Científicos del Centro de Investigación del Alzheimer de la Washington University School of Medicine en Saint Louis (Estados Unidos) han constatado que la preparación intelectual retrasa la aparición de los síntomas del Alzheimer, en personas que presentan daños cerebrales relacionados con esta enfermedad.
Esta constatación apuntala la teoría de que la llamada “reserva cognitiva” resultaría para el cerebro como la preparación física para el resto del organismo: una importante ayuda a la hora de afrontar cualquier problema que se presente.
Los especialistas denominan “reserva cognitiva” a la mejora de las habilidades en el pensamiento, la capacidad de aprendizaje y la memoria, resultante del uso constante del cerebro. Se cree que dicha “reserva” aumenta además la flexibilidad del cerebro ante un daño neuropatológico.
Años de estudio
Según publica la Washington University School of Medicine en un comunicado, los investigadores descubrieron que algunos de los participantes en el estudio, en cuyos cerebros aparecían unas placas que han sido relacionadas con la enfermedad del Alzheimer, puntuaron más alto que otros en la misma situación, en los tests realizados para medir las habilidades cognitivas.
Los participantes con puntuaciones más altas fueron los que habían pasado más tiempo de su vida estudiando, señalan los científicos.
Según la directora de la investigación, la neuróloga Catherine Roe, la buena noticia de este descubrimiento es que “una educación más avanzada podría permitir a la gente hospedar las llamadas placas amiloides y otras patologías cerebrales relacionadas con el Alzheimer sin llegar a experimentar el declive de sus habilidades cognitivas”.
Las placas amiloides están compuestas por una proteína conocida como beta-amiloide que el cerebro de todos los humanos produce, aunque de manera limitada. En pacientes con Alzheimer, sin embargo, el equilibrio en la producción de esta proteína está alterado, lo que lleva a su acumulación.
Tomografía por emisión de positrones
Actualmente, los diagnósticos completamente concluyentes de la enfermedad del Alzheimer sólo se pueden hacer a través de exámenes cerebrales post-mortem. En vida, los especialistas diagnostican la enfermedad gracias a una técnica denominada tomografía por emisión de positrones (TEP).
La TEP es una técnica no invasiva con la que se puede medir la actividad metabólica de los diferentes tejidos del cuerpo humano. Está basada en detectar y analizar la distribución que adopta en el interior del cuerpo un trazador o radioisótopo (variante de un elemento cuya energía puede detectarse), administrado a través de una inyección.
El trazador utilizado por los científicos en este caso fue el compuesto Pittsburg B (PiB), capaz de revelar la presencia de las placas amiloides, cuya aparición supone un cambio en el cerebro que numerosos neurólogos han relacionado con el desarrollo del Alzheimer.
Según explican los investigadores en un artículo aparecido en la revista Archives of Neurology, las mediciones se realizaron en pacientes que fueron evaluados entre agosto de 2003 y enero de 2008, en el mismo Centro de Investigación del Alzheimer.
Roe señala que la técnica aplicada había sido utilizada anteriormente para analizar a enfermos de Alzheimer con demencia ya presentada, y sus niveles educativos. Pero el presente estudio es el primero en incluir tanto a enfermos de Alzheimer con demencia como a personas con las placas amiloides, pero sin demencia.
Placas y alta puntuación
Además de escanear los cerebros de los participantes utilizando el PiB y de someter a éstos a tests para evaluar sus habilidades cognitivas, a los pacientes también se les clasificó según su experiencia educativa: nivel de enseñanza secundaria o menor, el nivel de experiencia universitaria o graduado escolar.
Tal y como esperaban los científicos, aquellos participantes cuyos cerebros mostraban pocas evidencias de placas amiloides puntuaron más alto en los tests. Pero, entre la mayoría de los participantes con altos niveles de placas amiloides en el cerebro, puntuaron más bajo en éstos aquéllos que tenían poco nivel de estudios, mientras que los que habían estudiado más a lo largo de su vida puntuaron más alto.
A pesar de presentar claras muestras fisiológicas de que el Alzheimer estaba ya arrasando sus cerebros, en este subgrupo las habilidades cognitivas no habían comenzado a ser minadas.
En próximos estudios, Roe y sus compañeros de investigación analizarán otros posibles aumentadores de la reserva cognitiva, como los hobbies, las actividades sociales e intelectuales o los desafíos mentales derivados de los deberes profesionales.
Reserva cognitiva y demencia
El estudio de Roe es similar al realizado por científicos del Albert Einstein College of Medicine de Nueva York, cuyos resultados aparecieron publicados en la revista Neurology a finales de 2007.
En dicho estudio, los científicos descubrieron que la gente con más años de educación experimentaban un inicio más tardío de la pérdida de memoria asociada, en este caso, con la demencia.
Sin embargo, una vez iniciado el deterioro de la memoria, el declive era más rápido para los más estudiosos, en comparación con los enfermos que habían estudiado durante menos años en su vida.
En concreto, los investigadores descubrieron que una persona con una educación formal de alrededor de 16 años experimentaba una tasa de pérdida de memoria un 50% más rápida, en comparación con personas que sólo habían estado estudiando durante cuatro años.
Esta investigación se llevó a cabo con 488 personas, 117 de las cuales presentaban demencia, que es la perdida progresiva de las funciones cognitivas, debido a daños o desórdenes cerebrales no atribuibles al envejecimiento normal. Esta alteración cognitiva diversos déficits cognitivos, pero afecta particularmente a la memoria, el lenguaje y la atención.
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