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Científicos alertan: Vivimos “los primeros días de la sexta extinción masiva de la Tierra”

“Defaunación del Antropoceno” comienzan a denominar los científicos a la era en la que vivimos y que constituye, según un estudio publicado en ‘Science’, el inicio de la sexta extinción masiva de la Tierra. En 2004, un informe del Earth Policy Institute ya alertaba de este peligro, propiciado por las actividades humanas. Por eso, nuestra especie es la única que puede resolver el problema. ¿Seremos capaces de usar a tiempo nuestra “inteligencia colectiva” para tal fin? Por Yaiza Martínez.

Científicos alertan: Vivimos “los primeros días de la sexta extinción masiva de la Tierra”

Un estudio publicado ayer por la revista Science, dentro de un número especial titulado Fauna en desaparición -en el que se habla de los peligros de la reducción masiva de especies- alerta de que, aunque la biodiversidad actual del planeta es la mayor de la historia de la Tierra, puede estar llegando a un punto de inflexión.

Y no para bien precisamente, pues el grado de pérdida y deterioro de la fauna terrestre es tal que podríamos estar viviendo “los primeros días de la sexta extinción masiva del planeta”, señala la investigación.

En general, se considera “extinción masiva” al período en el cual desaparece un número muy grande de especies. La extinción masiva más conocida de las cinco que ha sufrido nuestro planeta tuvo lugar hace 65 millones de años, y provocó la desaparición de los dinosaurios.

La diferencia entre aquellas extinciones y la que, según los científicos, se está dando ahora, es que esta la estamos provocando los humanos. Por eso, el autor principal de este artículo de Science, Rodolfo Dirzo, profesor de biología de la Universidad de Stanford (EEUU), la ha bautizado como “defaunación del Antropoceno”.

El primer término es un símil con el término “deforestación”. El segundo es un término propuesto por algunos científicos para sustituir al de Holoceno, la actual época del periodo Cuaternario en la historia terrestre, debido al significativo impacto global de las actividades humanas sobre los ecosistemas terrestres.

Datos presentados

– Desde 1500, más de 320 vertebrados terrestres se han extinguido. Las poblaciones de especies restantes muestran una disminución promedio del 25%.

– La situación es igualmente grave para la vida de los animales invertebrados: del 67% de los invertebrados monitorizados, se ha registrado un descenso poblacional del 45%.

– Los grandes animales (descritos como “megafauna”): elefantes, rinocerontes, osos polares y un sinnúmero de otras especies, se enfrentan a la mayor tasa de descenso, una tendencia que coincide con los eventos de extinción anteriores. Aunque estas especies representan un porcentaje relativamente bajo de los animales en situación de riesgo, su pérdida podría sacudir la estabilidad de otras especies y, en algunos casos, incluso la salud humana.

Por ejemplo, experimentos realizados en Kenia sobre pérdida de megafauna han revelado que, al desaparecer especies más grandes, aumentan los roedores y, con ellos, la abundancia de los ectoparásitos portadores de enfermedades que pueden afectarnos.

– La población humana se ha duplicado en los últimos 35 años. En el mismo período, el número de animales invertebrados -tales como escarabajos, mariposas, arañas y gusanos- se ha reducido en un 45%.

– Un 41% de los anfibios están amenazados.

– Un 17% de las especies de pájaros están en peligro.

Científicos alertan: Vivimos “los primeros días de la sexta extinción masiva de la Tierra”

Una extinción avisada hace una década

Hace una década, en el año 2004, ya se alertó de que la Tierra estaba viviendo la sexta gran extinción masiva de su historia, la primera causada por una de las especies que la habitan; y que la desaparición de especies es la más severa de los últimos 50 millones de años.

Fue en un informe elaborado por el Earth Policy Institute, una institución norteamericana dedicada a promover el desarrollo sostenible, presidida por Lester Brown.

Entonces se advertía de que nuestras actividades hacen que, cada año, desaparezcan miles de especies de nuestro planeta, desde pequeños microorganismos a enormes mamíferos, sin que de muchos de ellos hayamos sabido siquiera de su existencia.

También se señalaba que el nivel de extinción alcanzado es entre 1.000 y 10.000 veces más rápido que el de los últimos 60 millones de años, durante los cuales el crecimiento de las nuevas especies ha sido más rápido que la desaparición de otras formas de vida, proceso que se ha invertido.

Este otro informe señaló por último que, merced al cambio climático –también provocado por las actividades humanas- el 15% de las especies animales y el 37% de las especies de plantas podrían desaparecer hacia 2050.

En 2008, otro trabajo de biólogos de la Universidad de California en Santa Bárbara, señaló igualmente que la Tierra está sufriendo su sexta extinción masiva de plantas y animales, con cerca del 50% de las especies en vías de desaparición.

Otros dos estudios en ‘Science’

La plataforma Sinc informa, por otra parte, sobre el contenido de otros dos de los artículos que aparecen en el especial de Science.

Por un lado, habla del trabajo realizado por expertos de la Universidad de California y del proyecto Salud y Ecosistemas: Análisis de asociación (HEAL, por sus siglas en inglés) sobre los conflictos sociales que se derivarían de la disminución actual de la fauna.

Según los autores, la caza y la pesca comporta 400.000 millones de dólares (unos 300.000 millones de euros al año) y es el sustento del 15% de la población mundial. Por ello, la pérdida de estos recursos ha provocado que las condiciones de trabajo se endurezcan, se amplíen las horas y se reduzcan los salarios mediante el tráfico de adultos y de niños. En África y Asia, por ejemplo, la pérdida de animales de caza y pesca ha endurecido las condiciones de trabajo y ha promovido la explotación infantil.

La tercera investigación publicada por Science ha sido liderada por Philip Seddon, investigador en la Universidad de Otago (Nueva Zelanda), y en ella se han valorado los esfuerzos humanos para reintroducir animales en entornos salvajes y recolonizar áreas donde ya habían desaparecido.

Para el científico, los lugares donde la gente aprecia más su patrimonio natural, como es el caso de Nueva Zelanda, suelen conservar mejor la biodiversidad. “Si las reintroducciones tienen lugar en el hábitat adecuado, incluso en zonas dominadas por el hombre, no solo se puede restaurar la especie, sino que también se restablecen las conexiones humanas con el mundo natural”, agrega.

En el trabajo también se han considerado las futuras técnicas de clonación que podrían recuperar especies extintas. “Se trata de una opción muy real que plantea muchos interrogantes acerca de la elección de los candidatos que se podrían recuperar o sobre si la capacidad de ‘resucitar’ ejemplares restaría importancia a la preocupación global de la desaparición de especies”, señala Seddon, de nuevo según Sinc.

La necesidad de aplicar la inteligencia colectiva

Cuando desarrollamos la agricultura, hace 11.000 años, en todo el mundo había únicamente seis millones de personas; pero el crecimiento demográfico ha llevado en la actualidad a replegar la cubierta forestal del planeta en 16 millones de hectáreas, particularmente en los bosques forestales, donde el nivel de diversidad biológica es más alto. Los pantanos más ricos en especies también se redujeron a la mitad durante el siglo XX.

Esas son algunas de las consecuencias de la superpoblación humana, pero también de una deficiente gestión de los recursos. En este sentido, la mayor amenaza actual para la vida procede de la degradación de los hábitats, una situación que afecta al 90% de las especies más sensibles de la Tierra.

Entre las soluciones, Rodolfo Dirzo propone, en un comunicado de la Universidad de Stanford, reducir inmediatamente las tasas de transformación de los hábitats y la sobreexplotación, con enfoques adaptados a regiones y situaciones individuales.

Justin Brashares, autor principal del segundo estudio mencionado e investigador en la Universidad de California, ha señalado por su parte a Sinc que, para tratar el problema, sería preciso diseñar medidas que “reconozcan las áreas afectadas, identifiquen las partes interesadas y trabajen con los gobiernos locales mediantes acuerdos internacionales”.

Parecen coincidir, por tanto, los autores de los tres estudios (Philip Seddon hablaba de que en aquellos "lugares donde más se aprecia el patrimonio natural se suele conservar mejor la biodiversidad"), en la importancia del trabajo local para, uniendo piezas, obtener un resultado a gran escala.

Esta concepción de las soluciones resulta esencial, pues señala que en parte estaría en manos de todos –ciudadanos y responsables políticos de pueblos, ciudades o regiones, en colaboración con Gobiernos estatales- idear, impulsar, respaldar y colaborar en iniciativas que modifiquen este preocupante panorama. Como proponía el experto en gestión forestal y director de la empresa Mirlo Positive Nature, Yeray Martínez, a Tendencias21 en 2013, “la inteligencia colectiva podría salvar el medio ambiente”. Veremos si la ambición desmedida y su estupidez asociada no lo impiden.

Referencias bibliográficas:

Rodolfo Dirzo, Hillary S. Young,Mauro Galetti, Gerardo Ceballos,Nick J. B. Isaac, Ben Collen6. Defaunation in the Anthropocene. Science (2014). DOI: 10.1126/science.1251817.

Justin S. Brashares, Briana Abrahms, Kathryn J. Fiorella, Christopher D. Golden, Cheryl E. Hojnowski, Ryan A. Marsh, Douglas J. McCauley, Tristan A. Nuñez, Katherine Seto, Lauren Withey. Wildlife decline and social conflict: Policies aimed at reducing wildlife-related conflict must address the underlying causes. Science (2014). DOI: 10.1126/science.1256734.

Philip J. Seddon, Christine J. Griffiths, Pritpal S. Soorae, Doug P. Armstrong. Reversing defaunation: Restoring species in a changing world. Science (2014). DOI: 10.1126/science.1251818.

RedacciónT21

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