La vida apareció por primera vez en la Tierra hace unos cuatro mil millones de años y se desarrolló en condiciones muy duras, pero su origen ha representado el problema científico más difícil de resolver. La explicación de la “generación espontánea” propuesta por Aristóteles (384-322 antes de Cristo) perduró hasta el siglo XIX, cuando Pasteur estableció el origen químico de la vida y Darwin habló de una pequeña charca tibia donde todo habría comenzado.
El químico ruso Alejandro Operin (1924) y el inglés John Haldane (1929) hablaron poco después de que la vida se había originado en el mar, si bien en 1903 Svante Arrhenius (1859 – 1927) estableció lo que se impondría como la mayor evidencia: que la vida que surgió en la Tierra procedía de las estrellas. En la actualidad, la hipótesis hidrotermal ha tomado fuerza porque se considera que la profundidad de los mares proporcionó la necesaria protección de la vida frente a la adversidad reinante en la superficie del planeta en ese periodo.
La hipótesis de la panspermia (“semillas en todas partes”), que proclama el origen extraterrestre de la vida, fue impulsada por el reciente descubrimiento de aparentes formas de vida en meteoritos marcianos, así como por la constatación de la existencia de sustancias “orgánicas” complejas en el espacio sideral, lo que sugiere que los elementos esenciales para la vida se formaron desde las primeras etapas de la evolución del Universo.
La vida habría llegado a la Tierra merced a los impactos sufridos por nuestro planeta desde los primeros momentos de su formación. En un período de tiempo que va desde hace 4.550 millones de años hasta hace 3.900 millones de años, la Tierra sufrió frecuentes impactos.
Meteoritos lejanos
La fase de impactos gigantes de la historia de la Tierra finalizó hace alrededor de 3.900 millones de años. Sin embargo, en ese momento, la perturbación gravitacional en el sistema solar hizo que objetos en el cinturón de Kuiper-Edgeworth se precipitaran dentro del sistema solar interior.
Este suceso, denominado “bombardeo arcaico”, provocó más de 17.000 colisiones con la Tierra por parte de esos objetos del cinturón de Kuiper-Edgeworth, que destruyeron cualquier brote de vida que pudiera haber surgido en esos periodos.
Hasta hace 3.500 millones de años, los meteoritos siguieron chocando con la Tierra, si bien su tamaño y frecuencia disminuyeron. Muchos de estos sucesos se cree que vaporizaron los océanos, provocando una destrucción en masa de la vida. A pesar de todo, la vida comenzó, se desarrolló.
Los investigadores australianos Paul Davies y Charles Lineweaver aportan ahora una nueva teoría que han publicado en la revista especializada Astrobiology. Consideran que el bombardeo del planeta por meteoritos podría haber iniciado una serie de experimentos biológicos a través de los cuales otras formas de vida, diferentes a las originarias de la Tierra, habrían empezado y habrían sido aniquiladas también varias veces por los bombardeos sucesivos.
Otros tipos de vida entre nosotros
En consecuencia, plantean, algunos tipos de vida todavía desconocidos por la ciencia habrían sobrevivido hasta nuestros días y hoy podrían estar escondidos en algún lugar del interior del planeta, a mucha distancia de la superficie terrestre, bien en el profundo océano, en la atmósfera o en lagos contaminados.
Incluso estas formas de vifa alienígena surgida en la Tierra podrían estar en la órbita solar o podrían haber colonizado Marte, consideran ambos autores. A lo mejor las tenemos delante, pero nos son tan ajenas que, aunque diispusiéramos de la tecnología necesaria para descubrirlos, nunca nos hemos propuesto detectarlas.
Otra hipótesis es que esos microorganismos primitivos que habrían llegado a la Tierra desde el espacio, pueden tener propiedades desconocidas que ocultan su natrualeza viviente, o bien pueden estar en un estado latente, esperando a que se den las condiciones necesarias para volver a vivir y emerger ante los ojos humanos.
Por todas estas razones, consideran Paul Davies y Charles Lineweaver, en teoría podemos estar rodeados de vida extraterrestre, microbios alienígenas durmientes o muertos, sin ser conscientes de ello. Incluso de alguna forma algunos de nosotros podríamos ser extraterrestres, sugieren, porque es posible que algunos intercambios tempranos de material genético podrían haberse dado entre nuestros ancestros y algunas formas de vida alienígena, que quizá hubieran llegado a la Tierra mucho antes de lo que se piensa, hace mil millones de años.
Teoría especulativa
Por tanto, es concebible que restos de sistemas bioquímicos alternativos hayan llegado a introducirse en organismos actuales, ya que en los orígenes pudo existir una mezcla de diferentes tipos de vida y un intercambio de componentes genéticos diferentes.
Ambos autores, aunque reconocen la naturaleza especulativa de su teoría, estiman que el descubrimento de que más del 95% del genoma humano está constitutido de ADN inútil, que no contiene ningún gen y que parece muy estable, y de que más de la mitad del genoma humano consiste en secuencias repetitivas sin función conocida, señala que el mundo microbiano reserva todavía muchas sorpresas, una de las cuales podría ser la de la manifestación de vida extraterrestre en organismos de nuestro planeta.
Su conclusión es que los microbios extraterrestres podrían existir hoy en la Tierra y que probablemente han permanecido sin ser detectados a pesar de nuestros esfuerzos, lo que abre nuevas expectativas a las investigaciones biológicas.
Otras teorías atrevidas
Paul Davies es Profesor de Filosofía Natural en el Centro Australiano de Astrobiología de la Universidad Macquarie. Ha ocupado responsabilidades académicas en astronomía, física y matemáticas en las universidades de Cambridge, Londres, Newcastle y Adelaida.
Sus investigaciones han abordado los campos de la cosmología, gravitación, y teoría cuántica de campos, con un énfasis particular en los agujeros negros y el origen del universo. Paul Davies es también conocido como autor, divulgador de la ciencia y conferenciante. Ha escrito más de 25 libros, tanto de divulgación como especializados. Sus obras han sido traducidas a más de veinte idiomas.
Paul Davies ha formulado varias teorías atrevidas, entre ellas que una de las llamadas constantes del universo, la velocidad de la luz, lejos de permanecer constante, se ha ido haciendo más lenta a lo largo del tiempo, una eventualidad que ha sido abordada por otros fisicos, como ya publicamos en otro artículo.
En un reciente artículo publicado en New Scientist, Paul Davies plantea que usando retrovirus, una civilización distante podría haber colocado un mensaje en el genoma de los organismos terrestres por un coste insignificante. Estos mensajes se habrían conservado y podrían replicarse casi sin cambios durante millones de años.
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