Una investigación desarrollada en la Escuela de Ciencias Psicológicas de la Universidad de Melbourne (Australia) ha descubierto algo sorprendente: una estrecha relación entre las creencias en fuerzas espirituales que actúan sobre el mal (vitalismo moral) y las enfermedades infecciosas: a más creencias, menos enfermedades.
Hasta mediados del siglo XIX, la gente creía que las enfermedades infecciosas eran causadas por seres espirituales. La ciencia estableció entonces que agentes microscópicos, los gérmenes patógenos, eran los causantes de estos episodios.
A pesar del avance de la medicina desde entonces, este estudio comprobó que todavía existen comunidades en nuestro planeta que creen que las enfermedades están asociadas a creencias religiosas sobre el bien y el mal: la salud es algo bueno, la enfermedad es algo maligno.
Y observaron que en los grupos donde más intensas son estas creencias, particularmente en brujas y demonios, la incidencia de enfermedades es mucho mayor que en otros colectivos menos vitalistas.
Según los autores de esta investigación, esta asociación está reforzada porque estas creencias contribuyen a controlar las enfermedades. Es decir, la cuestión no es que hay enfermedades donde hay más creencias, sino que más bien las creencias surgen como reacción defensiva ante las enfermedades.
Cuando en la cultura de estas comunidades una persona está enferma, se la aísla, rechaza o asesina para evitar que el mal se propague. De esta forma, según los autores de esta investigación, las creencias contribuyen a preservar la salud del colectivo.
Se trataría de un mecanismo primitivo para controlar los patógenos que en algún momento se presentan en una comunidad: “estas creencias refuerzan las estrategias de comportamiento que funcionan para prevenir la infección”, escriben los autores en su artículo, publicado en la revista Proceedings of the Royal Society B.
Brock Bastian, autor principal de esta investigación, explica en la revista LiveScience que, “históricamente estas creencias pueden haber evolucionado para explicar los efectos de los patógenos».
Y añade: este descubrimiento «abre nuevas ideas sobre el surgimiento de la religión como un sistema de creencias que se desarrolló para explicar las amenazas o eventos naturales».
Metodología
Para llegar a estas conclusiones, los investigadores consultaron a 3.140 participantes de 28 países sobre sus creencias, especialmente si pensaban que el mal de ojo (la supuesta capacidad de dañar a otra persona a través de la mirada), la brujería, el diablo y las fuerzas malignas, eran amenazas reales.
Además, consultaron una base de datos de 58.000 personas distribuidas en 50 países, a los que se les preguntó, entre 1995 y 1998, si creían en el diablo como símbolo del mal en la Tierra, tal como sugieren algunas religiones.
Los datos obtenidos a través de esta base de datos se completaron con información relativa sobre los encuestados, especialmente sobre su clase social, nivel educativo, orientación política y nivel de religiosidad.
En sus evaluaciones, los científicos observaron asimismo la clase social de los individuos, su nivel de educación, orientación política y la fuerza de la práctica religiosa.
Los datos obtenidos de ambas fuentes, la encuesta y la base de datos histórica, se relacionaron finalemente con otra información relevante: las enfermedades infecciosas que se produjeron en el entorno de los informantes.
Vitalismo moral preventivo
Gracias a esta comparativa, descubrieron la relación entre creencias y enfermedades y establecieron que en los lugares donde las infecciones de la población se generalizan, proliferan más las creencias en el demonio, el mal de ojo o el poder de las brujas para hacer el mal.
Es decir, las personas que viven en lugares con altas probabilidades de contraer una enfermedad grave, manifiestan un mayor grado de vitalismo moral y tienen más posibilidades de participar en comportamientos (ritos) destinados a protegerse de los espíritus malignos.
Los investigadores concluyen que, en el caso de las comunidades analizadas, la creencia en las fuerzas del mal como origen de las enfermedades benefició a la comunidad y le proporcionó una ventaja evolutiva ante los riesgos de contraer infecciones contagiosas.
Asimismo señalan que esas creencias perduran todavía en las sociedades modernas, a pesar de que el conocimiento científico ha establecido con claridad el origen biológico de las enfermedades infecciosas y de que la medicina haya conseguido controlar a la mayoría de los patógenos.
Referencia
Explaining illness with evil: pathogen prevalence fosters moral vitalism. Brock Bastian et al. Proceedings of the Royal Society B, 30 October 2019. DOI:https://doi.org/10.1098/rspb.2019.1576
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