Los chistes activan las mismas zonas cerebrales que la cocaína, según ha constatado un equipo de científicos de la Universidad de Stanford, California, mediante una investigación que acaban de publicar en la revista especializada Neuron.
La investigación se desarrolló con 16 voluntarios en sus respectivos ambientes familiares y amistosos, mientras veían dibujos animados cómicos en la televisión. Durante ese tiempo, sus cerebros eran escaneados por la técnica de Imagen de Resonancia Magnética (IRM).
Al analizar los datos recogidos durante este experimento, el equipo investigador descubrió que el humor y los chistes activaban las mismas zonas del cerebro llamadas “de recompensa” que se estimulan con el consumo de drogas, un ingreso inesperado de dinero o la contemplación de un paisaje.
El mecanismo “de recompensa” se activa por estimulación cerebral o por la influencia de substancias endógenas. Entre los principales componentes del sistema de recompensa se encuentran el área tegmental ventral y el cerebro anterior basal: núcleo acumbens, tubérculo olfatorio, corteza frontal y amígdala. La conexión dopaminérgica entre el área tegmental ventral y el cerebro anterior basal es el llamado sistema dopaminérgico mesolímbico.
El descubrimiento de la Universidad de Stanford explica por qué cuando una persona disfruta con un chiste o un episodio intenso de humor experimenta una sensación de euforia que se prolonga en el tiempo, al igual que sucede cuando se consumen drogas o se viven episodios especialmente felices.
Mejores tratamientos
El equipo del Stanford Brain Research Center trabaja sobre los diferentes estados cerebrales que se producen en el momento de la depresión o de euforia, lo que consiguen siguiendo el comportamiento del cerebro durante estos episodios.
La investigación ayudará a comprender mejor el funcionamiento del cerebro cuando experimenta algún tipo de bienestar y contribuirá también a perfeccionar el diagnóstico de la depresión, así como los tratamientos antidepresivos.
La imagen neuronal había establecido con anterioridad una relación entre los mecanismos afectivos, cognitivos y motores asociados al buen humor, pero no se había conseguido establecer el sustrato neurobiológico de este estado, que es lo que ha logrado el equipo de Stanford.
El estudio ha verificado que el humor modula la actividad de ciertas regiones corticales y subcorticales, incluyendo el núcleo acumbens, que es un componente clave del sistema mesolímbico dopaminérgico, la zona vinculada con las emociones y las conductas biológicamente reforzadas.
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