El atentado del 11 de marzo en Madrid confirma la presencia y la actividad de redes salafistas en el seno de los países europeos. Francia, como España o Inglaterra, no puede esperar beneficiarse de la «clemencia» de los asesinos.
Incluso podemos decir que la que ha dado en llamarse civilización occidental, con sus cualidades y defectos, está amenazada también por un ataque de nuevo cuño, procedente tanto del interior como del exterior.
El problema, entonces, es: ¿cómo defenderse sin renunciar a los valores de esta civilización occidental? La cuestión no es nueva. Desde comienzos del siglo XX se le ha planteado a las democracias enfrentadas a las dictaduras de Estado o a las minorías violentas.
En general puede decirse que, a pesar de algunos atropellos, lo que ha dado en denominarse Estado de Derecho ha permanecido más o menos a salvo. Y así continúa siendo hoy día.
Islote de libertad
Aunque las democracias europeas, por citar sólo algunas, tienen muchos reproches que hacerse, particularmente en lo que respecta a la exclusión que sufre una parte de sus poblaciones, constituyen en el mundo un islote precioso de libertad, racionalismo, neutralidad respecto a las creencias y religiones, así como, no lo olvidemos, respecto a los derechos de las mujeres.
Cuando hablamos de las democracias europeas, incluimos evidentemente a las poblaciones de origen externo, que constituyen hoy componentes esenciales y que adoptan sus valores.
Ahora parece que este islote se ha convertido en el objetivo a destruir por grupos constituidos en redes informales que preconizan todo lo contrario: sometimiento de las masas a los representantes de la religión, rechazo de la ciencia como forma de entender el mundo, mantenimiento de las mujeres bajo la dominación, rechazo de la democracia y recurso al terrorismo, considerado como la forma moderna de una guerra santa multisecular.
Detrás de este llamamiento a la guerra santa, que se apoya en resortes profundamente anclados en el cerebro humano, está también el deseo de apropiarse de la riqueza acumulada por el Occidente con las armas del racionalismo científico.
¿Civilización amenazada de muerte?
¿Se puede dramatizar y llegar a decir que, frente a este nuevo enemigo, la civilización occidental está amenazada de muerte? Este fue, hace tres años, el discurso muy criticado de S.P. Huntington en su obra El Choque de civilizaciones.
Responder afirmativamente justificaría que esta civilización utilizase los potentes medios de los que dispone todavía para eliminar al adversario, sin ninguna contemplación. Es un poco la posición que adoptaron y continúan defendiendo los neo conservadores americanos.
Es de temer ahora que el atentado de Madrid refuerce el campo de los neo conservadores en las próximas elecciones en detrimento de John Kerry, más cerca de nuestras concepciones de la democracia que las que representa Bush.
Incluso en Europa, los partidarios de una réplica dura a los grupos que preparan atentados pueden ahora ser más escuchados. ¿Se va a militarizar Europa interiormente? Ya que se nos trata de cruzados, ¿vamos a retomar la espada y la bandera de la religión cristiana para prepararnos para una nueva batalla de Poitiers
Siempre hemos compartido el punto de vista de los que piensan que las ciencias de la complejidad pueden ayudar a comprender el mundo, frente a lo que representaría un retorno a los impulsos tribales. Estas ciencias, sin abrir perspectivas claras, proponen sin embargo algunas pistas. Nosotros vemos algunas sobre las que habría que profundizar.
Estados y superorganismos
Se puede considerar a los Estados occidentales, o, a la escala de la complejidad superior, a las sociedades occidentales, como superorganismos en competición con otros por el acceso a los recursos del mundo y por la supervivencia.
Estos organismos disponen de ventajas, pero también de debilidades organizacionales. Citemos por ejemplo la densidad de población, la multiplicación de los desplazamientos a través de espacios en los que se cruzan millares de personas, la búsqueda constante de la simplificación de los procedimientos que hacen inoperantes los controles.
Citemos, también, lo que a medio plazo estará cargado de consecuencias: el desarrollo de investigaciones científicas que conducen inevitablemente a la producción, como subproductos, de agentes de destrucción masiva, siempre susceptibles de ser desviados a elementos infiltrados.
Es preciso conocer todo esto y estudiarlo. Hasta ahora, las ventajas han ganado, pero Occidente está hoy en la situación de una persona que goza de buena salud, pero que en cualquier momento puede contagiarse de un virus emergente y morir.
Virus terroristas mutantes
Por su parte, las internacionales terroristas, sobre todo cuando convocan a militantes para que con su suicidio consigan con más seguridad llevar la muerte al adversario, pueden ser consideradas como virus mutantes. (Algunos radicales llegan incluso a decir que esta gente no pertenece a la especie humana, pero no es lo que pensamos).
Los individuos y los pequeños grupos que componen estas redes terroristas realmente se asemejan a los virus, lo que es extensivo a las ideas, creencias e imágenes que segregan.
Estas entidades simbólicas, en la perspectiva memética, se comportan como virus dotados de una vida autónoma que actúan a través de redes modernas de tratamiento de la información.
Estas diferentes formas de virus, reales y virtuales, se han adaptado al terreno ofertado por las sociedades occidentales. Se han vuelto capaces utilizar en contra de ellas lo que hasta ahora ha sido su éxito, es decir, su complejidad y su potencia innovadora.
¿Apocalipsis generalizado?
¿Cuál es la amplitud del riesgo? Avanzamos, como señalan algunos científicos, hacia un Doomsday, un Apocalipsis generalizado? Si observamos el terreno de la biología, descubrimos que un ataque vírico puede destruir al conjunto de la población a la que se dirige.
Evidentemente, cualquier cosa puede ocurrir. Pero los biólogos sistémicos tienden a responder que el organismo atacado generalmente termina por sobrevivir, y que incluso se transforma de tal forma que integra y pone a su servicio a los invasores.
Si no hubiera sido así, ¿cómo es que han sobrevivido los organismos llamados superiores, que desde que existen han sufrido siempre ataques de micro-organismos?
¿Qué pasaría cuando, como realmente puede ocurrir, la virulencia de los terroristas aumente brutamente, hasta conseguir traspasar nuestras barreras inmunológicas tradicionales?
Nuevas formas de resistencia
Por ejemplo, cuando empleen armas de destrucción masiva en lugares que reúnan a muchas personas. Hay que prepararse para ello. En caso de que lo consigan, provocarían decenas de miles de muertos, si no más.
Pero si las sociedades occidentales son suficientemente coherentes, lo superarán. Ya han sobrevivido a dos guerras mundiales aprendiendo muchas cosas que hoy forman parte de su grandeza cultural.
¿Hay que confiar en los modos tradicionales de resistencia (es decir, estudiados y aplicados por científicos competentes), o a formas de defensa emergentes, no previstas y a menudo inexplicables?
Estas formas emergentes son las que por lo general terminan con las epidemias: fue lo que pasó en Europa cuando la gran epidemia de gripe española, aunque si bien es verdad después de algunos (20, tal vez) millones de muertos.
Respondamos sin ambigüedad, es decir, abandonando el pudor de una concepción puramente teórica de los derechos del individuo. En la medida en que disponemos de una inteligencia colectiva y de poderosos medios de defensa y ataque a disposición de ella, sería irresponsable no prepararse y valerse de ellos.
Recuperación tecnológica
Es por lo que Europa, muy retrasada actualmente en relación con Estados Unidos respecto a los medios de la policía científica (detectores de explosivos, de armas atómicas, biológicas y químicas), debe dotarse rápidamente de importantes programas de investigación para superar este retraso.
Le hace falta asimismo dotarse de poderosos medios de escucha, del tipo Echelon. Nunca se hará lo suficiente para prevenir posibles atentados que pueden ocurrir en lugares y circunstancias inesperadas.
Destaquemos al respecto que el Gobierno español se consideraba bien protegido de Al Qaeda, bajo el paraguas del sistema Echelon americano y de sus agencias federales. Pero no ha sido así. Sólo uno mismo puede protegerse bien, con una vigilancia tecnológica y humana de proximidad, en estrecha cooperación con sus vecinos, mucho más interesados en la defensa de una seguridad común que cualquier aliado lejano.
Esto costará caro y molestará a mucha gente, provocará numerosas protestas, pero se tratará de una inversión muy rentable (utilizable igualmente en la perspectivas de mayores riesgos civiles).
Auto-organización social
Pero añadiremos también que sería presuntuoso y erróneo no tener en cuenta lo que podríamos denominar como la auto-organización inconsciente de nuestras sociedades, que podrían generar por sí mismas anticuerpos que ni siquiera hemos imaginado.
Habría que confiar en los ciudadanos de base, encuadrándolos adecuadamente para evitar derivas. Esta posibilidad no figura en la tradición de los Estados, ni siquiera de los liberales.
Más concretamente, este discurso puede indicarnos que las sociedades occidentales no podrán evitar que las estructuras estatales dedicadas a la protección de su seguridad interior y exterior recurran a sus recursos clásicos de lucha, eventualmente reforzados hasta el límite de la tolerancia democrática, si la guerra contra el terrorismo se intensificara.
Pero no sólo eso. La guerra contra el terrorismo puede reforzar también la rigidez y el arcaísmo de las sociedades occidentales (centralización, desmovilización ciudadana), que se han vuelto especialmente sensibles a los nuevos virus. Como consecuencia, pueden frenar la emergencia de nuevas formas de resistencia, que a la larga podrían ser las más eficaces.
Mayor resistencia individual
¿Cuáles serían estas nuevas formas de resistencia? ¿Se vislumbran en alguna parte? Es difícil de decir. Es cierto que la movilización espontánea de la población, como ocurrió con la gran manifestación española del 12 de marzo, amplificada por todos los medios de comunicación, o a través de redes de asociaciones y organizaciones virtuales, no será inútil.
El individuo que se ha hecho consciente del papel que puede jugar en la lucha contra el terrorismo cotidiano, se hace más resistente, de la misma forma que ocurre con una célula biológica vacunada contra un germen patógeno.
Pero existe también el riesgo de que cada uno, lejos de buscar soluciones progresistas para desarrollar esta lucha en el marco de la democracia y de las nuevas ciencias, retroceda a los viejos reflejos suicidas de la caza al otro por su aspecto.
Por ello la lucha contra el terrorismo no puede dejar indiferentes a los militantes de la sociedad civil democrática y del altermundialismo. Ellos pueden implicarse de forma diferente a la que lo hacen los servicios oficiales, ya que tienen un papel específico que desempeñar en el respeto de los valores que le son propios, ya que los fundamentalistas no respetan ninguno de estos valores.
Impacto cultural
Hay otros factores que pueden intervenir. Hemos citado los memes segregados por las internacionales terroristas, que le sirven de poderosos apoyos. No hay que renunciar, en lo que respecta a Occidente, a difundir nuestros propios conceptos e imágenes, nuestros propios memes, esperando que algunos de ellos puedan encontrar puntos débiles en el organismo adverso.
Pero esto habrá que hacerlo en desorden, sin moralizantes a priori y sin recurrir a los órganos de propaganda gubernamentales o comerciales, que seguramente nunca alcanzarán su objetivo: los discursos y comportamientos de Bus o Aznar no son los mejores portavoces de los memes de Occidente en su lucha contra los salafistas.
Habrá que confiar en primer lugar en organizaciones como 20 años Barakat, asociación de mujeres argelinas que luchan contra la dominación en el seno del pretendido Código de Familia.
Universidad occidental en África
En otro orden del ideas, la creación de una escuela de doctorado en África, en colaboración con universidades occidentales, tendría al menos la misma influencia, al menos localmente, que una emisora en árabe de La Voz de América. Estas iniciativas, aunque aparentemente marginales, son las que llegan al núcleo que hoy impulsa a los terroristas fundamentalistas.
Dejamos hoy aquí esta reflexión de inspiración sistémica, aunque desgraciadamente volveremos a tener la ocasión de volver sobre ella.
Jean-Paul Baquiast es co-presidente de la Asociación Autómatas Inteligentes y co-redactor jefe de la revista electrónica Autómatas Inteligentes, especializada en inteligencia artificial, genio genético y descodificación del conocimiento del cerebro. Artículo publicado originalmente en la mencionada revista. Se reproduce con autorización del autor. Condensado y traducido del francés por Eduardo Martínez.
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