no niega su interés.

Por otro lado, el tema del espíritu constituye para el materialismo un campo de la investigación científica y de reflexión cada vez más importante. Se puede pensar al respecto que el análisis materialista interdisciplinar que se dedica a estudiar lo que significan conceptos como espíritu o alma, tanto en el animal como en el hombre, va mucho más lejos en la comprensión del supuesto inefable que lo que lo hacen los espiritualistas.

El poderoso regreso del dogmatismo religioso

El poderoso regreso, en el mundo contemporáneo, incluida la cultura europea, de un espiritualismo agresivo no puede ser disimulado por más tiempo ni tomado a la ligera. Hasta los científicos se ven presionados para elegir su campo por los nuevos combatientes de la fe. Sabemos dónde y cómo se expresa este espiritualismo militante.

En Estados Unidos se trata de la ofensiva de los partidarios del Diseño Inteligente o Intelligent Design (ID). La doctrina del Diseño Inteligente quiere demostrar que la evolución biológica ha creado formas demasiado complejas para que puedan ser únicamente el resultado de la selección natural, que desde Darwin es la que globalmente permite explicar la diversificación de las especies vivas.

Dios por tanto sería necesario para orientar la evolución y hacer aparecer al hombre y a su espíritu, reflejo por lo demás del espíritu divino. El ID se presenta como una teoría científica opuesta a la teoría contraria, el darwinismo.

Los materialistas consideran por el contrario que el ID no es una teoría científica. No ofrece ningún argumento científico serio que permita construir una teoría creíble capaz de refutar el darwinismo. Pero los biólogos y paleontólogos norteamericanos están obligados a defender, incluso ante los tribunales, su derecho a enseñar el darwinismo sin necesidad de recurrir a ninguna inspiración religiosa.

Dawkins, el referente

Afortunadamente, estos profesores encuentran el apoyo de la élite de la comunidad científica mundial, donde figura en primera fila el gran biólogo evolucionista Ricard Dawkins.
En Estados Unidos sólo los partidarios del ID combaten el materialismo científico.

Apenas se sabe que una gran mayoría de los cristianos evangelistas están convencidos de que el mundo avanza a marchas forzadas hacia un fin próximo de tipo catastrófico (Armageddon), el cual permitirá el advenimiento de Cristo-Rey resucitado como juez de los buenos y los malos.

Están en su derecho. Pero cuando ellos quieren obligar a los científicos a no hablar de crisis climática con el pretexto de que las grandes catástrofes naturales aproximan a los creyentes al apocalipsis final, se traspasa el límite de la tolerancia hacia ellos.

Preocupación islámica

La situación es todavía más preocupante en el mundo islámico, donde progresan los militantes de la fe, para quienes su creencia religiosa no es sino un argumento para conquistar el poder político. Pero se trata de un poder político pervertido, en el sentido en que lo entendemos en los Estados laicos, porque se pone al servicio de la religión, con la que se confunde.

Se sabe que estos militantes de la fe, ya sea en los grandes países musulmanes o en Europa, pretenden prohibir las enseñanzas e investigaciones científicas contrarias a las palabras del profeta Mahoma o a las tradiciones culturales de sus respectivos países.

Algunos imanes, incluso en Europa Occidental, intervienen en los centros escolares para pedir que el darwinismo no sea presentado como una doctrina científica. Rechazan igualmente el estudio de la anatomía, especialmente la femenina, así como de algunos autores considerados sacrílegos.

Detrás de estos comportamientos se aprecia su anhelo profundo: que como en las madrasas paquistaníes, el estudio del Corán sustituya las asignaturas de ciencias y de filosofía laica.

Fenómeno de gran amplitud

Los materialistas europeos se toman estas amenazas a la ligera. Después de todo, la confrontación entre la ciencia occidental y los múltiples irracionalismos que proliferan en nuestras sociedades, no es en absoluto históricamente nueva ni ha afectado nunca al materialismo científico ni al ateismo filosófico.

Sin embargo, lo que ocurre actualmente es un fenómeno geopolítico de una gran amplitud. Se trata de la expansión de las poblaciones y de las culturas no europeas a través de los territorios geográficos y culturales de Europa.

Esta expansión, lógicamente, ya que todas las sociedades son concurrentes, se desarrolla inevitablemente con un esfuerzo de conquista ideológica. El combate contra el materialismo es un componente esencial de esta ofensiva.

Los europeos deben saberlo y, sin excluir evidentemente el estudio de las religiones y de los textos considerados sagrados, deben hacer lo necesario para defender sus propias tradiciones intelectuales, entre las que el materialismo científico (completado, recordémoslo, con una igualdad absoluta entre mujeres y hombres) ha constituido históricamente uno de sus pilares.

Necesidad de actualizar el materialismo

Se nos reprochará que muchos materialistas son conscientes de la amenaza de los espiritualismos militantes. Es verdad. Pero nosotros pensamos que en este auténtico combate, no se apoyan lo suficiente sobre el avance de las ciencias, sostenidas en sí mismas por el indiscutible progreso de las técnicas, principalmente instrumentales (de las que se valen los instrumentos científicos).

En efecto, contrariamente a lo que dicen los detractores de estas nuevas ciencias y técnicas, siempre dispuestos a movilizarse para defender la virtud –a veces imaginaria- del pasado, sin interesarse por la del futuro, las teorías del conocimiento han sido profundamente transformadas por aquéllas.

En enriquecimiento correlativo del tejido social por las tecnologías de la información en red, otorga a esta transformación una dimensión democrática que resulta esencial. La filosofía materialista debería encontrarse gracias a ella considerablemente reforzada.

Ciertamente, los conocimientos científicos recientes no podrán más que los anteriores probar la no existencia de Dios, ni más genéricamente el postulado ateísta. Tampoco podrán fundamentar sobre bases indiscutibles el postulado materialista.

Gran convergencia tecnológica

En realidad, tienen otro efecto: pemiten reunir y completar las explicaciones científicas del mundo, adquiridas hace varios siglos, e incluso hace sólo unas décadas, y que inspiran todavía ampliamente al gran público.

¿Cuáles son las nuevas ciencias sobre las que basar un materialismo científico renovado? Se trata de la convergencia de las ciencias de la información (que comprenden la robótica inteligente o autónoma), las ciencias de la vida (incluída la vida artificial y la vida sintética), las nanociencias, que describen la materia a la escala de la mil millonésima parte de un metro, y finalmente las ciencias cognitivas o cognociencias, que exploran el cerebro y el pensamiento apoyándose en parte sobre los descubrimientos de las otras nuevas ciencias susodichas.

Añadiremos a ellas la física cuántica, incapaz de decir exactamente sobre qué tipo de realidad se fundamenta, pero gracias a la cual físicos e ingenieros son cada día más capaces de controlar ciertos fenómenos observables.

Sin embargo, no es suficiente que una teoría científica audaz o a una tecnología innovadora sea nueva para imponerse. Si los materialistas se apoyan sobre ellas para argumentar frente a sus concurrentes espiritualistas, ¿no se les va a reprochar caer en un cientifismo de segundo tipo?

Serán acusados de dejarse cegar por los efectos de moda y de aceptar los productos de una ciencia y una industria a la búsqueda de un beneficio más inmediato, prohibiéndose todo retroceso, toda elevación del pensamiento y de la moral.

Conservadurismo mediático

Constantemente, en efecto, los autores y políticos conservadores, ampliamente amplificados por los medios de comunicación, afirman que las nuevas ciencias y tecnologías, particularmente en el ámbito biológico, favorecen la degradación moral y la deshumanización de las relaciones humanas. Otros van más lejos: basta a menudo evocar los trabajos de la genética y de la embriología para ser considerado eugenista.

Los materialistas no pueden evidentemente pasar por alto este reproche sin reaccionar. Rechazan dejar el monopolio de la moral a los religiosos. Son los primeros en denunciar los abusos posibles y reales de las nuevas tecnologías.

Muchos de estos progresos se han orientado con fines militares que obligan a extremar las precauciones. Pero también sirven, incluso de forma pacífica, para asegurar el dominio de las superpotencias, para las que sólo cuenta la afirmación de su poder y las posibilidades de beneficio económico. Ellas también deben ser criticadas. Pero no es motivo suficiente para justificar su rechazo.

Momento sin precedentes

Los argumentos que aporta al materialismo el desarrollo de las nuevas ciencias y tecnologías son de una amplitud y pertinencia que no tienen precedentes. Sus perspectivas dan la impresión de que alumbran un mundo que las religiones, las filosofías, las diferentes morales, no habían previsto.

Este mundo emergente necesita, para ser comprendido, el recurso a formas de pensamiento en las que no tienen sitio las creencias tradicionales. Por eso es preciso crear un nuevo materialismo. Todavía no es posible precisar sus detalles, pero sus fundamentos, sus contextos, y sus principales métodos de construcción, comienzan a aparecer. Es lo que mi nuevo libro pretende mostrar.

Jean-Paul Baquiast, editor de la revista electrónica francesa Automates Intelligents, acaba de publicar un nuevo libro Pour un principe matérialiste forte. Ensayo. Edition Jean-Paul Bayol, marzo 2007. También es autor de un anterior ensayo: Comprendre – Nouvelles sciences, nouveaux citoyens. Introduction à la complexité, editado en Open Source.

Jean-Paul Baquiast

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