En nuestra civilización, el hormigón está en todas partes: carreteras, casas, puentes, edificios… Esto presenta un problema ecológico, pues se calcula que la producción de este material de construcción supone una décima parte de las emisiones de gases de efecto invernadero generadas por la industria (entre otras cosas porque fabricar cemento, componente indispensable del hormigón, genera grandes cantidades de emisiones contaminantes).
Por otro lado, tenemos las emisiones de dióxido de carbono (CO2) que emiten las chimeneas de centrales eléctricas de todo el mundo, y que son la mayor fuente de gases de efecto invernadero del planeta.
En este contexto, a científicos de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA, EEUU) se les ha ocurrido una idea: aprovechar el CO2 de las centrales eléctricas para fabricar hormigón.
Para ello, los investigadores están desarrollando un proceso de ciclo cerrado que incluye la captura del CO2 que emiten las plantas de energía, para producir con él un nuevo material de construcción llamado CO2NCRETE (hormigón de CO2).
De momento, se ha comprobado que este sistema funciona muy bien en laboratorio. A esa escala, se ha logrado fabricar el nuevo material utilizando impresoras 3-D, con las que se le ha dado la forma de pequeños cilindros. Así que ya se tiene la prueba de concepto de que esto se puede hacer. Queda pendiente lograr el aumento del volumen de producción para poder producir y explotar el CO2NCRETE a escala comercial.
Convertir un problema en recurso
La captura de las emisiones de CO2 que generan las centrales eléctricas ya se ha hecho antes, pero el reto hasta ahora ha sido qué hacer con el dióxido de carbono una vez capturado. Convertirlo en un recurso parece una idea muy inteligente, que no solo se les ha ocurrido a los científicos de la UCLA.
Recientemente hemos publicado, por ejemplo, que otro equipo de investigadores contempla usar el CO2 de las centrales eléctricas para fabricar plástico renovable.
Los científicos de la UCLA se muestran entusiasmados con su proyecto, que podría convertir el CO2 “en un recurso que se puede reutilizar». De este modo, dicen, se podrían reducir los gases de efecto invernadero en EE.UU., especialmente en aquellas regiones donde las plantas eléctricas de carbón son abundantes, pero también en países como China e India, actualmente principales productores del mundo de este gas de efecto invernadero.
El sistema podría, por un lado, acabar con el problema de las emisiones de CO2 contaminantes, y por otro suponer una fuente de material de construcción para construir ciudades o ampliar redes de carreteras.
En este sentido, un reto futuro –si finalmente el sistema de producción del CO2NCRETE pudiera hacerse escalable- será convencer a las partes interesadas de que puede ser beneficioso, no sólo para el planeta, sino también para ellas.
Otros hormigones ecológicos
Mientras ese momento llega, en los últimos años se ha avanzado en la fabricación de hormigones más ecológicos desde otras perspectivas. Por ejemplo, hace poco, científicos del MIT encontraron que variando la ratio de la mezcla de calcio y silicio en el hormigón (de 1,7 a 1,5) podía obtenerse un hormigón más fuerte y menos contaminante ; cuya fabricación supondría una reducción de las emisiones de dióxido de carbono de nada menos que un 60%.
También se ha creado “hormigón biológico ”, en este caso en el Grupo de Tecnología de Estructuras de la Universidad Politécnica de Cataluña; un material con capacidad para que crezcan en él organismos pigmentados, de manera natural y acelerada, lo que le confiere ventajas medioambientales y térmicas.
Por último, en 2008, un ingeniero del Instituto Tecnológico de Georgia, en Estados Unidos, desarrolló un tipo de hormigón sin cemento, solo a partir de las cenizas procedentes de la industria, mezcladas con varios productos químicos orgánicos. El resultado fue un material ligero, muy resistente y con unas magníficas propiedades aislantes.
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