Las compañías aéreas se encuentran en el punto de mira cuando se habla de ecología y aeronáutica, señala la revista AéroContact. Las previsiones de aumento de número de vuelos anuales (hoy 8,5 millones anuales en Europa, cifra que se espera se doble para 2020) y la contaminación que estos suponen para la atmósfera son preocupantes. Sin embargo, la tecnología utilizada hoy día para la gestión de los vuelos es la misma que en los años 70, por lo que urge una puesta al día con el fin de reducir los efectos medioambientales adversos.
Reorganizar el tráfico aéreo resulta esencial para preservar el medio ambiente, y es lo que intentan conseguir Estados Unidos y Europa, con la puesta en marcha de los proyectos NextGen, de la Federal Aviation Administration (FAA) estadounidense, y el proyecto de cielo único europeo de la Comisión Europea.
NextGen modernizará el sistema nacional aeroespacial de aquí al año 2025, con la mejora del diseño de las rutas y de los procedimientos, de tal forma que se puedan conseguir efectos medioambientales positivos, gracias a una mayor eficiencia de operatividad, acceso y predicción. La creación del cielo único europeo, por su parte, propone una serie de medidas para la administración colectiva del espacio aéreo. Ambos sistemas buscan asimismo evitar la saturación inminente del espacio aéreo y aumentar la seguridad de los vuelos.
Medidas de AIRE
Ahora, además, existe otra iniciativa, el proyecto AIRE (Atlantic Interoperability Initiative to Reduce Emissions), que ha sido lanzado conjuntamente por la Comisión Europea y la FAA, y con la que se pretende llegar a coordinar los vuelos a ambos lados del Atlántico para tener un espacio aéreo más sostenible.
A esta iniciativa se han sumado importantes compañías como Airbus y Boeing, además de compañías aéreas europeas y estadounidenses, como Air France-KLM, SAS, Delta o Fedex. El objetivo principal: reducir el impacto de las emisiones de gases de efecto invernadero en determinadas fases del vuelo, con medidas como la utilización de menos motores durante el aterrizaje.
Jacques Barrot, vice-presidente responsable de transporte de la Comisión Europea ha declarado que este proyecto acelerará la aplicación de nuevas tecnologías y procedimientos de funcionamiento, lo que tendrá un impacto directo en las emisiones de gases de efecto invernadero a corto y medio plazo.
Las medidas servirán para mejorar el uso de los aeropuertos: que los aviones esperen en un área de estacionamiento mientras están en tierra, en lugar de hacer cola para salir con los motores encendidos y con el consecuente gasto de combustible o que se planeen con precisión los movimientos de las máquinas sobre las pistas para que se puedan reducir los atrasos o paros.
Las compañías se suman
AIRE trabajará también para mejorar las trayectorias a través del Atlántico con sistemas de navegación por satélite (como el Automatic Dependent Surveillance), que permitan recorridos por rutas más precisas y más cortas; así como en generalizar aterrizajes “más ecológicos”, que consisten en iniciar el descenso de la aeronave hacia tierra antes de lo normal, permitiendo que los motores se desaceleren.
En este sentido destaca la iniciativa de la compañía aérea SAS, que ha puesto en marcha un innovador sistema de aterrizaje que ahorra 100 kg de combustible en cada maniobra, además de que reduce emisiones y niveles de ruido y dos minutos de tiempo de vuelo durante las operaciones corrientes, tal y como explicamos en Tendencias21. En general, con los aterrizajes ecológicos, se podría, según AIRE, ahorrar entre 200 y 400 kg de carburante por vuelo.
Pero en este intento de hacer más limpios los vuelos las aerolíneas tienen algo que decir. Tal y como informó el diario El Mundo, British Airways o EasyJet, por ejemplo, están ofreciendo a los pasajeros la opción de compensar voluntariamente sus emisiones donando dinero a organizaciones que plantan árboles, mientras que otras han optado por aumentar su eficiencia con pequeños cambios en los aviones, como aligerar el peso del aparato prescindiendo de material de cocina (American Airlines) o invitar a los pasajeros a compensar sus emisiones mediante un pago que se destina a proyectos de energías renovables en países en desarrollo (SAS).
Lufthansa, por su parte, afirma haber reducido su consumo de combustible casi un 30% desde 1991, además de colaborar en proyectos de investigación climática, mientras que Iberia dice gastar un 26% menos de carburante desde 2001.
Se imponen las medidas
Y las compañías fabricante de aviones también se apuntan: Airbus ha creado el Airbus A380, que destaca por ser el aparato que menos combustible consume: sólo gasta 2,9 litros de carburante por pasajero cada 100 kilómetros, frente a la media de cinco litros; y Boeing ha diseñado el 787 Dreamliner, fabricado con materiales -como la fibra de carbono- que lo hacen más ligero, menos ruidoso y un 20% más eficiente.
Todos los esfuerzos se aúnan para evitar en el futuro próximo los datos del IPCC relativos al impacto ambiental del transporte aéreo, difundidos por la Federación Europea de Transporte y Medioambiente (T&E), que señalaban que, en 1990, la aviación contribuyó, con un 3,5% de las emisiones al calentamiento global, cifra que podría alcanzar el 10% en 2050, si no se controlan la contaminación generada por las aeronaves.
Por otro lado, la Comisión Europea ha asegurado que las aerolíneas deberán someterse, al igual que los sectores industrial y energético, a impuestos por emisiones a partir de 2011. Se impone buscar alternativas y soluciones.
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