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Pueblo indígena vence a la sequía y la desnutrición en Honduras

En el corazón de la montaña de Pijol, en el norteño departamento hondureño de Yoro, los tolupanes de la comunidad de Las Vegas de Tepemechín de Pueblo Nuevo tienen mucho que celebrar: la hambruna dejo de ser un problema para ellos y sus hijos menores de cinco años fueron rescatados de las garras de la […]

La reluciente cocina de Estanisla Reyes, que ella y su esposo construyeron trabajando 15 días de 6:00 a 6:00. De los nuevos fogones ecológicos salen los alimentos con que los tolupanes de la comunidad de Pueblo Nuevo, en el norte de Honduras, acabaron con la desnutrición infantil en tan solo dos años. Thelma Mejía/IPS

La reluciente cocina de Estanisla Reyes, que ella y su esposo construyeron trabajando 15 días de 6:00 a 6:00. De los nuevos fogones ecológicos salen los alimentos con que los tolupanes de la comunidad de Pueblo Nuevo, en el norte de Honduras, acabaron con la desnutrición infantil en tan solo dos años. Thelma Mejía/IPS

Por Thelma Mejía
PUEBLO NUEVO, Honduras, Nov 25 2014 (IPS)

En el corazón de la montaña de Pijol, en el norteño departamento hondureño de Yoro, los tolupanes de la comunidad de Las Vegas de Tepemechín de Pueblo Nuevo tienen mucho que celebrar: la hambruna dejo de ser un problema para ellos y sus hijos menores de cinco años fueron rescatados de las garras de la desnutrición infantil.

Sus pobladores, del pueblo indígena tolupan,  se libraron de las consecuencias de la sequía que este año se extendió por muchas zonas del país y afectó severamente la producción de granos básicos, como frijol y maíz, a causa del cambio climático y del fenómeno de El Niño.

Desde hace dos años los tolupanes de Pueblo Nuevo cuentan con reservas de alimentos que almacenan en una bodega comunal. Desaparecieron los “junios negros”, repitieron habitantes de la aldea cuando IPS compartió una jornada con ellos.

“De junio a agosto, nosotros teníamos una etapa muy dura, no teníamos que comer, comíamos raíces, era una etapa de subsistencia, siempre decíamos: ahí vienen los junios negros”, detalló el líder de la tribu, Tomás Cruz, de 27 años y maestro de profesión.“¿Y cómo no íbamos a ser desnutridos, sino vivíamos bien, si la tierra no la trabajábamos como se debía? Nuestras casas llenas de lodo y basura, eso nos fregó (dañó) la salud, pero ahora entendimos. Mi niña ahora es sana dicen los doctores, que antes nos regañaban por no cuidarlos, pero ahora nos felicitan”: Estanisla Reyes.

“Pero hoy podemos sonreír y decir: desaparecieron los junios. Ahora tenemos alimentos para nuestra dieta y la de nuestros hijos, que aquí tenían serios problemas de desnutrición porque no había comida”, agregó.

La transformación vino de la mano del Programa Especial de Seguridad Alimentaria (Pesa) de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), que cuenta con fondos de Canadá y  que tiene entre sus propósitos el identificar y aplicar soluciones técnicas y operativas para mejorar la seguridad alimentaria y nutricional en zonas críticas del país.

Un diagnóstico elaborado por el Pesa identificó que de los 298 municipios de Honduras, 73 presentan serios problemas de desnutrición.

Pueblo Nuevo y otras seis comunidades tolupanes del municipio de Victoria, en Yoro, fueron de las aldeas que evidenciaron problemas de nutrición y seguridad alimentaria.

En las siete tribus, como llaman los tolupanes a sus asentamientos, se detectaron 217 casos de desnutrición en menores de cinco años. Las otras seis comunidades son El Comunal, San Juancito, Piedra Blanca, Guanchías, El Portillo y Buenos Aires.

Pero Pueblo Nuevo fue la comunidad modelo, porque en dos años logró eliminar la desnutrición de sus 29 niños. En Pueblo Nuevo habitan 750 personas y es un asentamiento nuevo que fue creado tras el paso del huracán Mitch que en 1998 devastó el país, dejó 20.000 muertos y causó severos daños a su infraestructura y economía.

Según cifras oficiales, en Honduras uno de cada cuatro niños menores de cinco años sufre desnutrición crónica, eso equivale a 240.000 del total de más de 800.000 niños y niñas menores de cinco años que hay en este país de 8,4 millones de personas,  de los que según datos oficiales, 90 por ciento son mestizos, dos por ciento blancos, tres por ciento garífunas y seis por ciento indígenas.

El camino de volverse modelo

César Alfaro, el experto del Pesa-FAO que trabaja en la zona, dijo a IPS que la experiencia de Pueblo Nuevo es un éxito porque la tribu entendió que debían cambiar su forma de vida, aplicando buenas prácticas en la siembra, en la higiene y en la seguridad alimentaria.

Los pobladores, por su parte, destacaron que la mística y acompañamiento permanente del técnico fue el motor de su veloz transformación.

“Cuando llegamos aquí (a Pueblo Nuevo) nadie quería venir. Las maestras decían que no se podía hacer una celebración festiva porque había mucho estiércol por todos lados. Los indígenas vivían revueltos, dormían con los animales y en medio de la suciedad”, dijo Alfaro.

Pero  ahora Pueblo Nuevo es una aldea limpia, los indígenas mejoraron sus viviendas de bahareque y lodo, sus paredes relumbran de blancas, dividieron sus espacios, los animales en un lado, la cocina con fogones ecológicos en otro, y tienen hasta habitaciones separadas.

Ubicada a más de 200 kilómetros de Tegucigalpa, la aldea es un ejemplo de trabajo en equipo. Cada vivienda indígena cuenta ahora con un huerto familiar, un gallinero y hasta agua purificada, mediante una planta de tratamiento que administran comunitariamente.

Los niños con problemas de desnutrición fueron sometidos a procesos de mejora alimenticia,  bajo un riguroso control médico y la vigilancia de sus padres que ahora tienen un nivel de conciencia alimentaria, nutricional y ambiental, de la cual se enorgullecen al hablar.

Así lo relató a IPS una de las madres, Estanisla Reyes, de 37 años. Angeline Nicole, de cinco años y la menor de sus tres hijos, tuvo problemas de desnutrición que logró revertir.

“¿Y cómo no íbamos a ser desnutridos, sino vivíamos bien, si la tierra no la trabajábamos como se debía? Nuestras casas llenas de lodo y basura, eso nos fregó (dañó) la salud, pero ahora entendimos. Mi niña ahora es sana dicen los doctores, que antes nos regañaban por no cuidarlos, pero ahora nos felicitan”, dijo sonriendo.

Ella y su esposo levantaron las paredes de su nueva cocina, integrada al resto de la vivienda al contrario de la anterior, trabajando 12 horas durante 15 días. “Mi esposo hacía la mezcla y yo traía agua, pulía las paredes y así hicieron muchas familias”, contó orgullosa.

“La vida nos cambió, yo entré de voluntaria porque soy de otra tribu, pero mi sorpresa fue que mi niña también estaba desnutrida, entonces la tribu de Pueblo Nuevo me aceptó y con los alimentitos que produce nuestro huerto, los niños se nutren y nosotros también”, relató otra madre, Adela Maradiaga. Sus hijos ya no se enferman del estómago ni les da tos, añadió.

En Pueblo Nuevo también se jactan de que ya no venden ni su fuerza laboral ni sus animales a los ganaderos o los comerciantes de la zona para comer. “Antes empeñábamos nuestras cositas, pero ahora, más bien les vendemos a ellos maíz, frijol, frutas y aguacates”, dijo Narciso Garay, a quien todos apodan “Chicho”.

En esta tribu ya no queman la tierra antes de sembrarla, usan abono orgánico y reciclan la basura. Cuentan con una caja comunal de fondos donde aportan parte de sus ganancias y eso les ha permitido tener agua potable y provisiones.

Lograron mejorar su rendimiento por hectárea en la siembra de frijol de 600 a 1.800 kilógramos, el de maíz de 900 a 3.000 kilógramos y ahora saben que una familia de seis miembros necesita para vivir de 2.400 a 2.800 kilógramos de maíz al año, por ejemplo.

Sandro Martínez, alcalde de Victoria, es uno de los más entusiastas con los cambios en Pueblo Nuevo, pues nació y creció cerca de los tolupanes  y no dudó en tocar las puertas de la FAO para llevar su programa de seguridad alimentaria a las aldeas indígenas.

“Una hambruna en esos pueblos en 2010 me llevó a buscar ayuda y la encontramos. No fue fácil entrar a trabajar con los tolupanes, el éxito está en respetar su forma de gobierno representado por el líder de la tribu, así como su cosmovisión. Ahora ellos dicen ser ricos porque ya no trabajan para el patrón”, aseguró a IPS.

En Honduras existen siete grupos indígenas: lencas, pech, tolupanes, chortíes, tawahkas y misquitos, además de los garífunas.  Los tolupanes son unos 18.000 distribuidos en 31 tribus, regidas por un cacique, que conforman el Consejo donde toman decisiones para su pueblo.

Editado por Estrella Gutiérrez

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Fuente : http://www.ipsnoticias.net/2014/11/pueblo-indigena…

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