Hay al menos dos formas de definir un sistema de creencias: la doctrinal y la empírica. La primera podría señalar que un cristiano es un individuo que profesa el catecismo y la doctrina de su iglesia, o que ha sido salvado gracias a su relación personal con Cristo. Esta aproximación resulta compleja debido a que no existen doctrinas nucleares que hayan sido seguidas por todas las sectas cristianas, ni siquiera en lo referente a la divinidad de Cristo.
La definición empírica sería incluso más confusa porque la mayoría de los cristianos son incapaces de explicar sus características distintivas, y presentan una amplia variedad de interpretaciones acerca de lo que supondría ser un cristiano.
De la misma forma, el transhumanismo (que propone que el ser humano puede usar la tecnología para trascender las limitaciones del cuerpo y el cerebro) ha sido definido por diversos grupos contemporáneos de varis formas: la Declaración Transhumanista, la World Transhumanist Association’s Frequently Asked Questions document WTA FAQ y otros documentos, lo explican como un movimiento cultural e intelectual que apoya el uso de las nuevas ciencias y tecnologías para mejorar las capacidades mentales y físicas del ser humano (incluida la muerte involuntaria a la que lleva la vejez).
Bostrom’s (2002) describió la doctrina transhumanista como “la oportunidad de explorar los dominios transhumanos y posthumanos en condiciones básicas: seguridad global, progreso tecnológico, y amplia accesibilidad”.
Los valores que se derivarían de esta corriente implicarían, entre otros, la libertad personal para elegir el uso de las tecnologías con estos fines, la cooperación internacional (con la anti-proliferación de armas de destrucción masiva), la posibilidad de convertirnos en seres más inteligentes, tener como finalidad exclusiva el bienestar y el salvar vidas, etc.
En 2004 y 2005, la World Transhumanist Association preguntó a sus miembros acerca de sus creencias. Respondieron más de 1.100 miembros de la asociación, un 45% de ellos de Estados Unidos, y el resto (55%) de otros lugares del mundo.
Los valores que establece este grupo van desde el deseo de una mejora del ser humano (extensión del tiempo de vida y de la inteligencia), el optimismo tecnológico (hacia las nuevas tecnologías), el humanismo, y los derechos reproductivos (actitudes liberales hacia el aborto, la clonación humana o la manipulación genética para mejorar a los niños).
Tradición humanista de la Ilustración
Los transhumanistas se consideran parte de la tradición humanista de la Ilustración, pero muchos de ellos consideran que este movimiento no es incompatible con la espiritualidad, tal y como demostró la encuesta anteriormente mencionada. Por otro lado, en el movimiento también se incluyen agnósticos y ateos.
Por esta razón, la World Transhumanist Association patrocinó en 2004 una conferencia sobre transhumanismo y religión en la universidad de Toronto, con el fin de discutir acerca de las investigaciones neuroteológicas emergentes, así como sobre la neurotecnología con fines espirituales.
En este artículo exploro la compatibilidad entre el proyecto transhumanista y la metafísica, la soteriología y la escatología de las grandes religiones del mundo. Argumento que los elementos del trashumanismo, compatibles con las interpretaciones de las grandes religiones del mundo, podrían originar nuevas formas trans-espirituales que harían que las tecnologías fueran incorporadas de manera selectiva por los grupos humanos de todas las religiones.
La metafísica del cuerpo y del espíritu
Uno de los principales obstáculos para la reconciliación del transhumanismo con la mayoría de los sistemas religiosos es la relación metafísica entre espíritu y cuerpo.
El transhumanismo considera de manera casi unánime que no existe un espíritu sobrenatural, que la mente es producto del cerebro y que las máquinas auto-conscientes son un objetivo posible.
Por otro lado, cree en el llamado mind-uploading (hipotético proceso de codificación de una mente real para su posterior trasvase a un sustrato artificial), en una moral equivalente para todas las especies, orgánicas o no (puesto que no cree en el alma), y en la posibilidad de la inmortalidad cibernética.
La existencia del alma, defendida por el Cristianismo, y entendida como recuerdos, personalidad, y autoconciencia racional, según el Catecismo, principal valor del ser humano, chocaría por tanto con la visión transhumanista, que señala que lo único que sería importante preservar es la identidad humana (con matices señalados por autores como Nick Bostrom, Ray Kurzweil y Mark Walker, entre otros). Lo mismo ocurriría con la perspectiva al respecto del cuerpo y el espíritu de otras tantas grandes religiones del mundo.
La metafísica como inicio y final de la vida
Incluso si máquinas y criaturas mejoradas fueran reconocidas por las tradiciones religiosas como poseedoras de alma, aún hay numerosas creencias culturales acerca del daño que puede infringirse al espíritu a través de la manipulación del cuerpo y del cerebro.
Varias religiones han argumentado sobre el dualismo absoluto de cuerpo y espíritu, señalando que nada que se haga al cuerpo puede afectar a la salud espiritual. En otras, en cambio, la salud física es muy importante para la salud del espíritu.
La creencia de que el alma se encarna en la concepción, presente en muchas tradiciones, ha originado objeciones religiosas para muchas formas de tecnología reproductiva e investigaciones embriológicas, desde la anticoncepción al aborto o la clonación.
Los transhumanistas creen que el feto no es una persona en sí, aunque el anti-aborto transhumanista también es concebible, y se considera que el embrión debe ser respetado por ser una forma emergente de vida.
Las objeciones a la tecnología reproductiva radican en la creencia del mandato divino a concebir, más que en el posible daño al alma encarnada, de lo que se infiere que una manipulación tecnológica iría en contra del plan divino.
La idea del “respeto a la dignidad humana” incluye para los transhumanistas la posibilidad de mejorar su vida y sus capacidades a través de dicha tecnología.
En cuanto a la longevidad, los religiosos suelen señalar que la inmortalidad sólo puede alcanzarse por medios espirituales, mientras que para los transhumanistas el término “inmortalidad” supone una longevidad extrema alcanzada por medios artificiales.
El aborrecimiento y culto al cuerpo y el camino intermedio
Algunos autores conciben a los transhumanistas como “aborrecedores del cuerpo” (Dery, 1996), mientras que otros autores cristianos señalan el transhumanismo como una nueva forma de gnosticismo, herejía recurrente acusada de creer que el cuerpo es una maléfica trampa del alma. Irónicamente, los transhumanistas son también acusados del culto al cuerpo joven, dado que intentan perpetuar su longevidad.
En realidad, no ven el cuerpo como mal, y no creen en el espíritu, ni que la mente pueda salir del cuerpo hacia instancias superiores: pretenden prolongar la vida biológica al máximo, y conseguir que la mente supere sus limitaciones físicas, con la posibilidad de trasladar la conciencia a un medio inmaterial de información.
La única mortificación a la que someten a la carne es quizá una dieta restringida en calorías, en pos de dicha longevidad, martirio realmente leve en comparación con la flagelación del cristianismo o la autocastración típica de las sectas griegas y cristianas.
La intención de alcanzar la inmortalidad y las habilidades suprahumanas a través de la dieta, las hierbas medicinales o la meditación, es una forma antigua de culto del Taoísmo, por ejemplo.
En resumen, que diversas prácticas religiosas parecerían compatibles con cierta forma de transhumanismo.
Teodicea
Otra área en la que el pensamiento transhumanista secular y la religión a menudo entran en conflicto es la teodicea: ¿por qué existen el mal y el sufrimiento y cómo podemos evitarlos?
Los transhumanistas seculares no creen en el mal o demonio, y generalmente creen que la mayoría de las formas de sufrimiento, como las enfermedades físicas y mentales, pueden soslayarse gracias a la tecnología. El transhumanismo más metafísico es, en cambio, potencialmente compatible con las teodiceas.
Por ejemplo, desde la perspectiva de la teodicea, cada uno sufre lo que se merece (es el caso de la idea del karma), pero no se niega que se pueda hacer lo necesario para mejorar la vida, argumento compatible con las aspiraciones transhumanistas.
Otro argumento de las teodiceas señala que el sufrimiento puede ser constructivo para nuestros propósitos espirituales: los transhumanistas señalan que hay lecciones que aprender de cada momento de la vida.
Por último, algunos transhumanistas proponen la posibilidad de que el universo haya sido creado por un ser superinteligente, cuyas intenciones comprenderá mejor el ser humano tras alcanzar una singularidad tecnológica determinada: entonces podremos decidir si estamos de acuerdo con su plan o elegir desafiar la negligencia de una supuesta deidad maléfica.
Virtud, Felicidad y Soteriología
Por otro lado, Patrick Hopkins (2005) afirma que el transhumanismo, al igual que la religión, constituye un esfuerzo soteriológico de trascendencia de la animalidad. El transhumanismo propone que si nuestros impulsos para la virtud, el vicio y la religiosidad vienen determinados en parte por la genética o por las predisposiciones neurológicas u hormonales, ¿por qué no rediseñarnos a nosotros mismos para tener impulsos mejores, un raciocinio moral superior y experiencias trascendentes más generalizadas?
Algunos afirman que, en este sentido, la manipulación genética para convertir a la gente en más compasiva, solidaria y fiable resultaría recomendable y ético.
El uso de sustancias farmacéuticas o el control genético o cibernético de nuestros vicios sería también necesario y recomendable con el fin de evitar la predisposición a la adicción, la ira, el egoísmo, la glotonería o la promiscuidad sexual, dado que todas estas actitudes tienen bases neuronales.
Si la tecnología puede ayudarnos a suprimir los vicios y a aumentar las virtudes, ¿se puede pensar que interfiere con la salvación, la gracia o la iluminación espiritual propias de la mayor parte de las soteriologías? ¿Es diferente el uso de la tecnología (por ejemplo, del coche en lugar del caballo) en otros campos que en este que nos permitiría mejorar la virtud de manera neurotecnológica?
Desarrollo del plan divino
En definitiva, mejorar la condición humana no es una crítica a la Obra del Creador, sino la capacidad de utilizar sus dones desde el intelecto en cumplimiento de nuestro propio destino (Rich, 2003).
Mientras que muchos religiosos hoy día son escépticos con respecto a los transhumanistas ateos, cuyas enseñanzas ven opuestas a sus creencias, hay muchos transhumanistas creyentes que atestiguan la compatibilidad entre religión y transhumanismo.
A medida que las posibilidades del transhumanismo aumentan, las compatibilidades de la metafísica, la teodicea y la soteriología de las perspectivas religiosa y transhumanista van construyendo nuevas formas de “trans-espiritualidad”.
En un futuro escenario religioso encontraremos tendencias bioconservativas y transhumanistas en todas las formas de creencias del mundo, y seguramente surjan nuevas tradiciones religiosas a partir del proyecto transhumanista.
Crearemos nuevos rituales religiosos y medios entorno a nuestras posibilidades biotecnológicas y cibernéticas, como lo hicimos entorno al fuego o las plantas medicinales. La creatividad humana seguirá manifestándose no sólo en maestría tecnológica, sino también en el continuo intento de llenar la vida y el universo con un sentido mítico y poético.
Espero con ansias poder ver los frutos.
James Hughes es director del Institute for Ethics and Emerging Technologies. Este artículo se publicó originalmente en The Global Spiral, del Instituto Metanexus. Se reproduce con autorización.
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