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El cerebro podría tener su propia microbiota

El cerebro podría tener su propia microbiota

Científicos norteamericanos han descubierto bacterias intestinales en el cerebro humano que aparentemente desempeñan las mismas funciones inmunológicas. Tal vez configuren también nuestra identidad, al igual que la microbiota intestinal.

El cerebro podría tener su propia microbiota

La microbiota intestinal humana contiene 100 billones de microorganismos, incluyendo como mínimo 1.000 especies diferentes de bacterias que comprenden más de 3 millones de genes. Forma parte de la identidad de cada ser humano, ya que sólo una tercera parte es común a todas las personas, mientras que los otros dos tercios de la también llamada flora intestinal son exclusivos de cada persona.

La microbiota intestinal es fundamental para el equilibrio de nuestro organismo: no sólo ayuda a digerir ciertos alimentos, sino también a combatir las agresiones de otros microorganismos. Desempeña un papel importante en el sistema inmune, actuando como una barrera protectora.

La sorpresa relativa a esta flora intestinal surgió la semana pasada en la 2018 Neuroscience Meeting celebrada en San  Diego, California, organizada por la Society for Neurosciences, la organización de científicos y médicos más grande del mundo dedicada a comprender el cerebro y el sistema nervioso.

En esta reunión, los científicos del Departamento de Psiquiatría y Neurobiología del Comportamiento de la Facultad de Medicina de la Universidad de Alabama en Birmingham, Rosalinda Roberts, Courtney Walker y Charlene Farmer, revelaron que habían descubierto bacterias intestinales en el cerebro humano.

En su exposición señalaron que, aunque se piensa que la microbiota intestinal puede influir en la función y el comportamiento del cerebro, sin embargo se desconoce cómo ocurre. “Se ha dicho que las bacterias pueden ingresar al cerebro a través de la barrera hematoencefálica y/o a través de los nervios que inervan el intestino”, explican en su conferencia.

Relación íntima

Sin embargo, ellos apreciaron algo diferente: la presencia de bacterias intestinales en el cerebro humano en condiciones no infecciosas o no traumáticas. Encontraron bacterias en los 34 cerebros que estudiaron. La mitad provenían de personas sanas y la otra mitad de personas con esquizofrenia.

Mostraron imágenes tomadas con microscopios de alta resolución en las que aparecen bacterias que aparentemente penetran y habitan las células de cerebros humanos sanos. Según la revista Science, este descubrimiento sugiere que existe una relación inesperadamente íntima entre estos microbios y el cerebro.

Las bacterias que encontraron eran en su mayoría de filogenia intestinal. Y no se explican cómo han llegado al cerebro, dado que está protegido por la infranqueable barrera hematoencefálica (BHE).

Esta barrera permite el paso del agua, algunos gases y de moléculas solubles en lípidos, así como el transporte selectivo de moléculas, tales como glucosa y aminoácidos, que son cruciales para la función neuronal.

Sin embargo, la barrera hematoencefálica impide la entrada de lipófilicos o neurotoxinas gracias a los astrocitos,  las principales y más numerosas células gliales que interactúan con las neuronas y las apoyan. Los astrocitos son el lugar preferido por las bacterias intestinales para asentarse en el cerebro, según han observado estos científicos.

Las bacterias y los virus que logran penetrar esta barrera hematoencefálica pueden causar una inflamación potencialmente mortal. Algunas investigaciones han sugerido que los microbios intestinales, de llegar al penetrar en el cerebro, podrían afectar al estado de ánimo y al comportamiento, e incluso provocar enfermedades neurológicas, aunque de forma indirecta.

Sin indicios de daños

Sin embargo, los científicos no apreciaron signos de inflamación que sugirieran que las bacterias intestinales detectadas en el cerebro estuvieran causando daño. Piensan que han podido pasar al cerebro a través de la sangre presente en los nervios del intestino o incluso por la nariz. Y todavía no pueden decir mucho sobre si son útiles o perjudiciales.

También señalan que la densidad de la presencia de bacterias varía según la región del cerebro, siendo abundantes en la sustancia negra (una de las partes del cerebro pertenecientes a los ganglios basales), en el hipocampo y en la corteza prefrontal, pero con escasa cantidad en el núcleo estriado, ya en el interior de los hemisferios cerebrales.

Si estas bacterias intestinales constituyen una presencia benéfica, tanto dentro como alrededor de las células cerebrales, podrían desempeñar un papel clave en la regulación de la actividad inmunológica del cerebro, concluyen los científicos.

El cerebro tendría así una flora parecida a la que tenemos en el intestino que desempeñaría funciones parecidas y, tal vez, forme parte también de la configuración de nuestra identidad personal, al igual que la flora intestinal.

Referencia

594.08 / YY23 – The human brain microbiome; there are bacteria in our brains! 2018 Neuroscience. Session 594 – Neuroimmunology: Regulating Systems.

RedacciónT21

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