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Nuestro cuerpo se mueve al ritmo de la música por razones muy profundas

Se ha constatado que el vínculo existente entre la música y nuestro sistema motor se inicia durante la gestación; y también que ese vínculo está arraigado en nuestro cerebro. Ahora, un estudio realizado por científicos noruegos señala, además, que nuestra mente tiene grabadas profundamente imágenes de movimientos corporales relacionados con la producción de sonido; unas imágenes que tendemos a recrear cuando escuchamos música. Por Yaiza Martínez.

Nuestro cuerpo se mueve al ritmo de la música por razones muy profundas

¿Por qué la música nos hace mover el cuerpo? En un artículo recientemente publicado por la revista Journal of New Music Research, un profesor de la Universidad de Oslo (Noruega) llamado Rolf Inge Godøy y sus colaboradores han explorado esta cuestión; más concretamente: han analizado una teoría ya existente sobre la relación entre el sonido musical y el movimiento del cuerpo.

Se ha demostrado que, cuando escuchamos música, tendemos a percibir afinidades entre el sonido y el movimiento de nuestro cuerpo. La llamada ‘teoría motora de la percepción’ señala que estas relaciones de similitud están profundamente arraigadas en nuestra cognición.  

Según esta hipótesis, para percibir algo debemos simular activamente el movimiento asociado a las impresiones sensoriales que estamos tratando de procesar. Es decir, que cuando escuchamos música tendemos a simular mentalmente aquellos movimientos del cuerpo que se precisan para producir el sonido. Por tanto, nuestra experiencia de un sonido implica una imagen mental de un movimiento del cuerpo (vinculado a la producción de dicho sonido).

Es posible que esta ‘imitación’ empiece tan temprano como en la gestación, a juzgar por un estudio de 2015 del Instituto Marqués de Cataluña en el que se analizó el efecto de la emisión de música por vía vaginal en fetos humanos.

En esta investigación se constató que, con solo 16 semanas de gestación, el feto ya percibe la música, y no solo eso, reacciona al estímulo sonoro abriendo la boca y sacando la lengua, como si fuera a “cantar”. Así que, desde tan temprano, la música induce una respuesta motora (en este caso, de movimientos de vocalización) en nuestra especie.

Imitando la producción del sonido

Volviendo a los adultos, Godøy y su equipo han tratado de explicar por qué los seres humanos «siguen el ritmo». Señalan que los movimientos corporales vinculados a la generación de la música podrían dejar una huella especial en nuestra mente, algo parecido a las representaciones mentales de formas.

Así que, según ellos, el movimiento corporal vinculado a la música (tanto a la producción de sonido como al acompañamiento del sonido) podría ser pensado como una especie de representación de esas formas íntimamente ligadas a nuestra experiencia de las características esenciales del sonido musical.

La idea básica es que esas imágenes de producción del sonido y de otros movimientos relacionados con el sonido son activamente recreados cuando oímos música. Por eso, existen similitudes entre el movimiento del cuerpo cuando experimentamos la música y las características intrínsecas de dicha música.

Manos y tonos

Aunque los vínculos entre el sonido musical y el movimiento se pueden observar con facilidad, los investigadores noruegos sostienen que aún se requiere un análisis más  sistemático de ellos.

Con este fin, Godøy y sus colaboradores han utilizado una amplia gama de métodos y enfoques de investigación. Por ejemplo, han realizado un experimento diseñado para explorar los gestos que la gente hace para describir sonidos particulares.

Las personas sometidas a este experimento escucharon sonidos de tres segundos de duración, que variaban en tono y otras cualidades musicales. Después, a todas ellas se les pidió que trazaran esos sonidos en el aire mientras se registraban sus movimientos con tecnología de captura de movimiento.

Esta tecnología permite grabar movimientos y trasladarlos a un modelo digital que aparece como imágenes de computadora. Los resultados de este análisis indicaron una importante similitud entre los gestos de los participantes y la música; en particular entre la posición vertical de sus manos y el tono de cada sonido.

En general, algunas de las características de la música (como el ritmo o la melodía) parecen estar fuertemente relacionadas con el movimiento corporal, mientras que otros, como la disonancia (fusión de dos o más sonidos o acordes simultáneos que el oído percibe con tensión), presentan una relación sonido-movimiento corporal más débil.

Godøy  y su equipo quieren ahora enfocar sus investigaciones en estas diferencias; y pretenden estudiar estadísticamente y a gran escala las correlaciones entre las características del movimiento y el sonido en todo tipo de experiencias musicales.

El ritmo en el cerebro y como herramienta de socialización

Que nuestro cuerpo reaccione sobre todo al ritmo de los sonidos está relacionado con el hecho de que la capacidad para percibir el ritmo es una característica exclusivamente humana, y también innata en nuestra especie.

Esto último fue constatado en 2009, en un estudio publicado en la revista PNAS que reveló que, nada más nacer, los bebés son capaces de detectar el ritmo regular de los sonidos (esto quizá no debería sorprendernos tanto, dado que lo primero que escucha un feto cuando el oído se le desarrolla dentro del vientre materno es el sonido rítmico del corazón de su madre).

Asimismo, el sentido del ritmo en nuestro cerebro ha sido recientemente analizado con escáneres cerebrales por una científica de la Universidad de Ámsterdam (Países Bajos) llamada Fleur Bouwer. Sus resultados han revelado que este sentido es tan fundamental en nuestra especie que nuestro cerebro reconoce patrones en la música incluso aunque no prestamos atención alguna a la música que estamos escuchando de fondo.
  

Con respecto al movimiento corporal, los escáneres cerebrales de Bouwer mostraron que, cuando la gente escucha música con un ritmo claramente discernible, las redes motoras de su cerebro se ponen en marcha. Bouwer cree que, quizá con el tiempo, se pueda utilizar esta relación entre la experiencia musical y el sistema motor para ayudar a personas con trastornos del sistema motor, como los enfermos de Parkinson. 

Por otra parte, algunos científicos han relacionado las habilidades musicales y rítmicas de nuestra especie con el fortalecimiento de los lazos sociales, y señalan que dichas habilidades son un medio de coordinación e interacción.  El investigador Edward Large, de la Universidad  de Connecticut (EEUU) estudia esta cuestión, y señala que los niños se sincronizan con el ritmo eventualmente como parte de un proceso de socialización, de la capacidad de interactuar con otros. 

Referencia bibliográfica:

Rolf Inge Godøy, Minho Song, Kristian Nymoen, Mari Romarheim Haugen, Alexander Refsum Jensenius. Exploring Sound-Motion Similarity in Musical Experience. Journal of New Music Research (2016). DOI: 10.1080/09298215.2016.1184689.
 

RedacciónT21

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