La astronomía y la paleontología tal vez sean dos ramas de la ciencia que a partir de ahora deban dedicarse conjuntamente al estudio de la vida sobre la Tierra, si se tiene en cuenta el reciente descubrimiento realizado por un grupo internacional de científicos, según el cual la esperanza de vida de los mamíferos podría depender de los cambios y de la estabilidad de las órbitas terrestres.
El director de la investigación, Jan van Dam, de la universidad de Utrecht, en los Países Bajos, y sus colegas, entre los que se encuentran los españoles M. Ángeles Álvarez Sierra, del departamento de paleontología de la Universidad Complutense de Madrid, y Pablo Pelaez-Campomanes, del departameto de paleobiología del CSIC, jamás habrían creído que la investigación de los dientes fosilizados de roedores del centro de España fuera a dar la vuelta al mundo gracias a la relación que han establecido entre la perduración de estas especies y las variaciones orbitales terrestres.
Los mamíferos, señalan los investigadores en la revista Nature, se encuentran entre los grupos de más rápida expansión, con una media de esperanza de vida como especies de alrededor de 2,5 millones de años. Tras este tiempo, la mayoría de ellas desaparece, cediendo su lugar a otras especies.
Tiempo limitado
Esta escala temporal que abarca el origen, el número de individuos alcanzado y la extinción de los diferentes mamíferos, no ha sido nunca bien comprendida, a pesar de que diversos estudios han querido vincularla a los cambios climáticos sufridos por la Tierra.
Van Dam y sus colegas recopilaron un registro excepcionalmente extenso, denso y bien nutrido de los linajes de roedores del centro de España, en un intervalo de 22 millones de años. Este registro demostró la existencia de periodos cíclicos vitales de entre 2,4 y 2,5 millones de años para cada especie, así como otro periodo más de un millón de años.
Los investigadores vincularon entonces dichos ciclos de vida con las modulaciones de baja frecuencia de las denominadas variaciones orbitales de la teoría de Milankovitch, consideradas las principales causantes de los periodos glaciales e interglaciales holocénicos de la Tierra.
Y es que la órbita terrestre, al contrario que la luminosidad solar, no se mantiene constante durante millones de años, sino que oscila periódicamente ocasionando que la cantidad media de radiación que recibe cada hemisferio fluctúe con el tiempo.
Los ciclos orbitales afectan al clima
Teniendo en cuenta que cuando la oblicuidad de la eclíptica y la excentricidad de la órbita terrestre se encuentran en su punto mínimo, aumentan las capas heladas y el frío, y se ven afectadas las precipitaciones regionales de la Tierra, los investigadores infieren que esta situación climática, derivada de los periodos astronómicos, marcaría los periodos de origen, desarrollo y extinción de los pequeños mamíferos, y seguramente también de otros grupos de animales.
En astronomía, la oblicuidad de la eclíptica se refiere a que el eje de giro de la Tierra cambia su inclinación lentamente con el tiempo, mientras que la excentricidad de la órbita terrestre hace referencia a la variación en la forma de la órbita como consecuencia de la atracción del resto de los planetas del Sistema Solar.
Estos cambios en la excentricidad y oblicuidad de la órbita del planeta provocan una variación en la cantidad de radiación solar que alcanza la Tierra, con el consecuente cambio climático.
El análisis de los datos y su comparación con las oscilaciones orbitales terrestres permitió descubrir que los picos de extinción de los roedores han coincidido con periodos de enfriamiento terrestre máximo, mientras que los picos de aparición y expansión de las especies han coincidido con periodos climatológicamente estables.
La vida y la muerte de los mamíferos depende por tanto de los cambios estacionales asociados a las variaciones astronómicas, especialmente a los inviernos extremadamente duros y a los veranos áridos, que favorecerían o impedirían la continuación de los mamíferos, según los resultados de esta investigación.
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