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Itinerarios interiores

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Ficha Técnica

Título: Itinerarios interiores
Editor: Lluís Ylla
Edita: Fragmenta Editorial, Barcelona, 2019
Colección: Fragmentos
Ilustraciones: Cristina Álvarez Puerto
Encuadernación: Tapa blanda con solapas
Número de páginas: 124
ISBN: 978-84-17796-06-8
Precio: 12,90 euros

La colección Fragmentos de Fragmenta Editorial nos suele ofrecer textos de pequeño formato pero cuyo contenido ambiciona superar la limitación de sus páginas, en una invitación a reflexionar y pensar sobre cuestiones profundas. Y este título a que nos referimos se mantiene en esa línea.

El editor, Lluís Ylla, firma el Prefacio, con el sugestivo y sugerente título de Invitación a caminar, a la búsqueda de espacios interiores, descubriendo desde los inicios que son muchos los caminos que se le abren, puesto que cada uno, cada persona, tiene su propio camino en su geografía interior. Y no es trayecto sencillo, ya que el viaje más largo es el que se dirige al propio interior para cuyo recorrido hemos de desprendernos de quehacer y haberes.

En su propio trayecto, solicita la colaboración del doctor en Filosofía y Teología, fundador de la Asociación Amigos del Desierto, Pablo d’Ors, quien reflexiona sobre el silencio, desde su compromiso cristiano; un silencio que no se contrapone a la palabra, ya que ésta, ahora con mayúscula, se dijo en un gran silencio.

Silencio

El texto de d’Ors es sobre el yo, la sencillez de meditar y recrearse y holgar en ese soy yo. ¿A qué se debe? Pues a que, como dice Javier Melloni, “el silencio no es la ausencia de ruido, sino la ausencia de ego”. Es un yo vivo, despierto y vivir espiritualmente es precisamente esto, estar vivo. Y se apoya en San Pablo para afirmar que la vida, toda ella, la vida de verdad, el tiempo y el espacio en que existimos, todo eso es Cristo.

¿Se anhela algo más en ese estar vivo? No; simplemente es estar en lo que se está y no querer ir a ninguna otra parte, preguntándome qué siento. Se siente el cuerpo, la mente por lo general desbocada y desobediente, se siente que la línea que separa mi yo del mundo es muy fina, que incluso se diluye y que ese yo más amplio casi se identifica con el mundo.

En ese silencio, donde estoy vivo, nace la meditación, el arte de escucharse a uno mismo; y solo quien se escucha a sí mismo puede escuchar a los demás. Ese silencio es Dios en quien resuenan todas las cosas; y ahí encontramos la vía más directa, sin necesidad de mediación, para contemplar la verdad.

Palabra

“La palabra, junto al silencio que permite su vibración, es, para muchas personas, el gran inicio del camino interior”, dice Ylla en la introducción al texto de Ruth Galve, investigadora en el ámbito de la expresión oral y la pedagogía de la interioridad. Y a la palabra dedica las páginas de su escrito.

Rememora la importancia de la palabra dada: alguien que no respondiera por ella, alguien sin palabra, es una persona vacía, deshonesta y peligrosa. Pero no es en este aspecto en el que incide especialmente, sino en la palabra como vehículo de comunicación, de todo tipo de comunicación. Ser significa comunicarse, cita a José Antonio Marina; “en mi interior hay un desconocido que revelo mediante el lenguaje”. Y es que vivimos en un diálogo constante con nosotros mismos.

No podríamos pensar, razonar, aprender sin el lenguaje. Y es este, seguramente, la causa de la evolución, que sería impensable sin la palabra. Y es más: es el lenguaje quien marca los límites de las dimensiones de nuestro mundo, que vienen determinados por el ámbito lingüístico en que nos movemos.

Palabra no es antónimo de silencio; lo es el ruido. Como una caricia, la palabra verdadera, nos dice algo; la que es bella, crea y la buena hace el bien. Y concluye: “Las personas llevamos el lenguaje de equipaje cuando viajamos a nuestro mundo interior y, con palabras e ideas, iluminamos la oscuridad terrible de lo aún desconocido”.

Sabiduría

Es el doctor en Filosofía Ricardo Pinilla quien aborda el siguiente tema: Sabiduría. Lo introduce Ylla reflexionando sobre qué es la realidad, pensar la realidad, porque merece la pena el árido esfuerzo de pensar y el placer de ser homo quaerens. Porque hay que saber y hace hincapié en la doble acepción del término: saber de conocimiento y saber de sabor, de saborear, incidiendo especialmente en la segunda. Es aquello que preconiza Ignacio de Loyola en sus ejercicios espirituales: no el mucho saber harta y satisface al ánima, mas el sentir y gustar de las cosas internamente. El saber, por tanto, tiene que ver con el conocer y el sentir.

El sabio siempre nos abre su interior porque está abierto al interior de lo que le rodea. Por lo que vislumbra el autor “que la sabiduría no es solo fruto de un hombre interior o de un hombre profundo, sino de aquel que nunca duda en adentrarse en lo externo y lo extraño y que, como enseñó Sócrates, no tiene reparo en enunciar su ignorancia […] Ese vaciado que es apertura al otro”. Y es que el sabio se da desde su interior, desde dentro; no se guarda, sino que se da entero.

Y recalca el matiz pretendido, al afirmar que el sabio sabe, no de saber algo, sino de saber a algo. Quien tiene sabiduría capta la realidad y nos la devuelve como aromas y sabores para, con él, saber la vida y saber a la vida.

La conclusión que nos aporta Pinilla es del máximo interés: “Todos podríamos, deberíamos, proponernos ser más sabios, pues cómo no saber más a la vida, a los demás, a las preguntas que acucian desde que tenemos conciencia: ¿dónde estaba yo antes de nacer? ¿Qué será de mí? ¿Y qué será de los seres que me rodean, a los que amo y sin los cuales no concibo vivir? ¿Qué ocurre cuando parten antes que yo, como suele pasar con nuestros padres y maestros?”

Arte

Cristina Álvarez Puerto es pedagoga y especialista en psicología de la educación. Y es la autora de las siguientes páginas de este libro, con su ensayo dedicado al Arte. Según Yllas, al hablar de arte, lo hacemos de otro saber, el de la belleza del sabio, esa belleza que hace bien y que nos ayuda a ingresar en el mundo interior sin la limitación de los razonamientos conceptuales.

El ser humano crea, además, belleza, habita en el mundo creándola, porque no le basta con saber, ha de ir más allá con su creación. Y Cristina Álvarez nos indica que, cuando contemplamos una obra de arte, una creación artística, lo esencial es la percepción de un espacio vacío donde se genera una libertad para que el otro sea; y esto ocurre aunque no seamos conscientes de ello.

No solo somos espectadores del arte. Cuando un verdadero artista crea, nos permite ser y percibir el misterio “hecho experiencia y percepción en el instante del encuentro con la obra, reuniendo pasado y futuro en un presente universal y a la vez cotidiano”. Es entre lo que quiere salir al mundo y lo que de él nos llega donde se encuentra el reino donde germina el impulso para crear. Tal impulso inicial es un arte, es “la bendita curiosidad y el anhelo de encontrar ese equilibrio entre el afuera y el adentro”. Citas de Rudolf Steiner, Rabindranath Tagore o Arthur Zajonc emergen del texto, iluminando el pensamiento de la autora.

Corporalidad

Es el tema que corresponde al doctor en Psicología Luis González, quien ayudó a Yllas a distinguir entre cuerpo, corporeidad y corporalidad y a obviar el dualismo entre cuerpo y otras realidades del yo: mente, espíritu, … Y tratándose aquí de itinerarios interiores, aclara que interioridad se refiere a la condición corporal, sin que necesariamente nos oprima con la dualidad cuerpo-alma o esencia-existencia.

González afirma que somos un ser corporal donde el interior y el exterior se unen, que no confunden, que no provoca contradicción entre cuerpo y espíritu, con una única condición: que alguien nos habite Y se pregunta, ¿quién tiene a quién, el cuerpo a mí o yo al cuerpo? No es complicado: hay que pensar con el cuerpo, no solo con la cabeza.

Cada anatomía encierra un yo diferente que cuenta con su propia instalación yoica; y de cada anatomía, recibo una información valiosa y preciosa: yo orgánico, yo muscular, yo emocional, metal o energético. Sí, soy un cuerpo espiritual. Los límites corporales pierden su sentido literal y se precisa la aceptación de una estructura observatoria del yo. “El yo define la interioridad. ¿Quién es ese que habla o leer? ¿Qué lo conforma si sabemos que cerebro atempera la idea del yo?”

Y va más allá. Si hablamos de un interior es porque hay un cuerpo, un cuerpo que está habitado, porque, de no estarlo, habría un cadáver, no cuerpo-persona. “Cuando sientes tu ser corporal, se desvanecen todas las ilusiones limitantes (el infinito también) y tu conciencia corporal te saluda”.

Ciencia

El doctor en Biología Ramón María Nogués aborda el capítulo dedicado a la Ciencia. Parte de la base de que nuestra capacidad de intelección probablemente se vea limitada, debiendo quedarnos abiertos a muchas indeterminaciones que hay que aceptar con sencillez. Un inteligente y humilde punto de partida.

Ahonda más al explicar la complejidad de lo real que exige una modestia interpretativa, prudencia en las afirmaciones, respeto por los procesos, precaución en las intervenciones y habilidad para mantenerse abierto al carácter compatible de las muy variadas facetas de la realidad. Además, no existe una razón pura, sino una razón que siente, personalizada, contextualizada, socializada, culturalizada, … una razón, en fin, ampliada que nos abre a una comprensión completa de nuestro mundo.

Porque los seres vivos somos materia y energía adecuada y vitalmente informadas, aunque nadie sabe explicar aún qué sea la conciencia, sobre todo la reflexiva y recursiva. Incluso recurriendo al darwinianismo, sería raro que estuviésemos habilitados para saberlo y conocerlo todo, por lo que, concluye, “es muy posible, pues, que existan dimensiones de las que solamente podemos tener vislumbres”.

Sí parece claro que la conciencia, nuestro yo, está hoy siendo atacada, en vez de cuidarla cariñosamente. El yo, pues, es el centro de lo que llamamos mente: centro de identidad, de iniciativa, de responsabilidad, de satisfacción, de punto de partida de la unión amorosa, etc. Sin ese centro, solo queda la demencia. Eso sí: hay que vigilar que no se autocentre en el egoísmo, sino que se alocentre en la alteridad, porque “sin un yo maduro y responsable no llegaremos a descubrir un tú digno de respeto y amor”. Con lo que se entra, de alguna manera, en el tema de la libertad, de la que Nogués afirma que, viendo la complejidad del sistema cerebral, hay neurólogos que admiten sin problemas que existen márgenes para ella en la mente humana.

Espacio y tiempo

Es el título del ensayo que cierra el libro, firmado por su editor Lluís Ylla. En él hace un recorrido por lo que ha supuesto su encuentro con cada uno de los autores que han prestado su colaboración en la obra. Afirma que con cada uno descubrió que hay miradas distintas para recorrer el mundo interior, que todos los caminos se extienden en el espacio y se andan en el tiempo; y se detiene en la percepción que tenemos de ese espacio-tiempo que depende de muchas variables.

Avanzamos al paso del tiempo, que no es lento ni impaciente, mientras que el espacio nos condiciona: algunas vivencias agradecen determinados espacios mientras que determinados espacios propician especiales vivencias. Tras una cita de Heidegger, nos explica que no existe el tiempo absoluto, pues solo se trata de percepciones y vivencias del tiempo, que se miden con el mismo reloj pero son percibidas de maneras distintas: la medición del tiempo no es el tiempo.

Por otro lado, podemos sentir que en nuestra pequeñez trascendemos el espacio y cita, nuevamente a Heidegger: “El espacio no es nada en sí mismo; no existe ningún espacio absoluto. Solo existe a través de los cuerpos y energías contenidas en él”. Y hoy, el único espacio que queda por colonizar es justamente el espacio interior.

Tiene el libro un Epílogo; de él, entresacamos este esclarecedor párrafo: “Andando al lado de cada uno de los amigos de este viaje, me ha quedado grabado el sentimiento de que, vaya donde vaya, si es hacia el interior de mí mismo, posiblemente lo será también hacia el interior de los otros. Y que sea con el medio de transporte que quiera, el silencio, la palabra, el arte, … el que más me guste, pero que vaya siempre hacia el interior de mí mismo”.

Concluyendo

Nos encontramos ante un libro de pequeño formato, ciertamente, pero de profundo contenido. Desde luego, pese a la facilidad de su lectura debida a un estilo siempre cercano y asequible, no se ha de leer de un tirón; ni siquiera, siguiendo el orden de los capítulos: cada uno de ellos constituye una vía distinta para un mismo destino, el mundo interior. Más bien es un trabajo para meditar, para saborear, para reflexionar. Sus enseñanzas constituirán, sin duda, un excelente camino hacia un yo abierto a los otros.

Índice

Prefacio. Invitación a caminar.
Silencio, por Pablo d’Ors
Palabra, por Ruth Galve
Sabiduría, por Ricardo Pinilla
Arte, por Cristina Álvarez Puerto
Corporalidad, por Luis López
Ciencia, por Ramón María Nogués
Espacio y tiempo, por Lluís Ylla
Epílogo. Meditación sobre unos versos de León Felipe

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Notas sobre el editor

[bLluís Ylla ]bes ingeniero superior agrónomo y tiene un posgrado en Dirección General. Ha trabajado en el ámbito de la cooperación internacional y de la extensión territorial (Intermon Oxfam); actualmente lo hace en gestión educativa en Jesuïtes Educació donde se ocupa de temas de planificación, sistemas de calidad y desarrollo pedagógico. Asimismo, ha coordinado varios seminarios sobre pedagogía de la dimensión interior, y es impulsor de esta pedagogía en las escuelas que forman parte de de la red de la Fundación Jesuïtes Educació. Investiga en el ámbito de la interioridad y la espiritualidad.

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