Una nueva forma de tratar el dióxido de carbono (CO2) podría permitir el desarrollo de métodos extractivos de petróleo más ecológicos que los actuales, de acuerdo a una investigación desarrollada por especialistas de la University of Bristol, junto al Science and Technology Facilities Council (STFC) y el ISIS Neutron. Además, los nuevos aditivos empleados también se podrían utilizar para reducir el daño ambiental causado por otros procesos industriales.
Más allá de la extracción de petróleo, las nuevas técnicas podrían disminuir el pasivo ambiental generado por actividades como el procesamiento de alimentos o la fabricación de dispositivos electrónicos. Los resultados de este trabajo se han publicado en la revista especializada Langmuir, además de difundirse a través de notas de prensa de la University of Bristol y del Science and Technology Facilities Council.
Los investigadores han desarrollado un nuevo aditivo que puede funcionar como disolvente en el proceso de recuperación de petróleo, siendo viable a escala comercial y optimizando la cantidad de petróleo crudo que puede ser extraído de los yacimientos hidrocarburíferos.
El dióxido de carbono es útil en la recuperación mejorada de petróleo, ya que es capaz de fluir a través de los poros de la roca con mayor facilidad que el agua. El nuevo aditivo trabajado es un tensioactivo, que permite que el dióxido de carbono fluya a través de la roca de manera aún más eficiente.
Un nuevo enfoque
La nueva metodología tiene varias consecuencias positivas. Por un lado, disminuye la cantidad de CO2 liberado hacia la atmósfera durante los procesos de extracción de petróleo y en otros procesos industriales. Por otra parte, al incrementar el factor de recobro de los yacimientos hidrocarburíferos permite que las energías renovables como la solar, la eólica o el hidrógeno optimicen su desarrollo hasta tener que reemplazar definitivamente a las fuentes energéticas basadas en los combustibles fósiles.
El dióxido de carbono líquido es cada vez más utilizado en la industria hidrocarburífera para sustituir a otros disolventes empleados históricamente, ya que requiere un menor proceso de trabajo y puede ser fácilmente reciclado. La dificultad es que los aditivos que se requieren para estos procesos son perjudiciales para el medio ambiente.
Este nuevo desarrollo de un equipo internacional de ingenieros e investigadores abre una gran esperanza para la solución de este inconveniente. Durante mucho tiempo se ha perseguido el objetivo de encontrar un producto químico o aditivo capaz de modificar las propiedades del CO2, para potenciar su uso generalizado como solvente en la recuperación mejorada de petróleo, pero implicando un menor perjuicio ambiental.
Los avances tecnológicos anteriores han involucrado tensioactivos que contienen flúor, que aunque resultan operativos y funcionales para el tratamiento del CO2 son altamente nocivos para el medio ambiente. El nuevo aditivo empleado como agente tensioactivo en el marco de esta investigación no contiene flúor, y es inofensivo a nivel ambiental.
Ventajas operativas
El dióxido de carbono líquido, potenciado con este nuevo aditivo, es una alternativa eficaz, económica, no tóxica, no inflamable y ambientalmente responsable frente a los solventes petroquímicos convencionales. Incluso el uso de agua como disolvente, por ejemplo, trae también otros problemas.
Es que después de ser utilizada para extraer el aceite de las rocas requiere de una profunda limpieza antes de poder ser empleada de nuevo, mientras que el dióxido de carbono líquido puede volver a utilizarse de inmediato. En consecuencia, se gana un valioso tiempo desde el punto de vista operativo.
El nuevo aditivo se ha denominado TC14, y ha sido sometido a prueba como surfactante a través de métodos experimentales que emplean haces de neutrones, obteniendo un punto de vista a nivel molecular del proceso logrado. Con este método es posible revelar plenamente las acciones y propiedades del sistema.
Este proyecto de investigación fue financiado por el Engineering and Physical Sciences Research Council (EPSRC) del Reino Unido y por el Department of Energy de los Estados Unidos. Además, el trabajo no hubiera sido posible sin la colaboración técnica entre la University of Bristol y la firma Kruss GmbH.
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