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Los procesos de organización de la mente y de la materia son homólogos

La ‘función reductora de la realidad’ que realiza el yo humano al interpretar el mundo en el que vive es comparable con el colapso reductor de la función de onda cuántica, en partículas concretas. La primera ‘reducción’ se realizaría en la mente; y la segunda en la materia. Por similitudes, podríamos llamar a la función cuántica “yo cuántico”. De esta semejanza se pueden extraer interesantes conclusiones. Por Sinesio Madrona.

Los procesos de organización de la mente y de la materia son homólogos

Imaginemos el  “yo” como una función reductora de la realidad, ya sea ésta la realidad material o la realidad representada. Relacionemos esto con la física cuántica: Imaginemos un “yo psíquico” que reduce la realidad a una sola interpretación de la misma; y un “yo cuántico” que realiza el colapso de la función de onda, reduciendo la realidad a una sola posición de las partículas que la componen.
 
En este sentido, ambos ‘yoes’ serían homólogos, la función es la misma, y su resultado estructuralmente equivalente (Bertalanffy, Teoría de sistemas). Como ha dicho el físico David Bohm, según nos cuenta Manuel Béjar, hablaríamos, pues, “de una misma realidad ontológica de materia-energía y conciencia. Todo es el resultado de la acción dinámica de un solo todo de energía-mente.”  
 
El lenguaje simbólico, como el lenguaje matemático, asimismo simbólico, es la clave de todo esto. Está por encima de las corporizaciones [1] de la misma información en diferentes sistemas: físicos, químicos, biológicos, psicológicos, sociales… (Keeney, 1983). Puede ver, por lo tanto, en las distintas concepciones de la realidad un mensaje transdisciplinario que es muy de tener en cuenta a ciertos niveles de percepción de la realidad.
 
La psicología profunda se ocupa ante todo del lenguaje simbólico. Para este enfoque de la realidad tanto el lenguaje religioso, filosófico y psicológico como el lenguaje científico son simbólicos, están al mismo nivel, hablan de la misma realidad. Ello nos permite ir más allá de sus marcos conceptuales y encontrar otro que los abarque a ambos.
 
Qué es el ‘yo cuántico’
 
Intentaré explicar por qué identifico el colapso de la función onda de la mecánica cuántica con lo que llamo el “yo cuántico” [2]. Básicamente, la idea es que el yo (humano) ‘colapsa’ la realidad en una interpretación parcial de la misma, ‘escoge’ una ‘posición’ entre las múltiples o infinitas concepciones que son posibles acerca de la realidad.
 
De la misma manera,  el colapso de la función de onda produce una ‘interpretación’ de una realidad más amplia que abarca todas las posibles posiciones de la partícula. Es decir, el colapso de la función onda sería un fenómeno de estructuración de la realidad homólogo, en el terreno físico, (teoría de sistemas) al que hace el yo humano al interpretarla, en el terreno psíquico.
 
Concibo la realidad formada por la dualidad materia-energía/información-forma; un estado que contiene materia y consciencia. Actualmente se empieza a considerar la información como un componente básico de la materia. Vlatko Vedral llega aún más lejos, al afirmar que la información es la única realidad del Universo.
 
Ambas posturas son reductoras. La primera reduce todo el universo a la materia. Así, la información (y con ella Dios, la consciencia, el pensamiento…) sería también ‘materia’ o producto de la materia. La segunda se alinea, aunque no sé si su autor se da cuenta de ello, con los que afirman que la consciencia (o Dios, o el espíritu…) es la única realidad que existe. O, lo que es lo mismo, la materia sería, según esta postura, una ‘creación’ de la no-materia (Dios, la consciencia, la información…).
 
Desde la perspectiva que se defiende en este artículo, podemos afirmar que el ser humano estructura (interpreta) una determinada información sobre sí mismo y su entorno. Esta información la fija en una forma (ideología, carácter, actitud, propósitos, esperanzas…), en un yo. Es un fenómeno de información-forma. El yo humano, su naturaleza funcional y circunstancial en el proceso de crecimiento, define una realidad entre todas las posibles maneras de concebirla. Esta realidad única y personal es, entre otras cosas, operativa y necesaria para ‘estar en el mundo’.
 
Por otra parte, la materia-energía del Universo estructura (‘interpreta’) asimismo la realidad infinita en determinadas configuraciones materiales concretas (partículas, átomos, moléculas…, estrellas, planetas, asteroides, galaxias…,). Es un fenómeno de la materia-energía. Lo que denomino aquí, pues, el ‘yo cuántico’ define (crea, produce, manifiesta…) una realidad concreta entre todas las posibilidades que nos brinda la materia del universo.
 
Así pues, lo que trato en este artículo es que el postulado de la unidad mente-materia (Peat, 1987; Zohar,  1990; Bohm, 1975; Capra,  1987) no se quede en una mera idea, sino de llevarlo a sus últimas consecuencias lógicas y coherentes con el mismo.
 
Si podemos hablar del origen material del mundo representativo (ubicado en el cerebro) podemos, en coherencia con lo aquí postulado, hablar también del origen y significado representativo del mundo material. En última instancia, es una cuestión estética, la realidad está llena de simetría, proporción y ritmo, ya sea la materia, ya la consciencia, ya la relación o unidad entre ambas (véase La consciencia como espiral matemática).

La experiencia de campo
 
Tras esta idea unitaria está el concepto y naturaleza de campo. La idea de campo implica, entre otras cosas, una concepción de la realidad que está más allá de las afirmaciones polares sobre la misma.
 
Siguiendo el postulado unitario que se describe, la idea básica de la fenomenología de campo implica la aparición de un fenómeno inexistente antes de la apreciación directa. No existen unas líneas de fuerza directamente ‘visibles’ del imán, sólo son reveladas por sus efectos. Sólo son reveladas por la circunstancia del papel interpuesto entre el imán y las limaduras de hierro.
 
Así podríamos decir lo mismo del campo organismo-entorno de la teoría de la terapia gestalt (Perls, Hefferline y Goodman, 1951):  Este campo no se da de manera directa, –lineal–, sino que aparece sólo cuando alguna circunstancia, experiencia o mirada alternativa revela la existencia de un fenómeno inapreciable desde una postura parcial; es decir, desde una postura polar, yoica, reductora, que ‘colapsa’ la realidad total en una sola ‘posición’, en un “yo” (relativismo filosófico).
 
Por tanto, la idea de campo se lleva más allá de una concepción material y/o psíquica del mismo. La idea de campo representa la aparición de un fenómeno que implica dimensiones o manifestaciones de la realidad ocultas anteriormente. Manifestaciones que implican una visión global (binocular, tridimensional) imposible de ver desde la percepción parcial (monocular) de la realidad: “Es simplemente imposible describir con clari­dad una epistemología alternativa en los términos convencionales…” dice Keeney, (1983), pág. 29.
 
Ésta podría ser una buena comparación: “Una realidad nueva parece descubrirse cuando León Battista Alberti publica en Florencia su teoría de la perspectiva el año 1435 (…) La transición de la forma bidimensional gótico-bizantina a la representación del espacio y la profundi­dad fue para Occidente un modo nuevo de ver el mundo” (Bertalanffy, 1968, pág. 33, el subrayado es mío).
 
La experiencia común de la realidad es lineal y polar, plana. La experiencia de campo implica una percepción ‘binocular’ de la realidad, con volumen y perspectiva. Difícilmente se puede entender la naturaleza del campo sin una experiencia directa del mismo y sin una teoría que explique lo que esa experiencia significa. Esta concepción de la naturaleza global de la realidad como un fenómeno de campo psíquico y físico, puede ser descrita en un lenguaje objetivo [3] en ambas manifestaciones, tal como se expone aquí.
 
La experiencia de campo implica, como en el caso de la perspectiva pictórica, una revelación conceptual de tipo tridimensional (bi-hemiesferoidal por semejanza a binocular). No es necesario acudir a un lenguaje específicamente psicológico o religioso o místico (experiencia cumbre, mística, nirvana…) para describir esa experiencia (Tendencias21).
 
Sólo hay que reflexionar sobre la naturaleza esencial del fenómeno de campo, es decir, sobre el hecho de que el campo es el resultado de la interacción-unidad de los opuestos. En este caso utilizamos, así, un lenguaje simbólico que trasciende las categorías materia y mente (o ciencia y religión) y que es único para ambas.
 
Esta falta de visión tridimensional hace que el enfrentamiento entre dos paradigmas vaya más allá de lo que nos cuenta  Kuhn (1962). Se trata del enfrentamiento entre dos visiones que requieren sistemas de percepción diferentes, lo lineal-polar (monocular) frente a lo tridimensional-unitario (binocular). Ésta es, a mi entender, la razón de que los físicos se encuentren tan divididos. El enfrentamiento ocurre no sólo entre dos sistemas de datos o teorías, sino que es con dos sistemas de percepción-comprensión de la realidad que no forman polaridad, pues lo lineal está incorporado en lo tridimensional.
 
Es como si el plano quisiera discutir con el volumen en igualdad de condiciones. Así creo que muchos enfrentamientos entre los físicos se deben a que intentan interpretar los hechos de la mecánica cuántica con la visión plana y compartimentada de la física clásica.
 
¿Convergen los campos humano y cuántico?
 
Así pues, la configuración material del Universo (polaridad materia-energía) y la configuración conceptual de la realidad humana (polaridad información-forma) son homólogas. Son dos polos que forman un campo.
 
Son homólogos en tanto consideremos que la realidad es única y que la unidad que conforma toda polaridad (un ejemplo claro: los polos eléctricos, positivo y negativo) excluye por completo su separación.
 
Su acción es conjunta y unitaria, y ambos polos no pueden actuar o manifestarse por separado, simplemente porque la realidad no es así. Lo que hemos hecho para concebirla de esa manera es una división epistemológica sobre una realidad unitaria; división de la que nos hemos olvidado luego (Keeney, 1983).
 
Lo que propongo no es, pues, una simple metáfora. Voy más allá, y afirmo que la misma acción estructural se encuentra en las configuraciones materiales del universo y en las configuraciones e interpretaciones que hace el ser humano de la realidad.
 
La primera pertenece a la polaridad materia-energía, la segunda a la asimismo polar información-forma. Pero, como queda dicho, ambos polos no se pueden separar. Por lo tanto, el mismo fenómeno reductor a un aspecto parcial de la totalidad tiene lugar en la materia y en la psique (información). Y ambas configuraciones parciales son pasajeras por muchos miles de millones de años que las materiales persistan. Es decir el ‘yo’, tanto cuántico como humano, es pasajero, pues no es toda la realidad.
 
Aunque parezca innecesario aclararlo, no estará de más hacerlo, dadas las posiciones que hay al respecto: no estoy diciendo que la consciencia influya en la medición cuántica (tampoco negándolo, pues no es ésa la cuestión), sino que ambos fenómenos son paralelos y convergen, y que cada uno tiene su nivel de expresión en la realidad. Esta supuesta influencia de la consciencia en la medición cuántica sería una interpretación lineal (causa-efecto) del paradigma actual de la física clásica.
 
Otra explicación, más acorde con el paradigma de campo, podría ser, quizá, que ambos campos, el humano y el cuántico, convergen en el fenómeno por paralelismo estructural. Es decir, sería la respuesta o la manifestación de un campo mente-materia (Peat, 1987; Zohar, 1990). Una propiedad del mismo, propiedad de la unidad mente-materia. Aunque esto es sólo una hipótesis plausible.

Los procesos de organización de la mente y de la materia son homólogos

El ‘colapso del yo’  

Nuestro yo newtoniano (información-forma) que ‘colapsa’ la realidad en una interpretación personal (individual y parcial) tendría así un paralelo en un papel análogo (‘yoico’, por extensión) de la materia-energía. El colapso de la función de onda en una partícula nos muestra así un aspecto (individual y parcial) de la realidad.
 
La realidad física se puede comparar de esta forma con la realidad del yo: ambas son parciales y ‘subjetivas’, si por ‘subjetivo’ entendemos entonces, en mecánica cuántica, la realidad parcial de una partícula manifestada, no la totalidad que porta la onda o la totalidad de manifestaciones posibles diferenciadas del universo.
 
Ésa es precisamente la característica de lo subjetivo: ser particular. Como particular es la posición de la partícula respecto a toda la función de onda cuántica y como particular es el yo (psíquico) respecto a la ‘onda psíquica’ (self organismo-entorno).
 
Es decir, para nuestro self organismo-entorno [4] (función de ‘onda psíquica’) ese ‘colapso yoico’ no implica sino una forma ‘subjetiva’ de ver la realidad, o lo que es lo mismo, una forma parcial de concretarla. Así el colapso de la función de onda no sería, por homología sistémica, sino una forma ‘subjetiva’ de ‘interpretar’ una realidad que contiene todas las formas posibles (todas las partículas, manifestaciones y posiciones) antes de expresarse en ese colapso. Así lo subjetivo queda aquí definido como cualquier posición parcial respecto a la totalidad, sea esta totalidad material (energía-materia) o psíquica (información-forma).
 
Lenguajes y ‘mundos’ paralelos
 
Igual que hablamos de decoherencia cuántica [5] en la física atómica, podríamos hablar de decoherencia psíquica en la psique yoica. El fenómeno es el mismo en la materia y en la psique (información).
 
En ambos casos podemos decir que el entrelazamiento es un fenómeno tanto cuántico como psíquico. Es decir, en ambos casos “Un conjunto de partículas entrelazadas (…)  no pueden definirse como partículas individuales con estados definidos, sino sólo como un sistema con una función de onda única para todo el sistema.”. Un artículo de la Universidad de Rochester podría apoyar esta hipótesis.
 
En el mundo psíquico podemos decir que la consciencia transpersonal es una ‘consciencia entrelazada’. Mientras que la consciencia yoica es una partícula del conjunto de ‘partículas entrelazadas’ (diferentes yoes). Es decir: “Un conjunto de yoes entrelazados no pueden definirse como yoes individuales con estados definidos, sino sólo como un sistema con una función de onda psíquica única para todo el sistema” (de yoes individuales de los que habla la psicología clásica).
 
De esta manera, por ejemplo, los universos paralelos que describe Hugt Everett no serían sino alternativas del construcción (interpretación) de realidad del ‘yo cuántico’. Esa supuesta existencia paralela no sería físicamente real. Es decir, todos esos supuestos mundos alternativos o paralelos pertenecerían al ‘mismo mundo’. Serían visiones alternativas (relativas, interpretativas) del ‘yo cuántico’. como podemos considerar las visiones alternativas (relativas) de los diferentes yoes humanos sobre la realidad conceptual.
 
Al igual que el yo humano consiste en la interpretación de un aspecto parcial de la realidad conceptual única, el ‘yo cuántico’ es una ‘interpretación’ parcial de la realidad material única, ya sea como colapso de la función de onda o como materialización en diferentes objetos físicos en el Universo. Esta conclusión es la que permite, repito, el concepto de campo mente-materia, pues hablamos de una realidad única.
 
Así la realidad sería, como nos dice Gulio Prisco en un artículo de Tendencias21: “…una superposición de estados de complejidad inimaginable”. Es decir, una superposición de todas esas visiones relativas o ‘paralelas’, ya sea en el mundo cuántico o en el psíquico.
 
Para la función de onda cuántica esa superposición de la realidad materia-energía sería tan natural como la existencia superpuesta de los diferentes yos en la realidad psicológica de la consciencia trans-local (transpersonal). De esta manera, comprender-sentir-pensar-experimentar esa malla de relaciones [6] que es el self organismo-entorno (la función de onda psíquica) en la realidad macroscópica de la conciencia, quizá nos ayudase a entender mejor esos fenómenos cuánticos hasta ahora incomprensibles.

Superposición de estados macroscópicos 

Así a esta pregunta de Giulio Prisco, antes citado, sobre la energía-materia: “…si nuestra mejor teoría sobre la naturaleza nos obliga a aceptar que incluso objetos microscópicos se encuentran en una superposición de estados, ¿por qué nunca vemos a un objeto macroscópico en una superposición de estados?”
 
Se podría contestar que la superposición de estados macroscópicos se da en el ámbito de la consciencia (información-forma). Y estas otras afirmaciones de Prisco vienen a corroborar lo que aquí se dice: 
 
“Se puede presumir que nuestros cerebros no tienen suficiente capacidad para almacenar modelos mentales de una realidad demasiado compleja, así que el colapso se produce a nivel de la consciencia del observador: ninguno de los dos estados tiene consciencia del otro”.
 
Esto es así porque nuestros cerebros (mentes) en su forma de comprensión lineal (de solo el hemisferio izquierdo) no pueden almacenar esos modelos mentales porque es inconcebible que una función lineal pueda almacenar una realidad tridimensional. Paralelamente, en la plena reducción yoica un yo no tiene consciencia del otro yo [7].
 
“Mi propia interpretación es que la realidad es mucho más compleja de lo que nuestros sentidos pueden observar, de lo que nuestra inteligencia puede entender, y de lo que nuestro lenguaje puede describir en esta fase de la evolución de nuestra especie”, escribe Prisco.
 
Totalmente de acuerdo, se necesita el estado de consciencia que denomino lógica paradójica (Fase transracional de Dokushô Villalba ; lógica imaginativa de Ken Wilber, 1983), para acceder a esa complejidad. La fase racional-polar en la evolución humana es incapaz de observar, entender y describir la realidad total.
 
“Nuestros cerebros no tienen suficiente capacidad para almacenar y procesar información tan compleja, y entonces dividen la realidad en mundos paralelos que nuestra inteligencia puede manejar con más facilidad”, sigue diciendo Prisco.
 
Es decir, los divide en diferentes yoes, ya sean cuánticos o psíquicos. Los yoes funcionan y actúan en ‘paralelo’, no son capaces de abarcar toda la realidad, pues ésa es la función del yo: discernir, diferenciar, acotar, fijar, concretar… En la realidad unitaria por el contrario, como función de onda (psíquica o cuántica), no se discierne, diferencia, acota, fija o concreta.
 
Vemos así que en este artículo, Giulio Prisco se acerca a la postura aquí mantenida. Describe los inconvenientes de la concepción lineal de la realidad y apunta a una quizá “fase de la evolución de nuestra especie” en la que eso sí pueda ocurrir. Cosa que es la que afirmo, junto con otros muchos teóricos de la consciencia, en éste y otros de mis escritos.
 
Como dice Bohm: “No existen dos órdenes distintos de realidad, sino una única totalidad implicado-explicada. El orden explicado es parte constitutiva del orden implicado, que le da razón de ser.” “Este movimiento holístico incluye también una dimensión psíquica de la materia. Es un todo dialéctico de energía y mente que causa el orden explicado físico y psíquico”.
 
El paralelismo y juego en una polaridad, mente-materia en este caso, es el comportamiento natural de los opuestos. No hay jerarquía lineal entre ellos (qué va antes y qué después) sino simetría. Diferentes miradas sobre un mismo proceso. Es decir, explicar el funcionamiento físico de la conciencia tendría que ir en paralelo al explicar el ‘funcionamiento psíquico’ (mente-espíritu-información) de la materia. Así una teoría de la materia y de la consciencia, tanto por separado como conjuntamente, no competería sólo a cosmólogos, físicos y neurocientíficos, sino también a psicólogos, teólogos, religiosos y profesiones afines. Como cité arriba : “Hablamos, pues, de una misma realidad ontológica de materia-energía y conciencia”.
 
Es aquí donde lo ‘subjetivo’ (particular) y lo objetivo (general) se tienen que ‘sumar’ paradójicamente para dar una percepción más exacta de la realidad; es decir, más ‘objetiva’ (o más bien transobjetiva; es decir más allá de lo objetivo y lo subjetivo, pues integra ambas categorizaciones).

Conclusiones  

La realidad se nos muestra paradójica en todos sus niveles. Comprender la cualidad informativa de la paradoja es un paso necesario para comprender la paradoja cuántica. Si no comprendemos la función de la paradoja en un nivel de la realidad (consciencia) difícilmente podremos comprenderlo en otro (materia-energía). Por otra parte, si la realidad es un todo unificado, como postulan muchas voces, lo que podamos avanzar en un camino podremos avanzarlo, al mismo tiempo y sin tener una relación aparentemente directa, en el otro.
 
El caso es que, como dice Villalba, Occidente ha dado lugar a la tecnología científica mientras que Oriente lo ha dado a la tecnología espiritual. Comprender que ambas tecnologías son complementarias y que la unión de ambas nos ayudará a entender la realidad paradójica, es un camino por andar. Camino que nos lleva desde la función parcial del ‘yo’ (cuántico y psíquico), que ‘colapsa’ la realidad total en una interpretación parcial, a la función más abarcadora del self organismo-entorno y de la función de onda cuántica. Ambas funciones son capaces de ver una realidad más amplia que incluye la visión que el ‘yo’ (cuántico y psíquico) tiene de esa realidad como una parte de la totalidad.
 
Podemos decir que ocurre algo semejante a los estados superpuestos que, según Javier Montserrat en Tendencias21 , nunca llegaremos a conocer. Según mi criterio el mundo de experiencia es sólo nuestro mundo humano, es el mundo del yo; pero la realidad misma, esos estados superpuestos, la podemos conocer, en el nivel psíquico, si trascendemos el ego y experimentamos entonces en la conciencia esos ‘estados superpuestos’ que, en el otro polo, nos muestra la materia.
 
Sólo así podremos ‘entender’ lo que significan y son esos estados, si en la consciencia también los registramos, pues no podremos entenderlos si no  los entendemos también en la consciencia. Hemos llegado a un nivel en el que la realidad es una, y para entenderla tenemos que experimentarla integrada. Es algo que nos permite hacer la teoría sistémica (Bertalanffy, 1968) y la identidad mente-materia (Peat, 1987).
 
Como dice el Prof. P. Krishna : “La búsqueda científica es para descubrir el orden en el mundo externo del tiempo, espacio, energía y materia. La búsqueda espiritual es para descubrir el orden en nuestra conciencia. En tanto que la totalidad de la realidad se construye por ambas materia y conciencia, ¿por qué la búsqueda de la comprensión del orden en el mundo externo es antagónico a la búsqueda del entendimiento del orden en el mundo interior de nuestra conciencia?”

Bibliografía:  

Bertalanffy, Ludwig von. (1968, ec. 1979): Perspectivas en la teoría general de sistemas. Madrid. Ed. Alianza.
Bohm, David. (1987, ec. 1998). La totalidad y el orden implicado. Ed. Kairós. Barcelona.
Capra, Fritjof. (1975, tr. 1996). El tao de la Física. Ed. Sirio. Barcelona.
Keeney, B. P. (1983, ec. 1994). Estética del cambio. Ed. Paidós. Barcelona.
Kuhn, Thomas S. (1962, ec. 1971). La estructura de las revoluciones científicas. Ed. F. C. E.. Madrid.
Madrona, S. y Hearn, I. F. (2012). La sincronicidad vista desde la teoría de campo. Los tres campos
Peat, David. (1987, ec. 1988). Sincronicidad: puente entre mente y materia. Ed. Kairós. Barcelona.
Wilber, Ken. (1983-1990, ec. 1991). Los tres ojos del conocimiento. Ed. Kairós. Barcelona.
Zohar, Danah. (1990, ec. 1990). La conciencia cuántica. Ed. Plaza y Janés & Muy Interesante. Barcelona.

Notas:
 
[1] Se refiere a todo proceso por el que una información o un símbolo se ‘encarna’ en una realidad objetiva, ya sea física, química, biológica, psicológica o social. Es decir, podemos tener la misma información independientemente de que el sustento (receptor y/o emisor) de esa información sea un objeto físico, químico, psíquico… Keeney, (1983).
[2] Este artículo es una aclaración y ampliación de ciertas ideas vertidas en la segunda parte de: http://www.tendencias21.net/El-Yo-es-un-concepto-con-fecha-de-caducidad_a32818.html a partir de “Una especulación cuántica”.
[3] “La subjetividad es la perspectiva personal –intrapsíquica– de los fenómenos que tienen lugar en el campo, la objetividad es el hecho mismo de que esos fenómenos constituyan un campo unificado, no importa su naturaleza subjetiva […], sino el hecho mismo […] de que existan. El proceso –el hecho en sí de que existe un proceso– es siempre el mismo (en eso es objetivo), sus contenidos particulares (subjetivos) son múltiples. Es decir, lo objetivo es el hecho de que hay un proceso de intercambio o co-construcción de información, lo subjetivo es que esa información sea particularizada en cada momento; pero ambos hechos subjetivo-y-objetivo coinciden en el fenómeno en curso. Ambos son de igual importancia para construir la totalidad.” (Madrona y Hearn, 2012, pág. 7). 
[4] Función de ‘onda psíquica’, homologa a la función de onda cuántica, en tanto en cuanto el self es indeterminado pues contiene todas las posibles manifestaciones o concreciones del yo: http://www.tendencias21.net/El-Yo-es-un-concepto-con-fecha-de-caducidad_a32818.html.
http://gestaltnet.net/documentos/el-self.
[5] “La decoherencia cuántica es el término aceptado y utilizado en mecánica cuántica para explicar cómo un estado cuántico entrelazado puede dar lugar a un estado físico clásico (no entrelazado). En otras palabras, cómo un sistema físico, bajo ciertas condiciones específicas, deja de exhibir efectos cuánticos y pasa a exhibir un comportamiento típicamente clásico…”
[6] “…las nuevas teorías de la información […], desde la filosofía (Whitehead), la psicología (Keeney) o la ciencia (Laszlo), basan la descripción de la realidad no en el ‘punto newtoniano’, sino en la malla de interrelaciones que existe entre todos los ‘puntos’ del universo. Es decir, en estas concepciones no existen puntos aislados sometidos a una fuerza y velocidad vectoriales, sino un complejo campo de interrelaciones en las que cada ‘punto’ está conectado por una información que comparte con todos los otros “puntos”, siendo, al mismo tiempo, cada uno de esos otros ‘puntos’. En realidad, hablar de ‘punto’ en estas concepciones carece de sentido, pues en ellas no existe lo que en términos newtonianos entendemos por ‘punto’.”: http://www.redcientifica.org/procesos-de-autoorganizacion-en-la-conciencia.php.
[7] Hay que añadir que en la medida en que el yo es un estado de transición hacia la consciencia traspersonal –entrelazada– se puede dar, se da, un estado intermedio de transición de lo particular a lo general. Es decir el yo que no tiene consciencia del otro yo es un estado ‘puro’ (monolítico) del yo; pero el ser humano es algo más complejo que un yo.

 
Sinesio Madrona es licenciado en psicología. Formado en terapia psicoanalítica, rogeriana y gestáltica. Es autor de una teoría  no antropocéntrica del desarrollo de la consciencia. 

 
 
 
 

RedacciónT21

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