Un estudio ha utilizado técnicas de seguimiento ocular para analizar los procesos de atención selectiva que determinan la forma en que exploramos e interactuamos con nuestro entorno. Los investigadores estudiaron los movimientos de los ojos al observar diferentes patrones decorativos representados en objetos cerámicos prehistóricos. Los resultados indican que existe una evolución paralela entre los procesos cognitivos, el desarrollo de la cultura material y la complejidad social.
Los investigadores examinaron la respuesta visual de 113 individuos al observar cerámicas prehistóricas pertenecientes a diferentes estilos y sociedades. Las cerámicas analizadas abarcan 4.000 años de la prehistoria gallega, y son representativas de los estilos de cerámica, como la cerámica campaniforme (asociada a la Edad de Cobre e inicios de la Edad del Bronce), que se encuentran en toda Europa. Los resultados indican que el comportamiento visual sigue las mismas tendencias evolutivas que impulsaron la evolución de las sociedades complejas que construyeron estos escenarios arqueológicos.
Neuroarqueología
«Supusimos que la cultura y la vida social influyen en la cognición de una manera muy estereotipada. Los movimientos oculares son la prueba más objetiva de una evolución paralela entre el proceso cognitivo, el desarrollo material y los cambios en la complejidad social», explica el investigador del CSIC Felipe Criado-Boado, del Instituto de Ciencias del Patrimonio, en Santiago de Compostela. Este estudio forma parte del campo de la neuroarqueología, un nuevo campo científico que combina la neurociencia con la paleontología humana, la arqueología y otras ciencias sociales y humanas.
«La prominencia visual de cada estilo cerámico produce una respuesta visual distinta. Las cerámicas prehistóricas constituyen una parte importante del mundo material que rodeaba a los individuos de esa época. Un análisis de proporciona resultados de una gran importancia», añade Criado-Boado.
Luis M. Martínez, investigador del Instituto de Neurociencias, en Alicante, explica a su vez que «en nuestro cerebro hay circuitos o mapas neuronales que representan nuestro espacio personal y peripersonal (el que está entre 20 y 30 centímetros de nosotros). Estos circuitos determinan la forma en que nos relacionamos socialmente y también con el mundo que nos rodea. Con experimentos de este tipo, estamos demostrando que estas representaciones se modifican mediante el uso y la fabricación de herramientas y de otros artefactos culturales. Lo que estamos descubriendo es que esas representaciones modificadas se incorporan rápidamente a estos mapas neuronales, convirtiéndose en parte de nuestro esquema corporal como si fuera una extensión propia. Estos experimentos demuestran inequívocamente que existe una interacción muy estrecha entre los cambios culturales y la plasticidad del cerebro, lo que proporciona una nueva perspectiva sobre cómo gobierna el cerebro la transmisión de valores culturales, creencias y costumbres.»
Compromiso perceptivo
Los resultados de esta investigación indican que el sistema visual humano internaliza activamente el objeto que observa, lo que demostraría que existe un compromiso perceptivo entre los observadores y las estructuras materiales en su entorno.
«Por eso la percepción no se puede separar de la forma. Vista desde esta perspectiva, se podría proponer que la forma de los objetos (cerámica, en este caso) y el patrón de exploración visual que producen, han cambiado a lo largo de la historia y están relacionados con el comportamiento de la misma manera que lo son con el ámbito social, incluida la complejidad social «, añade Criado-Boado.
Otra de las conclusiones de este estudio es que la tecnología es un factor importante en los aspectos mentales de la vida humana. Esto ofrece una nueva perspectiva que ayuda a explicar los procesos de innovación y cambio tecnológico que tienen lugar en todos los períodos históricos, incluido el presente.
«Se cree que en 2020 habrá 100.000 millones de sensores por todo el mundo captando información de todo tipo y procesándola digitalmente, todos conectados entre sí y funcionando como un gran cerebro humano. Si se cumple esta previsión, la investigación en el campo de los procesos cognitivos y la cultura material a lo largo de la historia puede ser de utilidad en el futuro, ya que puede mostrar cómo los humanos confían en imágenes que les ayudan a formarse una conciencia colectiva del mundo», concluye el investigador.
Referencia
Coevolution of visual behaviour, the material world and social complexity, depicted by the eye-tracking of archaeological objects in humans. Felipe Criado-Boado et al. Scientific Reports 9, Article number: 3985 (2019). DOI: http://www.nature.com/articles/s41598-019-39661-w
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