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Auge y caída de la Nueva Economía

Auge y caída de la Nueva Economía

El surgimiento y la caída de las empresas relacionadas con Internet, que arrastró al sector de las telecomunicaciones, ha suscitado un debate aún no resuelto sobre las verdaderas causas de un fenómeno tan singular que incluso ha originado nuevas teorías económicas no exentas de polémica. A posteriori parece mentira que el mundo haya entrado en una locura colectiva tan manifiesta. Por Adolfo Castilla.

Auge y caída de la Nueva Economía

Hay una cuestión largamente debatida y sobre la que no hay respuesta definitiva, relacionada, diríamos que con: “el nacimiento, fulgor y caída” de las empresas punto.com, y, por extensión, de los e-business, del e-commerce, de los negocios B2B, de la economía de Internet, y, si se quiere, de la economía digital o Nueva Economía

La historia reciente de dichas empresas y de su cotización en bolsa es bien conocida. A partir de un momento determinado, probablemente desde mediados de los 80, las bolsas y los mercados de valores de todo el mundo comenzaron a crecer exponencialmente hasta tal punto que desde dicha fecha hasta primeros del 2000, cuando comenzó el proceso inverso que todavía vivimos, el índice promedio del valor de las acciones cotizadas en bolsa de todo el mundo, pasó de 1 a 1300, mientras que en el mismo periodo, el Producto Mundial Bruto sólo paso de 1 a 130.

Se trataba de una situación especial, muy pocas veces vivida con anterioridad en el mundo, en la que el valor de los títulos de las empresas se distanciaba de una manera asombrosa del crecimiento real de la economía durante un largo periodo de tiempo. Situación, dicho sea de paso, difícil de explicar y en la que los economistas ortodoxos no creían. Estos últimos, aunque se vieron apabullados por nuevas explicaciones, e incluso, nuevas teorías económicas, repetían una y otra vez que se trataba de una burbuja financiera difícil de mantener, que antes o después terminaría por estallar.

El proceso explosivo de las bolsas se produjo, si se acude a una explicación obvia y directa, por la entrada de enormes cantidades de dinero procedentes de los grandes fondos de inversión, el cual fue seguido por la entrada de apreciables cantidades procedentes de las economías familiares y del ahorro de las empresas, en los mercados de valores mundiales, especialmente en todos aquellos relacionados con las Telecomunicaciones y las Tecnologías de la Información.

Fiebre del oro

Se produjo entonces una especie de “Fiebre del Oro”, o dicho en inglés una “Internet frenzy”, promovida en este caso por los tradicionalmente prudentes y conservadores fondos de inversión y por el no menos conservador ahorro familiar, que de pronto, y en relación con las mencionadas tecnologías y con las empresas punto.com, se transformaron en fondos de capital-riesgo, es decir, en fondos dispuestos a correr los altos riesgos inherentes a los start-ups o nuevos negocios relacionados con Internet.

Tal fenómeno no se habría producido, sin embargo, si no hubiera existido alguna explicación teórica que avalara la importancia de estas tecnologías y su potencial capacidad de creación de riqueza.

Aquí es donde surge la controversia en cuestión: en el terreno de la teoría microeconómica de formación de los precios y de obtención de beneficios. Aspecto éste en el que debe insistirse cuando se habla a directivos y hombres de empresa que se mueven por leyes formuladas con anterioridad en el terreno de la teoría económica que muchos ni siquiera conocen.

Lo que algunos economistas oportunistas, o simplemente cándidos, dijeron y difundieron a bombo y platillo fue que existía un nuevo tipo de empresas o una Nueva Economía que requería una nueva Teoría Económica. Dicha teoría se basaba en el redescubrimiento de los llamados rendimientos económicos crecientes, término y concepto inherente a los monopolios naturales, que ahora surgía con vigor en los mercados más fuertemente liberalizados y desregulados.

Éxito momentáneo

Dicha teoría se basó, parece ser, en lecturas e interpretaciones rápidas de las destacadas experiencias de MICROSOFT, YAHOO; AMAZON, y otras empresas basadas en la red, de éxito momentáneo. Algunas de estas empresas, por ejemplo AMAZON, nunca llegaron a tener beneficios netos y, sin embargo, el valor de sus acciones subió y subió hasta el cielo durante bastante tiempo.

El fenómeno de empresas que jamás habían tenido beneficios y cuyas acciones subían sin parar en bolsa, deslumbró a todos e hizo pensar en que quizás se podía crear riqueza sin tener en cuenta las leyes tradicionales del beneficio empresarial, o excedente neto de la producción si nos referimos a un país en su conjunto.

Se buscó explicación a este hecho y algunos economistas utilizaron los viejos conceptos de “economía de escala” y “economía de red” y los algo más nuevos de “economía de afinidad” y “escalabilidad instantánea”, para introducir nuevos conceptos tales como: ”First-mover-wins” (El primero que entra en un mercado gana), “Winners-take-all” (Los vencedores se quedan con todo el mercado) y “Lock-in” (Cerrar el mercado a otros entrantes posteriores).

Brian Arthur, economista norteamericano, pasa por ser el impulsor de las ideas del cierre de los mercados por parte de los primeros entrantes (“lock-in”) con referencia a Internet. En alguno de sus artículos presume de haber reintroducido o reinventado el concepto de “retornos continuamente crecientes” en el mundo de Internet.

Auge y caída de la Nueva Economía

Diferencias fundamentales

Su intención, en los años 1996 y siguientes, fue la de demostrar que había diferencias fundamentales entre las empresas de Internet y las empresas tradicionales, o empresas “bricks-and-mortar”, como suelen decir en Estados Unidos. Dijo claramente en sus publicaciones que lo único que las empresas de la Nueva Economía, o las empresas relacionadas con Internet, tenían que hacer, era ser las primeras y conseguir rápidamente un porcentaje alto del mercado. Ni la mejor tecnología, ni la mejor calidad ni las mejores prestaciones de un segundo entrante, serían suficientes para desbancar a un “First mover”.

Su situación de primacía en el mercado les llevaría, en consecuencia, a disfrutar de un monopolio y a aprovecharse de las economías de escala y de las economías de red. Para ello, y esto puede que no lo dijera Arthur, pero resultaba una consecuencia lógica que muchas empresas utilizaron, las empresas deberían reducir sus precios, por debajo incluso de sus costes.

Kevin Kelly, otro autor conocido sobre estos temas, publicó en 1998 el libro New Rules for a New Economy (traducido al español como Nuevas reglas para la nueva economía y publicado en 1999 por Ediciones Granica, Barcelona), y llegó a decir que muchos de los productos actuales, desde frigoríficos hasta la ropa y los productos para el deporte, serían dados gratis a los consumidores a través de la red.

Carl Shapiro y Hal R. Varian , autores del famoso libro Information Rules. A Strategic Guide to the Network Economy, también se han referido a estos temas aunque con mucha más prudencia. Lo mismo se puede decir de Don Tapscott, uno de los más reconocidos autores sobre estas cuestiones, autor de Digital Economy, Blueprint for the Digital Economy y otros conocidos libros.

Internet gratis

El hecho de que Internet haya aparecido y se haya difundido en el mundo con la etiqueta de gratis total, por otra parte, ha llevado a las gentes a creer que todos los productos comercializados a través de la Red, deberían a su vez ser gratis, incluida, como sabemos, la información.

Paul David, el conocido historiador de la ciencia y la tecnología, contribuyó también a la difusión de estas ideas a través del análisis histórico de dos casos de innovación superfamosos a estas alturas. Uno es el conocido caso del diseño QWERTY de los teclados que utilizamos hoy, y el otro el caso del predominio de la marca de video VHS sobre Betamax.

Lo deducido por David y otros estudiosos de estas y otras innovaciones, es que el primer entrante tiene ventajas insuperables por el segundo, incluso aunque éste último presente mejores soluciones técnicas, mejor calidad y mejores prestaciones. Algo ciertamente asombroso para la teoría económica tradicional.

Así, por tanto, se escribió la historia de los punto.com, la cual arrastró o impregnó a la empresas de telecomunicación y a muchas otras empresas relacionadas con Internet. Nadie sabía muy bien quién iba a pagar las fuertes inversiones realizadas en todas esas empresas, confiándose ingenuamente en que el dinero acudiría para siempre a las bolsas haciendo que el valor de las acciones subiera continuamente aunque no hubiera beneficios nunca.

Locura colectiva

La demanda de bienes de información se creyó también que podía crecer hasta cantidades infinitas, lo cual tampoco ha ocurrido como muy bien sabemos. A posteriori parece mentira que el mundo haya entrado en una locura colectiva tan manifiesta.

El debate en sí, por otra parte, y la crítica frontal a las nuevas y excéntricas ideas anteriores, surge de la mano de dos economistas jóvenes: Stan J. Liebowitz y Stephen E. Margolis, autores del magnífico libro publicado en 1999, Winners, Losers & Microsoft. El primero de ellos ha continuado y profundizado en dicha crítica con su notable publicación, Re-Thinking the Network Economy, aparecido en 2002.

El punto de vista de Liebowitz, profesor en la actualidad de la Universidad de Tejas en Dallas, es que la Nueva Economía tiene aproximadamente las mismas reglas que la vieja economía y que el fracaso inicial de las punto.com se debe a haber creído lo contrario. Internet, por tanto, la información y el resto de los productos comercializados a través de ella, no pueden ser gratis, y la publicidad, por último, no puede ser la solución como ocurre en la radio y en la TV.

Liebowitz y sus colaboradores, entre ellos, Stephen Margolis, han acuñado, o al menos utilizan de forma destacada, el nombre de “Path dependence”, como punto de apoyo de nuevas explicaciones teóricas más prudentes y ortodoxas que las discutidas en la primera parte de esta nota. Él junto con Paul David, Brian Arthur, Michael Katz, Carl Shapiro y S. Margolis mantienen desde hace años un debate en la Red que puede ser seguido en las siguientes páginas Web: Eh.Res-Path Dependence Forum y Eh.Res- QWERTY Summary

Adolfo Castilla es Presidente de la Asociación Española de Planificación (AESPLAN) y miembro del Consejo Editorial de Tendencias Científicas.

Adolfo Castilla

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