Las células mieloides son claves para el funcionamiento del sistema inmunológico por su rol protector, pero a determinada edad su tarea comienza a ser nociva y acelera el proceso de envejecimiento. Una nueva investigación desarrollada en la Universidad de Stanford sostiene que es posible modificar su actividad, logrando de esta manera un retraso en la aparición de los síntomas del envejecimiento cerebral.
Como si se tratara de un héroe de series de televisión que, de un momento a otro, se pasa al bando contrario y comienza a colaborar con el mal, las células mieloides modifican su función con el avance de la edad.
Pasan de ser heroínas de la protección de nuestro cuerpo de amenazas externas a convertirse en agentes que aceleran los procesos de envejecimiento.
Como lo indica una nota de prensa, en un momento determinado estas células abandonan su papel de protección y se orientan a llevar adelante una batalla feroz contra “enemigos” que en realidad no existen.
Sobrecarga inflamatoria
En ese ataque ciego, que parecen emprender a modo de recordatorio de funciones que cumplían en el pasado y que ya no pueden desarrollar, ponen en riesgo funciones y procesos que desembocan en un aceleramiento del envejecimiento.
En concreto, generan una sobrecarga inflamatoria, un proceso altamente nocivo para el cuerpo y específicamente para los tejidos cerebrales, que está relacionada con la aparición de diferentes enfermedades, como por ejemplo el Alzheimer.
En definitiva, aceleran las condiciones del envejecimiento que, de una u otra forma, se encuentran directamente relacionadas con las enfermedades mencionadas. El estudio de los científicos de Stanford, publicado en la revista Nature, sostiene que este proceso puede detenerse y hasta revertirse.
Un proceso de rejuvenecimiento
Los especialistas creen que ajustando el sistema inmunológico, concretamente al disminuir el impacto negativo de las células mieloides, es posible “reducir” la edad del cerebro, deteniendo la aceleración de los procesos de envejecimiento.
Los experimentos realizados en células humanas y en roedores indican que los resultados conseguidos en el laboratorio podrían trasladarse a la vida real de las personas.
Este importante avance se lograría gracias a la identificación de un receptor específico en las células mieloides, encargado de iniciar y potenciar la actividad inflamatoria que, posteriormente, desemboca en un incremento de los procesos de envejecimiento.
El equipo de científicos cultivó macrófagos, un tipo de células mieloides que puede hallarse en personas mayores de 65 años en diferentes tejidos. Realizó comparaciones con células similares en personas menores de 35 años, además de repetir la misma experiencia con roedores jóvenes y viejos.
Los resultados pueden dar lugar a la esperanza, ya que al inhibir el receptor indicado anteriormente y su interacción con una hormona particular los especialistas pudieron restaurar el metabolismo juvenil y el temperamento “heroico” de las células mieloides, que volvieron a dedicarse a defender al organismo y no a atacarlo.
Tejidos cerebrales que vuelven a ser jóvenes
Incluso, el mencionado bloqueo pudo revertir el declive mental y el deterioro cognitivo relacionado con la edad en los ratones más viejos, logrando que recobren sus habilidades de memoria y orientación como si se tratara de ratones jóvenes.
Los compuestos que inhiben la actividad inflamatoria inician a su vez un proceso inverso, potenciando aspectos positivos que generan un “rejuvenecimiento” de los tejidos cerebrales. Los expertos sostienen incluso que reorientar la actividad nociva de las células mieloides fuera del cerebro puede lograr efectos profundos en lo que sucede dentro del cerebro.
Aunque los progresos fueron logrados hasta el momento únicamente en ratones y en células humanas en laboratorio, los investigadores creen que en un futuro podrán aplicarse directamente en el cuerpo humano.
Referencia
Restoring metabolism of myeloid cells reverses cognitive decline in ageing. Paras S. Minhas, Amira Latif-Hernandez, Joshua D. Rabinowitz, Katrin I. Andreasson et al. Nature (2021).DOI:https://doi.org/10.1038/s41586-020-03160-0
Foto: Humphrey Muleba en Unsplash.
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