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El enigma del mal

El enigma del mal

El enigma del mal

Ficha Técnica

Título: El enigma del Mal
Autor: Alfred Schütze
Edita: Editorial Rudolf Steiner, Madrid, 2010
Traducción: Julia Hernández Sans y Rafael Martín-Artajo
Encuadernación: Tapa blanda
Número de páginas: 139
ISBN: 978-84-85370-08-5
Precio: 11 euros

El problema del mal en el mundo no es nuevo; ni mucho menos: filósofos, teólogos, pensadores, escritores, se han referido a él muy a menudo en diferentes estilos literarios. El Mal, con mayúsculas, es un misterio que ha incitado y excita la reflexión. Como ejemplos actuales de quienes lo abordan con profundidad, podemos citar a Manuel Fraijó (Dios, el mal y otros ensayos), con su sólida meditación acerca de la necesidad de justicia; o Torres Queiruga (Esperanza a pesar del mal o Repensar el mal: de la ponerología a la teodicea) que lo asienta en la finitud. Este libro que comentamos supone otro punto de vista, el de la Antroposofía, el movimiento de Rudolf Steiner; por ello, en asunto tan debatido, los seguidores de su línea de pensamiento encontrarán en estas páginas un planteamiento, si no novedoso, sí bien estructurado y asequiblemente expuesto; y quienes no lo sean, tienen la oportunidad de acercarse a él y conocer su punto de vista, con sus necesarias argumentaciones que le aporten un dato más para la reflexión sobre el Mal.

Si quisiéramos resumir en unas pocas líneas la síntesis de su hipótesis, las palabras propias del autor nos dan la respuesta: “El Mal es el recurso de los Dioses para realizar un Bien superior. Así, en último término, el Mal forma parte de la voluntad divina (…) El Mal adquiere una cierta justificación en cuanto que sirve para provocar la aparición del Bien.”

La redacción de este estudio no es reciente, pues su primera edición data de algunas décadas atrás; pero su contenido sí conserva todo su valor.

El primer capítulo, La situación actual, recoge la impresión del autor acerca de la presencia del mal en el mundo hoy día. Según él, no es ya la muerte el problema cardinal del alma humana, sino el mal. Aunque, evidentemente, ha de explicar previamente que el mal al que alude no es el concepto de pecado, referido a la transgresión de una moralidad religiosa. Para Alfred Schütze el mal se hace presente en la traición, en los horrores de las guerras, los campos de concentración, los métodos de tortura, las revueltas que buscan reforzar sus justas demandas por medio del terror, las armas (atómicas, bacteriológicas y químicas), y los métodos burocráticos de los gobiernos y de los partidos, cuya forma de actuar produce la despersonalización del individuo; ejemplos todos ellos que confirman cómo el mal, lejos de estancarse, se propaga y crece. Y va más allá: pasa del individuo a las instituciones en las que no hay un responsable directo de las acciones, sino que la responsabilidad se diluye en el grupo. Finaliza el capítulo sombríamente: “el siglo XX, que en el campo de la técnica y de las ciencias naturales, logra progresos insospechados, en el aspecto ético no solo no ha experimentado ningún avance, sino que amenaza con hundirse en la barbarie moral”.

“El pecado original no es un acontecimiento concluido que, una vez ocurrido, quede como un hecho inmutable, sino que es un proceso continuo en el que han de diferenciarse muchas etapas evolutivas”. De ahí, el título del segundo capítulo de la obra, Las etapas evolutivas del Mal. Schütze hace un recorrido por la historia, considerando cada etapa de su presencia. Arranca con la mitología persa, en la que es un miembro del orden y la tensión cósmicos, en los que el hombre está integrado. En la protohistoria germánica, el Mal es la culpa fatal de los dioses, a la que el hombre es arrastrado. En Grecia, es la irrupción de lo feo que turba la armonía del mundo y puede ser superado por medio del arte. Para la Edad Media, el Mal es un asunto moral personal del alma y debe ser aniquilado por medio de la ascesis. Finalmente, en los tiempos modernos, el Mal ha de ser transformado para conseguir, a través de la movilización de las fuerzas activas de defensa, un fortalecimiento del Bien: “Pertenece al insondable enigma del Mal el hecho de que tenga que existir para magnificar el Bien”.

El Mal como piedra de toque de la libertad es el título del tercer capítulo. Plantea la hipótesis de que, a partir de los terribles acontecimientos de la segunda guerra mundial, el Mal comienza a revelarse pública e impúdicamente. Y surge la pregunta eterna del sentido de lo sucedido, de si existe la justicia, de cómo Dios permite que sucediera. Schütze se responde que “Dios permite el despliegue del mal para facilitar el desarrollo de la libertad humana”. Sin la existencia del Mal no es concebible la libertad. Ahora bien, esa libertad no ha sido siempre igual; a mayor presencia del Mal, se incrementa la libertad y la responsabilidad. Y pone como ejemplos las posibles consecuencias de nuestras decisiones en temas como la energía nuclear o la manipulación genética.

El Mal no tiene solo una cara. De ahí que Las dos caras del Mal sea el título del cuarto capítulo, uno de los troncales de la obra. Parte de una premisa: lo opuesto al Mal no es el Bien; y lo clarifica con algunos ejemplos: lo contrario de la avaricia (mal) no es el derroche, otro mal. Otra premisa: “El hombre ha entrado en este mundo al nacer, pero espiritualmente procede de reinos que no son de este mundo, a los cuales regresa con la muerte (…) El hombre cumple con su razón de ser cuando hace que el espíritu se manifieste en la tierra”. Le acechan dos peligros: el atarse excesivamente a la tierra, descuidando el espíritu o, por el contrario, elevarse en exceso en su espíritu abandonando su lado terrenal; y concluye: “Con su ir y venir entre el mundo espiritual y el terrenal, el ser humano encuentra la armonía entre estos dos polos cuando logra introducir en sus vivencias la luz espiritual que resplandece en el alma, haciéndola irradiar en el mundo terrenal”. ¿Tiene esto algo que ver con lo moral? Pese a que aparentemente no lo parece, sí ocurre que las consecuencias de los actos humanos tienen una gran carga de moral. El autor ilustra su exposición con el ejemplo del avance de la ciencia; cuando esta se desliga de consideraciones morales, pese a que en sí misma es “neutra”, los efectos que produce pueden ser dañinos, poniendo, como ejemplo, la energía atómica o la manipulación genética; dice Schütze: “El espíritu de la máquina, que domina hoy en día gran parte de la vida, celebra triunfo tras triunfo en un proceso desespiritualizador del hombre y de la tierra”. Por ello, “introducir el espíritu en lo terrenal y una autoeducación que cultive las fuerzas del alma conducen a la superación de ambos peligros. Este tercer elemento redentor constituye el verdadero Bien (…) El Bien no se opone, redime; en definitiva, no lucha, sana”. Afirma que estas polaridades no solo se dan el cuerpo y en alma del hombre, sino también en su espíritu. Aduce ejemplos: el propio Cristo, sobre quien hay opiniones muy dispares; o sobre la forma de reaccionar diferente entre hombres y mujeres, o según la distribución geográfica. Finalmente, se refiere a Rudol Steiner, el fundador de la Ciencia Espiritual Antroposófica, a quien atribuye la clara definición de la doble naturaleza del mal. Como decíamos, se trata de un capítulo troncal de la obra, que merece una detenida lectura y cuya complejidad puede quedar reflejada en los puntos orientadores que aquí se comentan.

El capítulo quinto lleva por título Las múltiples facetas del pecado original. El Mal no es una circunstancia moral e íntima del alma, sino que se halla relacionado con el hombre integral; se trata de un hecho espiritual de gran trascendencia; ese es el pecado original: no es una tentación personal de carácter moral, no; es, según el autor, la intervención de unos poderes superiores de repercusión cósmica; y la acción de Cristo sirvió para compensar la falta original y crear la posibilidad de cancelar los errores individuales. Ese poder tentador no solo puede afectar nuestro comportamiento y convertirlo en inmoral, sino que acompaña todas las demás funciones anímicas y espirituales, actuando en todos los niveles y esferas del mundo humano. Y pone algunos ejemplos de caída por este pecado original: de la voluntad, surge, como consecuencia, la decadencia moral, en el sentido más restringido de la palabra ‘pecado’; del pensar, el error y la mentira; del sentir, la falta de amor y cinismo; de la percepción, insensibilidad y sentido materialista de la vida; de los procesos vitales, la enfermedad; del cuerpo físico, la muerte; y, en su última consecuencia en la personalidad humana, la posesión.

El sexto capítulo abunda más en esta línea; lo titula El pecado original de la cognición. En él se profundiza en algunos aspectos expuestos en capítulos anteriores. Se parte de la premisa de que la vida cognoscitiva, la ciencia, tiene que ver con la cuestión de la verdad, pero no se plantea nada sobre el Bien y el Mal; de nuevo insiste: sin embargo, las consecuencias de ese saber pueden ser nefastas. Para evitar tal situación, se necesita tener en cuenta al ser humano integral, no dividido en diferentes niveles independientes entre sí; y en ese aspecto integral entra, por supuesto, su espíritu, que no puede ser separado de la capacidad cognoscitiva. Sin embargo, vemos cómo “la formación del intelecto se lleva a cabo a través de un trágico proceso de separación del hombre de lo divino” por lo que “el proceso interno del desarrollo humano exige que la inteligencia, separada del poder divino, vuelva a ser espiritualizada por el hombre mediante un acto libre.” Hoy, afirma el autor, se pretende imitar el intelecto con las máquinas, basándose en el soporte físico del cerebro.

La naturaleza del mal es el título del séptimo capítulo. Es aquí donde se pretende explicar la presencia del Mal, fundamentada por el creador de la antroposofía Rudolf Steiner. Esencialmente, viene a decir que “el Mal es el recurso de los Dioses para realizar un Bien superior. Así, en último término, el Mal forma parte de la voluntad divina (…) Con ello, el Mal adquiere una cierta justificación en cuanto que sirve para provocar la aparición del Bien.” Y concluye: “podemos deducir claramente que la meta última de la contienda con el Mal no puede consistir en su aniquilamiento. El simple exterminio o la represión no constituyen una verdadera solución, ya que los seres y fuerzas con las que tenemos que enfrentarnos no pueden ser considerados como malos en sentido absoluto (…) [hay que] volver a integrarlos en la corriente armónica del devenir cósmico.”

Penúltimo capítulo: La influencia cultural ahrimánica y el fenómeno de la posesión. Nos dice Schütze que el Mal no solo actúa directamente a través del obrar humano, sino, de manera indirecta, a través de instituciones. Se produce una infiltración gradual del mal a través de tres pasos; en el primero, anida en interior del hombre, valiéndose de su actitud unilateral con respecto al conocimiento, manipulando, a partir de ahí, sus fundamentos morales; en un segundo paso, se impregnan los hechos culturales y sociales; y en un último estadio, el hombre se convierte ya en instrumento de tendencias extrahumanas, después de excluir parcialmente la voluntad del Yo. A esto se le puede llamar sin ambages ‘posesión’. Para llegar a este punto, previamente se produce un debilitamiento de ese yo, cuya causa sitúa en el intelectualismo y el materialismo.

Y la obra finaliza con La aparición del Anticristo. Todas las manifestaciones del Mal que conocemos son un preludio de ataques más fuertes que culminarán con la aparición del Anticristo, algo que Schütze afirma que sucederá y que no ha de ser considerado como una fábula. Vendrán, dice, falsos profetas y personas que se harán pasar por Cristo. Pero, ¿en qué consiste el misterio del Anticristo? Ahrimán ha venido actuando de forma indirecta: primero, a través de la consciencia intelectual del hombre; luego, introduciéndose en diversos aspectos de nuestra civilización; y, finalmente, incorporándose temporalmente en ciertas personas. Pero hay una esperanza consoladora; la llegada del Anticristo supone la segunda venida de Cristo.

Concluye así esta obra que constituye una aportación más al eterno cuestionamiento de la presencia del Mal. Como se indicaba líneas arriba, pese a no tratarse de un trabajo reciente, pues apareció en su primera edición hace algunas décadas, su lectura no deja de resultar interesante; eso sí: por sus ejemplos sacados de la vida diaria en muchos casos, podemos situarnos en la época en que fue redactado. Es evidente que los planteamientos antroposóficos no son compartidos por todos los filósofos o especialistas en espiritualidad. Pero para quien esté interesado en conocer los diferentes prismas desde los que poder analizar el problema del Mal, este libro le resultará, cuando menos, interesante.

Índice

La situación actual
Las etapas evolutivas del mal
El mal como piedra de toque de la libertad
Las dos caras del mal
Las múltiples facetas del pecado original
El pecado original de la cognición
La naturaleza del mal
La influencia cultural ahrimánica y el fenómeno de la “posesión”
La aparición del Anticristo

Nota sobre el autor

Alfred Schütze (1903-1972) se ordenó de sacerdote de la Christian Community. Desarrolló su actividad en Stettin (actualmente Szczecin, Polonia) y, posteriormente, en Frankfurt.

RedacciónT21

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