El nivel de protección de la mayor parte de las redes fluviales del mundo está muy por debajo del 17% establecido por la Convención sobre la Diversidad Biológica (CDB), el tratado internacional para la conservación de la biodiversidad.
Lo ha descubierto un estudio publicado en la revista Conservation Letters, según el cual casi el 70% de los tramos fluviales no disponen de ninguna zona protegida en sus cuencas y sólo el 11% disfrutan de una protección integral completa, informa la Universidad McGill en un comunicado.
Los niveles de protección varían considerablemente según las regiones: mientras América del Sur, dominada por el río Amazonas, bien protegido, muestra niveles de protección local que rozan el 30%, en otras regiones como el Medio Oriente estos niveles de protección están por debajo del 10%.
En 2010, la CDB estipuló que el 17% de las aguas interiores mundiales, incluidos los ríos y los arroyos, tenían que estar protegidos antes de 2020. Este estudio es significativo porque hasta ahora no existía una forma fiable de hacer un seguimiento de este objetivo.
El estudio describe un nuevo método para medir la protección integrada de las redes fluviales con ayuda de una herramienta que podría ser comparado con una regla de cálculo para determinar si la protección es suficiente.
La protección integrada se refiere a la capacidad de vincular información de diferentes fuentes para determinar si un río o arroyo está protegido frente a eventuales episodios de contaminación. Hay que conocer si un naciente tiene la capacidad de contaminar afluentes lejanos protegidos, ya que las especies que las habitan pueden haber sido envenenadas muy lejos de la zona protegida.
El estudio ha utilizado imágenes de alta resolución de los ríos y arroyos de todo el planeta, con la finalidad de evaluar fehacientemente por primera vez la distancia entre la situación actual en materia de protección de las redes fluviales y los objetivos fijados por la CDB.
Según los investigadores, resulta complicado medir el nivel de protección de ríos y arroyos debido a la interdependencia de las redes fluviales, donde toda perturbación tiene repercusiones en lugares distantes. Sin embargo, el nuevo método de medir la protección integrada desarrollado por estos científicos permite mostrar la diferencia con los objetivos propuestos y contribuir a mejorar la conservación de los caudales de agua dulce.
Convenio sobre la Diversidad Biológica
El Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB) es un tratado internacional jurídicamente vinculante que tiene tres objetivos principales: la conservación de la diversidad biológica, la utilización sostenible de sus recursos y la participación justa y equitativa en los beneficios que se deriven de la utilización de los recursos genéticos. Su objetivo general es promover medidas que conduzcan a un futuro sostenible.
El Convenio cubre la diversidad biológica a todos los niveles: ecosistemas, especies y recursos genéticos. También cubre la biotecnología, entre otras cosas, a través del Protocolo de Cartagena sobre Seguridad de la Biotecnología. De hecho, cubre todos los posibles dominios que están directa o indirectamente relacionados con la diversidad biológica y su papel en el desarrollo, desde la ciencia, la política y la educación a la agricultura, los negocios, la cultura y mucho más.
Una de las metas establecidas por la CDB (11) establece que para 2020, al menos el 17% de las zonas terrestres y de las aguas interiores y el 10% de las zonas marinas y costeras, especialmente las que revisten particular importancia para la diversidad biológica y los servicios de los ecosistemas, se habrán conservado por medio de sistemas de áreas protegidas administrados de manera eficaz y equitativa, ecológicamente representativos y bien conectados, y de otras medidas de conservación eficaces basadas en áreas, y estas estarán integradas a los paisajes terrestres y marinos más amplio.
El estudio publicado ahora pone de manifiesto lo lejos que estamos en 2016 de conseguir ese objetivo.
Referencia
“Looking beyond the fenceline: assessing protection gaps for the world’s rivers”, Robin Abell, Bernhard Lehner et coll., Conservation Letters, 9 november 2016. doi: 10.1111/conl.12312
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