Investigadores de la Universidad escocesa de St Andrews han desarrollado un modelo matemático capaz de simular la evolución del tamaño del cerebro humano a lo largo de la historia y descubierto que, en contra de lo que se creía hasta ahora, ha sido el medioambiente el factor determinante del desarrollo cerebral de nuestra especie, según se explica en un comunicado.
El descubrimiento cuestiona la conclusión de anteriores estudios según la cual el cerebro humano alcanzó el tamaño necesario para acoger la experiencia humana debido a las interacciones sociales y a los cambios culturales. Los resultados se han publicado en Nature.
Durante décadas, varias teorías para explicar el desarrollo cerebral se han apoyado en la «hipótesis del cerebro social», según la cual los cerebros más grandes evolucionaron para ayudar a gestionar nuestras vidas sociales cada vez más complejas. Al mismo tiempo, la «hipótesis del tejido costoso» ha sugerido que los cerebros carnívoros evolucionaron a expensas del intestino.
Un problema fundamental es que las pruebas de estas teorías previas se basan en datos correlativos y no permiten establecer si los cerebros crecieron para permitirnos vivir en grandes grupos sociales o al revés.
La nueva investigación ha podido determinar que el medioambiente ha sido el que ha desempeñado el principal papel en la historia evolutiva del cerebro humano. Utilizando un modelo matemático, los investigadores han simulado los efectos inducidos sobre el cerebro a lo largo de la historia, tanto los debidos a las interacciones sociales y culturales como a los ambientales.
Resultados sorprendentes
Los resultados han sido sorprendentes: los estímulos sociales sólo han representado el 40% del impacto ejercido sobre el cerebro, y de este total, el 30% corresponde a las alianzas concertadas entre individuos para asegurar su supervivencia. La competencia entre grupos de seres humanos sólo ha influido un 10% en el desarrollo cerebral humano.
Lo realmente determinante han sido los estímulos ambientales: el desafío que representa la supervivencia, particularmente la búsqueda y captura de presas, representa el 60% de la influencia sufrida por el cerebro para alcanzar un crecimiento progresivo.
Otro descubrimiento que aporta esta simulación es que la cooperación derivada de la naturaleza social de nuestra especie ayuda al crecimiento cerebral hasta cierto punto: cuando el aumento de los estímulos cooperativos supera el 30%, el tamaño del cerebro empieza a disminuir.
Según los investigadores, esto se debe a que, cuando se desarrolla un marco cooperativo, nos apoyamos más en el cerebro de los demás y eso hace innecesario invertir energía en el desarrollo de nuestro cerebro.
Hay que tener en cuenta al respecto que el costo energético de un encéfalo tan voluminoso como el humano representa una quinta parte del gasto de energía de nuestro organismo. También que el cerebro humano es seis veces más grande que el de otros mamíferos equivalentes, por lo que nuestra especie es una excepción de la naturaleza.
Superar dificultades, la clave
En resumen, lo que ha establecido esta investigación es que los cerebros y cuerpos de tamaño humano pueden evolucionar cuando las personas viven en entornos difíciles, cooperan intensamente y sufren una cantidad razonable de conflictos entre grupos.
También que han sido los ambientes difíciles los que realmente expanden el tamaño del cerebro, siempre que las personas puedan seguir mejorando sus habilidades a lo largo de la vida.
Esta mejora sostenida de las habilidades de los individuos a medida que envejecen puede verse facilitada por procesos culturales, es decir, aprendiendo cosas que las generaciones previas han descubierto, en lugar de descubrirlas por sí mismas, aunque el estudio no modela estos procesos explícitamente.
El estudio concluyó que una combinación de entornos difíciles y procesos culturales probablemente causó la expansión del cerebro humano y, sorprendentemente, que el efecto de la cooperación y la competencia entre grupos no ha sido para aumentar el tamaño del cerebro, sino para disminuirlo.
Este nuevo estudio necesita todavía ser validado por nuevas investigaciones, por lo que sus conclusiones no pueden considerarse definitivas. De hecho han suscitado algo de escepticismo entre algunos expertos.
Referencia
Inference of ecological and social drivers of human brain-size evolution. Mauricio Gonzalez-Forero, Andy Gardner. Nature, Volume 557, pages554–557 (2018). DOI:http://dx.doi.org/10.1038/s41586-018-0127-x
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