El síndrome del miembro fantasma es la percepción de que un miembro amputado todavía está conectado al cuerpo y funcionando. Entre el 50% y el 80% de las personas que han sufrido una amputación experimentan estas sensaciones fantasmas.
Todavía no se sabe con certeza el origen de esta percepción, pero un grupo de investigadores de la Universidad de Bielefeld, de la Universidad de Hamburgo, ambas en Alemania, y de la Universidad de Nueva York (USA), ha descubierto que las personas sanas también pueden experimentar sensaciones fantasmas porque el sentido del tacto engaña al cerebro.
Lo comprobaron generando estímulos táctiles en cada una de las manos y pies de los participantes en el estudio, combinando alternativamente el lado derecho e izquierdo de ambas extremidades, así como las extremidades superiores y las inferiores.
Los voluntarios tenían que indicar dónde habían registrado el impacto sensorial en un proceso que se repitió cientos de veces. Para darle mayor rigor al experimento, alternaban la posición de las manos y de los pies donde iban a recibir el estímulo táctil: unas veces las cruzaban y otras no.
Y lo que ocurrió es que con frecuencia un toque en una mano se sentía en la otra mano, o un toque en el pie izquierdo se percibía en la mano izquierda, o viceversa.
«Sorprendentemente, en el 8% de los casos, los sujetos atribuyeron el primer toque a una parte del cuerpo que ni siquiera se había tocado. Esto es una especie de sensación fantasma», explica Stephanie Badde, una de las investigadoras, en un comunicado.
El estudio demuestra cómo las personas sanas a veces pueden atribuir erróneamente una sensación táctil al lado equivocado de su cuerpo (registro el impulso táctil en la mano izquierda en vez de en la derecha, donde realmente ha ocurrido), o incluso a una parte completamente equivocada del cuerpo (por ejemplo, un toque en una mano percibido por un pie).
¿Mapa neuronal?
El nuevo estudio cuestiona que el cerebro disponga de un mapa neuronal en el que están reflejadas las extremidades y del que depende cualquier reacción ante un estímulo percibido en el miembro de referencia: si nos pica un mosquito, golpeamos el brazo de la picadura para eliminarlo. Nunca golpeamos el brazo donde no ha intervenido el mosquito.
“Nuestros hallazgos demuestran que otras características del tacto también se usan para atribuir un estímulo sensorial a determinadas partes del cuerpo «, dice Tobías Heed, otro de los investigadores.
Otra suposición que cuestiona esta investigación se refiere a la creencia de que la percepción espacial influye en la reacción al estímulo sensorial, y que para ello el cerebro se basa en el supuesto mapa neuronal.
“Cuando las extremidades se colocan al otro lado del cuerpo de lo que generalmente están, por ejemplo, cuando se cruzan las piernas, los dos sistemas de coordenadas entran en conflicto”, señala Heed. Y el cerebro se equivoca.
Esta alteración de la ubicación espacial de una extremidad propicia las sensaciones fantasmas en las personas sanas, según esta investigación.
Los tres errores del cerebro
Exista o no un mapa cerebral de las extremidades, esta investigación ha establecido que las sensaciones fantasmas dependen de tres características que pueden confundir al cerebro.
La primera y más importante es la identidad de la extremidad, ya sea una mano o un pie. En determinadas circunstancias, el cerebro las confunde y reacciona erróneamente a un estímulo sensorial.
El segundo factor más importante que a veces confunde al cerebro es el lado del cuerpo al que pertenece la extremidad tocada, lo que explica por qué un toque en el pie izquierdo a veces se puede sentir erróneamente en la mano izquierda.
El tercer factor que puede confundir al cerebro es la posición de la extremidad en cuestión, que cambia por ejemplo al cruzar los brazos o las piernas.
Si tocamos la pierna izquierda cuando está cruzada y ocupando la posición de la pierna derecha, el cerebro puede confundirse y atribuir el estímulo sensorial a la pierna derecha: el cerebro no se ha dado cuenta del cambio de posición de la extremidad y da paso a la sensación fantasma.
«Los hallazgos podrían usarse, por ejemplo, para impulsar nuevas investigaciones sobre la génesis del dolor fantasma», concluye Heed.
Otra posible aplicación de esta investigación: “Los desarrollos que utilizan el tacto en sistemas artificiales se basan actualmente en la suposición firme de que el problema del tacto debería poder resolverse mediante el uso de uno o varios mapas cerebrales. Pero podría ser que otros principios de procesamiento sean más eficientes para algunos tipos de comportamiento”, añade Heed.
Referencia
Feeling a Touch to the Hand on the Foot. Stephanie Badde et al. Current Biology, VOLUME 29, ISSUE 9, P1491-1497.E4, MAY 06, 2019. DOI:https://doi.org/10.1016/j.cub.2019.02.060
Hacer un comentario