La mayoría de la gente, incluidos los científicos, asume que no podemos olfatear el peligro.
Se pensaba que nos asustamos de un olor -como una fuga de gas- sólo después de que la información sobre el aroma sea procesada por nuestro cerebro.
Pero un grupo de neurocientíficos de la Universidad de Rutgers (Nueva Jersey, EEUU) que estudia el sistema olfativo de los ratones ha descubierto que la reacción de miedo puede ocurrir a nivel sensorial, incluso antes de que el cerebro tenga la oportunidad de interpretar que el olor podría significar problemas.
Adelantándose al cerebro
En un nuevo estudio publicado en Science, los investigadores informan de que las células nerviosas de los hocicos de los animales de laboratorio reaccionaron con más fuerza a los olores amenazantes, antes de que el mensaje del olor fuera enviado al cerebro.
“Este hallazgo resulta sorprendente porque tendemos a pensar en el aprendizaje como algo que sólo ocurre a nivel profundo en el cerebro, de manera consciente», explica el investigador John McGann en un comunicado de dicha Universidad.
“Pero ahora hemos visto que el sistema nervioso puede volverse especialmente sensible a los estímulos amenazantes y que este conocimiento del miedo puede afectar a las señales que pasan desde los órganos sensoriales hasta el cerebro”.
McGann y sus colaboradores hicieron este descubrimiento mediante el uso de la luz para observar la actividad de los cerebros de ratones modificados genéticamente, a través de una abertura en sus cráneos.
Encontraron que los ratones que recibían una descarga eléctrica al mismo tiempo que un olor específico mostraban una mayor respuesta al olor en las células de la nariz, antes de que el mensaje llegara a las neuronas del cerebro.
Aplicaciones médicas
Esta nueva investigación podría ayudar a entender mejor enfermedades como el trastorno por estrés postraumático, en el que existen sentimientos de ansiedad y miedo, a pesar de que una persona ya no está en peligro, provocados simplemente por un olor o una sensación.
Los científicos también descubrieron un aumento de la sensibilidad a los olores en los ratones traumatizados por shock.
Cuando estos ratones olían el olor asociado con las descargas eléctricas, la cantidad de neurotransmisores -sustancias químicas que transportan las comunicaciones entre las células nerviosas- liberados por el nervio olfativo en el cerebro era tan grande como si el olor fuera cuatro veces más fuerte de lo que realmente era.
Hasta ahora, los científicos no pensaban que la recompensa o el castigo pudieran influir en cómo los órganos sensoriales procesan esta información.
El siguiente paso en la investigación, señala McGann, es determinar si la hipersensibilidad a los olores peligrosos puede ser revertida enseñando a los ratones que la descarga eléctrica ya no está asociada con un olor específico. Esto podría ayudar a desarrollar nuevos tratamientos terapéuticos para los trastornos de ansiedad en los seres humanos.
Referencia bibliográfica:
M. D. Kass, M. C. Rosenthal, J. Pottackal, J. P. McGann. Fear Learning Enhances Neural Responses to Threat-Predictive Sensory Stimuli. Science (2013). DOI: 10.1126/science.1244916.
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