El comercio y la religión, y no los vínculos familiares, dieron forma a la justicia y a los castigos por las injusticias cometidas, en el marco de las sociedades complejas, señala un estudio realizado en la University of British Columbia (UBC) de Canadá.
Según publica la UBC en un comunicado, los miembros de las sociedades complejas extensas aprendieron a relacionarse con los extraños a través de ciertas normas relacionadas con la participación mercantil y con las principales religiones del mundo.
Hasta ahora, se había creído que las relaciones humanas con los extraños se habían ido desarrollando gracias a una psicología surgida a partir de los tipos de relación familiares, y evolucionada para propiciar la cooperación en pequeños grupos.
Quince sociedades analizadas
En la presente investigación, dirigida por el antropólogo de la UBC, Joe Henrich, se analizaron los procesos subyacentes a la evolución de las sociedades humanas. Los resultados obtenidos han aparecido publicados en un artículo de la revista Science.
En su trabajo, Henrich y sus colaboradores –un grupo interdisciplinar formado por 13 antropólogos y economistas- combinaron dos proyectos de análisis: uno sobre las motivaciones de justicia y castigo que han influido en las decisiones económicas; y otro sobre cómo estas motivaciones han dependido de ciertas variables a lo largo de la historia, como el tamaño de las comunidades, su religión o su dependencia y nivel de intercambio mercantiles.
Los investigadores trabajaron con un total de 2.100 personas procedentes de 15 sociedades, cuyas comunidades estaban compuestas por entre 20 y 10.000 miembros.
En estas sociedades, de África, América del Norte y del Sur, Oceanía, Nueva Guinea y Asia, había cazadores-recolectores, forrajeadores marinos, pastores, horticultores y trabajadores a sueldo.
Los científicos midieron las motivaciones de estos participantes en lo que a justicia y disposición a castigar las injusticias se refiere, en el ámbito de las interacciones con personas anónimas.
Hallazgos del estudio
Para la realización de la investigación, se utilizaron diversos juegos económicos en los que los participantes debían intercambiar ofertas de dinero con otros jugadores, a los que no conocían. Algunos de estos juegos permitían a los participantes, además, pagar una parte del dinero que tenían para castigar a otros jugadores por hacer ofertas demasiado bajas.
El análisis de los resultados reveló que las personas que vivían en comunidades pequeñas carentes de una integración en un mercado más general o en una de las principales religiones del mundo (carencia generalizada en las sociedades hasta hace unos 10.000 años) se mostraron poco preocupadas con la justicia o con el castigo por injusticia en las transacciones en las que había individuos extraños implicados.
Este patrón tiene sentido en el marco del funcionamiento real de las normas e instituciones locales de estas sociedades, afirman los científicos.
Según Henrich, las comunidades pequeñas tienen normas locales que gobiernan todo tipo de interacciones, pero a menudo no poseen normas sociales para el incumplimiento en el caso de las transacciones económicas con extraños.
Por el contrario, aquellos participantes de sociedades más amplias, con niveles más altos de integración en el mercado global y participación en alguna de las principales religiones del mundo, mostraron una mayor voluntad de hacer ofertas justas y de castigar a los que hacían ofertas injustas en los juegos económicos planteados.
Normas e instituciones
Según explica Henrich, los resultados obtenidos contradicen teorías previas que señalaban que los humanos aprendieron a tratar amablemente a los extraños transfiriendo ciertos comportamientos y normas del ámbito familiar al resto de sus relaciones.
Por otro lado, sugieren que la evolución de la complejidad social, especialmente en los últimos 10 milenios, ha implicado una expansión selectiva de aquellas normas e instituciones que facilitaban más el intercambio exitoso y la interacción en las esferas socioeconómicas, mucho más allá de las redes locales o de parentesco, y de las relaciones basadas en la reciprocidad.
Así, por ejemplo, y tal y como afirman los científicos en Science, la participación en una de las principales religiones del mundo pudo asociarse, a partir del análisis de los datos, con tendencias a actitudes justas en las transacciones económicas con personas anónimas.
Todos estos resultados sugieren, en definitiva, que las formas modernas de socializar con los extraños no son sólo producto de una psicología innata sino que se derivan de procesos mucho más complejos.
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