París. Eduardo Martínez (Enviado Especial).
El Mediterráneo se está convirtiendo en una gran preocupación política y social, además de económica, en diversos países europeos. Proliferan los organismos públicos y privados especializados en lo que ocurre en la cuenca mediterránea, así como los encuentros y reflexiones sobre la cooperación necesaria entre el norte y sur de Europa para evitar lo que se consideran males irreversibles si no se adoptan medidas para corregir situaciones y prevenir catástrofes anunciadas que ocurrirán en la otra orilla de Europa: demográficas, políticas y medioambientales.
El pasado viernes París fue el escenario de una nueva reflexión sobre el Mediterráneo, el coloquio La Mediterranée en partage. PanEuropa France reunió a casi 200 expertos entre los que figuraba el ministro argelino de Asuntos Exteriores, Mohamed Bedjaoui, el ex ministro y ex-vicepresidente del Parlamento Europeo, Michel Habib-Delonce, la embajadora de Palestina ante la UE, Leïla Chahid, o el Vicepresidente de la Comisión Europea, Jacques Barrot, entre otras personalidades y expertos.
En el último año París ha sido el escenario de al menos otros cinco coloquios mediterráneos organizados por diferentes instancias sobre los temas más recurrentes: seguridad, la transferencia de tecnología, especialización económica… El coloquio de PanEuropa, sin embargo, tuvo un significado especial: era la primera reflexión conjunta que tiene lugar después de Barcelona+10, la conferencia celebrada el pasado noviembre en la ciudad condal para repasar los compromisos asumidos en 1995 para asegurar la cooperación euromediterránea.
Y el balance de lo que ha sido el proceso de Barcelona fue el primer resultado del coloquio PanEuropa, en el que nuestra revista participó dentro de la mesa redonda sobre economía con una breve ponencia titulada Un projet global pour la Méditerranée, que puede descargarse como documento adjunto al final del artículo.
¿Una década perdida?
Si hace 10 años la conferencia euromediterránea de Barcelona representó una ambiciosa tentativa de construir un espacio común que agrupe a las dos orillas de la cuenca mediterránea, la realidad es que, diez años después, los resultados de ese esfuerzo se consideran por lo general válidos, pero insuficientes.
En los últimos diez años la crisis de la otra orilla mediterránea se ha agravado en torno a los conflictos políticos seculares, internos y externos, que dificultan el funcionamiento de las instituciones democráticas y los mecanismos de la economía social de mercado, sobre las que se han puesto las mayores esperanzas.
El volumen de las inversiones directas extranjeras, norteamericanas o europeas, ha sido muy débil en la región en la última década, con excepción por ejemplo de Túnez o Israel.
Dato elocuente: la UE, que realiza el 8% de sus exportaciones con los países del sur Mediterráneo, sólo invierte en esta regiòn el 2% de su stoks de inversiones directas.
Esta debilidad de las inversiones directas extranjeras está directamente relacionada con el retraso que viven los países mediterráneos, particularmente los subdesarrollados, respecto a su integración en la mundialización.
La globalización pendiente
La realidad es que hay otros países subdesarrollados, particularmente de Asia o América Latina, que han adoptado con mayor agilidad los mecanismos y reglas de la economía global de mercado, lo que ha propiciado que las inversiones se orienten en su dirección y que hayan abandonado el área mediterránea.
La característica general de estos países mediterráneos atrasados es que todavía no han realizado la transición de la economía agrícola a la industrial y a la de los servicios, al mismo tiempo que su sistema económico se basa en un sector informal estructurado en torno a numerosas pequeñas empresas.
Como resultado, estos países muestran una economía alejada de las exigencias de una economía de mercado liberalizada, que es el sustrato de la globalización.
Tal como señala al respecto el estudio del Centro Jean Monnet de la Universidad Lebrija, en el contexto de la mundialización el éxito de una región depende de su capacidad de articular un proyecto global que integre las tendencias de la evolución mundial con las capacidades locales.
La realidad es que los países mediterráneos que son miembros de la UE han aprovechado esta oportunidad, pero que la inmensa mayoría de los países en desarrollo de la otra parte del Mediterráneo adolecen de ese necesario proyecto global de desarrollo en el marco de la mundialización, que es el objeto de la conferencia euromediterránea y que se considera sólo modestamente alcanzado, a la vista de los resultados de la última década.
Hipotecas del futuro
Mohamed Bedjaoui señaló tres hipotecas que pesan sobre el proyecto euromediterráneo: la persistencia de la colonización cultural, de la colonización económica y las profundas diferencias políticas que separan al norte del sur de Europa.
André Azoulay, consejero del Rey de Marruecos, fue todavía más explícito: el proyecto euromediterráneo es equiparable al de la integración europea, que fue capitalizado por un país (Alemania) que lo lideró y condujo a su realización.
El problema del proyecto euromediterráneo, señaló, es que del lado europeo no hay un líder claro del proceso: existe interés de España o Francia, pero no existe un atractor capaz de movilizar voluntades y de tonificar el proceso de cooperación euromediterránea.
Además, concluyó Azoulay, no puede haber proceso euromediterráneo si Marruecos y Argelia no se integran en la UE. Pretender lo contrario supondría exigirles grandes aportaciones económicas y políticas, como en el pasado lo hicieron España y Portugal para el proceso de integración europea, sin recibir a cambio los fondos europeos tan necesarios para un desarrollo acelerado de sus respectivos países.
La cuestión palestina
Sobre el proceso de cooperación euromediterránea, el embajador de Israel en Francia, Nissim Zvili, señaló sobre los riesgos de pretender democratizaciones forzosas en la región (una clara alusión, no mencionada, a Irak) y ofreció a su Estado como intermediario privilegiado para esa alianza euromediterránea.
Sin embargo, la embajadora palestina Chahid señaló que no es posible una alianza euromediterránea sin un previo arreglo israelo-palestino, que no es tarea fácil dado el delicado momento político actual de ambas partes y del hecho de que Palestina no interviene como Estado en este proceso, a pesar de ser también un potencial aliado privilegiado para la cooperación euromediterránea.
Hay además factores geopolíticos que condicionan también el desarrollo de la cooperación euromediterránea. De un lado, la rivalidad euro-americana por liderar las relaciones con los países mediterráneos. Por otro, la irrupción de China, que aprovecha las incertidumbres europeas y la diversidad de las ambiciones regionales de Estados Unidos, para tomar posiciones en el espacio mediterráneo.
Oportunidad europea
La ampliación europea a 25 miembros constituye una tendencia para la estabilidad en la cuenca mediterránea: Chipre, Malta, Eslovenia o Turquía han optado ya claramente por la UE, al mismo tiempo que los Balcanes consideran que el espacio euro es el mejor camino para el anclaje de sus respectivas democracias.
Marruecos y Túnez, que aspiran a un marco privilegiado de relaciones con la UE, piensan que sus acuerdos con Europa son el mejor marco para la modernización de sus respectivas economías y marcos políticos, al mismo tiempo que el encarecimiento del petróleo fortalece las posiciones de Libia y Argelia para solicitar mejores relaciones con la Unión Europea.
Esta situación está provocando un desplazamiento de la influencia de los Estados Unidos en la región, dominante en la época de la guerra fría, a favor de Europa, al menos en los aspectos económicos, si la Unión es capaz de aprovechar esta oportunidad.
Estados Unidos, tal como señaló Jean-Claude Pasty, Vicepresidente de PanEuropa Francia, no renunciará por ello sin embargo a establecer una especie de soberanía política, económica y cultural en el Mediterráneo, en el marco de su proyecto Gran Oriente Medio.
La novedad, sin embargo, según destacó Alexis Bautzmann, director de la revista Diplomatie, que ha dedicado un interesante dossier al Mediterráneo, es el desembarco de China en la cuenca, a la que considera la puerta para llegar a Europa y a África: está suscribiendo importantes contratos, comerciales y militares, con Argelia y otros países de la región, que señalan una vocación de influencia.
La presencia de China en el Mediterráneo no puede pasar desapercibida. Tal como señaló Alain Glon, presidente del Grupo francés que lleva su nombre, China podrá aportar en el futuro 30 millones de personas cualificadas cada año al mercado laboral del mundo desarrollado.
Además, en el nuevo esquema mundial que se está esbozando, en las próximas décadas Brasil se puede configurar como el granero del mundo, India como el bastión del conocimiento avanzado y China como la gran potencia industrial del mundo de los servicios.
Amenazas
Además de las hipotecas esbozadas por el canciller argelino, que amenazan el desarrollo de la cooperación euromediterránea, hay otros peligros en el horizonte mediterráneo.
El primero de ellos es el del agua, tal como explicó Jean-François Donzier, director general de la Oficina Internacional del Agua. Señaló que se trata de un recurso escaso, frágil y repartido de forma desigual: los dos tercios de los recursos se encuentran en una quinta parte de la cuenca.
Además, la población pobre en agua de los países del sur y del este del Mediterráneo (menos de 1000 m3/hab./año) se eleva a 108 millones de habitantes y podría alcanzar los 165 millones en 2025, de los cuales 63 millones estarían por debajo del umbral de la pobreza (menos de 500 m3/hab./año).
La calidad del agua está igualmente amenazada por los numerosos contaminantes dispersados en las aguas dulces, lo que aumenta las tensiones sobre los recursos y aumenta los costes de acceso al agua sana.
Según puntualizó al respecto Jerôme Loyer, director técnico de Europa Veolia, el Mediterráneo drena los vertidos de una población de 250 millones de habitantes, sin contar la que pueda proceder del Danubio y la del Mar Negro.
Hay que subrayar también que 27 millones de ciudadanos del Mediterráneo están privados de un sistema de saneamiento adecuado, señaló Donzier. Todo ello plantea una situación que amenaza la viabilidad del Mediterráneo a corto plazo: 150 años, no más.
Horizonte 2025
Al horizonte de amenazas se refirió asimismo Guillaume Benoit, director del Plan Blue. Resumió las conclusiones de un nuevo ejercicio prospectivo sobre la región, realizado con la participación de 300 expertos de las dos orillas, según el cual las perspectivas de desarrollo de sectores clave no son nada halagüeños.
Por ejemplo, en el campo de la energía señaló que se derrocha el 20% de los recursos cuando la demanda crecerá un 65% en los próximos 25 años. Respecto al transporte, indicó que el Mediterráneo acoge al 25% del tráfico mundial de hidrocarburos y que los transportes por carretera se duplicarán en las dos próximas décadas.
Finalmente, sobre los espacios urbanos dijo que el 64% de la población mediterránea vive en ciudades y respecto a los espacios rurales desveló que el 80% de la superficie agrícola está degradada por la desertificación, mientras que el 60% de las aguas urbanas van al Mediterráneo sin depurar, lo que constituye un poderoso factor de degradación del litoral.
Identidad euromediterránea
En la zona euromediterránea, los principales riesgos relativos al agua son de tres órdenes: períodos de sequía difíciles de prever con una demanda de agua creciente, fuertes precipitaciones bien localizadas que dan lugar a inundaciones a menudo fatales, y la contaminación de los escasos recursos disponibles por los residuos y la mineralización.
En cualquier caso, la reflexión convocada por PanEuropa France de la mano de su presidente, Alain Terrenoire, no ha sido una constatación de fracaso ni de la incertidumbre.
Más bien al contrario, el coloquio ha constituído un estímulo para el compromiso de las dos orillas a favor de un diálogo más intenso y amplio, que abarque no sólo a otras capas de la población, sino aquellos aspectos que no son sólo económicos, sino culturales.
Lo que se desprende de todo este movimiento en torno a las preocupaciones que genera la cuenca, es que se está formando una identidad euromediterránea que es preciso cuidar y atender, como señaló Bedjaoui.
La idea, propuesta por Jacques Barrot, de añadir la lengua árabe a la cadena de televisión Euronews, que transmite noticias de todo el mundo con una misma imagen en seis idiomas (alemán, español, francés, inglés, italiano y portugués), no sólo pone de manifiesto la prioridad que otorga Europa a la cuestión mediterránea, sino que abunda en la necesidad de tonificar la base de una nueva identidad geopolítica, la euromediterraneidad.
Tal como la expuso Bedjaoui, la implantación de la nueva identidad euromediterránea implica no sólo pensar el Mediterráneo, actuar en el Mediterráneo, sino también sentir el Mediterráneo, amarlo y comprenderlo, porque ese sentimiento y pasión, complemento de la voluntad y la reflexión, será realmente lo que permitirá compartirlo, como pretendió el coloquio La Mediterranée en partage.
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